Alerta de apagón en Bogotá: estas son las razones
Los actores del mercado energético advierten lo corta que se está quedando la ciudad en capacidad energética para suplir la demanda actual. De no encontrar soluciones, las luces de la capital del país podrían titilar en 2026.
Miguel Ángel Vivas Tróchez
Alimentada por la constelación de fotones, que emana de sus edificios, Bogotá es una ciudad que se resiste a dormir. Todo el flujo de la vida nocturna y el movimiento diurno del aparato productivo se debe a un flujo constante de energía, pero ese brillo podría sucumbir. A finales del año pasado, organizaciones como el Consejo Nacional Eléctrico (CNO) advirtieron la desproporcionalidad entre la creciente demanda de electricidad y la capacidad para cubrirla.
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Alimentada por la constelación de fotones, que emana de sus edificios, Bogotá es una ciudad que se resiste a dormir. Todo el flujo de la vida nocturna y el movimiento diurno del aparato productivo se debe a un flujo constante de energía, pero ese brillo podría sucumbir. A finales del año pasado, organizaciones como el Consejo Nacional Eléctrico (CNO) advirtieron la desproporcionalidad entre la creciente demanda de electricidad y la capacidad para cubrirla.
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La alerta, dirigida a autoridades locales y nacionales, sentenciaba que la ciudad corría el riesgo de sufrir apagones entre 2025 y 2026. Ahora, a menos de un año de la fecha, la capacidad eléctrica de Bogotá regresa a la baraja de temas del debate público. Recientemente, el congresista José David Name hizo eco a la alerta de la CNO y reiteró la importancia de sacar del limbo el licenciamiento de proyectos claves para el mercado energético.
Y la semana pasada, en un evento de la Sociedad de Mejoras de Bogotá (que reúne a los académicos que más conocen la ciudad), el tema volvió a la mesa. Manuel Rodríguez, profesor emérito de la U. de los Andes, advirtió que uno de los retos a futuro será atender la ascendente demanda energética. En diálogo con El Espectador, enfatizó en que el aprovisionamiento de energía es un tema delicado y que requiere análisis en varias dimensiones.
Por un lado se encuentra el factor de la expansión de la ciudad hacia la sabana, lo que incrementa la demanda energética. Por el otro, el cambio climático y su incidencia en fuentes de energía, como la hidroeléctrica. Finalmente, está la baja inversión en energías no renovables, las cuales, dado su potencial, podrían terminar dando una mano a la ciudad.
Rodríguez no es el único con la preocupación de que la urbe entre en un período de tinieblas y racionamiento. Funcionarios y empresarios del sector confirmaron que el riesgo no son cuentos sacados de la chistera. Desde enero de 2023, cuando la exalcaldesa Claudia López tocó el tema, existe una cuenta regresiva. El próximo año, salvo acciones en frentes críticos, llegaría el temido racionamiento.
Proyectos estancados
Para que la energía producida en hidroeléctricas, termoeléctricas o parques de energías no convencionales llegue a un hogar o mueva las máquinas de las industrias, hace falta un sistema de transmisión, con torres conectadas por cables, cuya distribución se extiende por el país. Para ciudades como Bogotá, lejos de la fuente de producción, la logística es más compleja. Sobre todo, cuando la capital, con 8 millones de habitantes, se expande hacia la Sabana y el sur.
La distribución de la energía en el país se divide en regiones. Bogotá pertenece a la de Oriente, junto a Cundinamarca, Boyacá y Meta. Entre todas demandan el 24,9 % de la energía del país, lo que equivale a 2.905 megavatios (MW) por mes. Actualmente, el anillo de cuatro líneas de transmisión de la región, con sus correspondientes subestaciones, tiene capacidad para 3.600 MW, suficientes para atender el consumo. Hoy Bogotá toma el 80 % de la energía en la región y, en los últimos años, viene demandando 3 % adicional. Esta cifra seguro se disparará debido a su crecimiento económico, urbano y su transición hacia la movilidad sostenible, con metro, trenes, cables y vehículos eléctricos. Solo la primera línea del metro, según Enel, consumirá 50 megavatios al mes una vez empiece a operar.
De seguir así la demanda de energía en la capital, conforme a los cálculos del GEB, en breve podrían surgir dificultades, especialmente ante posibles picos de consumo, reforzando los augurios de apagones. El riesgo, además, incrementa con la mella meteorológica de fenómenos como El Niño, en un sistema que se nutre básicamente de hidroeléctricas.
Las primeras soluciones apuntan a un incremento de infraestructura de transmisión. Y ya hay algunos en curso. Parte de las esperanzas radican en los proyectos Sogamoso-Norte-Nueva Esperanza y Virginia-Nueva Esperanza, iniciativas que contemplan la construcción de 854 y 364 torres, respectivamente, para aumentar las capacidades de transmisión hacia la capital y la región, pero están estancadas por la licencia ambiental.
Balance medioambiental
Si bien la GEB y demás interesados han intentado reformular el trazado de los proyectos, para disminuir los impactos ambientales, no ha sido posible obtener los permisos. El principal obstáculo: las torres pasarían por reservas ambientales, algo que para destrabar tendrían que modificar. Este traspié, dice Fredy Zuleta, gerente de Enlaza, es la principal dificultad, lo cual es una paradoja, pues los proyectos se conciben para llevar una matriz energética limpia y evitar el impacto de generar energía con carbón.
Un ejemplo es la planta termoeléctrica de Termozipa, que funciona a base de carbón y ha tenido que operar a su máxima capacidad en el último año por la creciente demanda. Producto de esta operación, en el último año, ha emitido 90.000 toneladas de CO₂, que equivale a lo que producen casi tres millones de vehículos circulando 16 días en Bogotá.
Pero ampliar las redes de trasmisión no es la única necesidad. Jorge Sierra Almanza, CEO de la empresa consultora Enersinc, menciona el mantenimiento que necesitan algunas líneas y subestaciones, por su antigüedad. “En 2025 y 2026 se prevén mantenimientos de las plantas más importantes de Bogotá: La Huaca, Guavio y Chivor, con 40 y hasta 50 años de funcionamiento”, lo que representa una alerta a mediano plazo, pero que se minimizaría con los proyectos de conexión, que una vez se aprueben, estarían listos en un año.
Algo adicional: se necesita mejorar la capacidad de las subestaciones, pues ante la creciente demanda serían un cuello de botella para la distribución de energía en la ciudad. Su capacidad se queda corta frente a la electricidad que ingresa a la urbe. “La clave es trabajar tanto en la transmisión, a cargo de XL y Enlaza, como en la distribución, que corre por cuenta de Enel”, agrega Sierra.
Los expertos coinciden en que adelantar los proyectos necesarios e incentivar la inversión en energías renovables requieren de una articulación entre la nación, el Distrito y el sector privado. Existen nudos burocráticos que, frente a un despliegue técnico de oportunidades y posibilidades, sería posible desmadejar. En frente, como principal incentivo, sigue corriendo la cuenta regresiva que amenaza a la capital con caer en la penumbra.
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