Las tumbas presidenciales se están cayendo a pedazos en el Cementerio Central
Por el vandalismo, el mausoleo de Laureano Gómez se está despedazando, y hay otros sepulcros de políticos deteriorados. Aun así, el lugar es la casa de tanto santos y milagros como de rituales y apariciones.
Camilo Vega Barbosa
Historia, misterio y olvido son las tres palabras que caracterizan al Cementerio Central de Bogotá, abierto en 1836. Como ejemplo, allí se encuentran los restos de Laureano Gómez, pero el estado de su tumba no refleja el poder que tuvo en vida: un mausoleo con el mármol destrozado y al que han despojado de sus adornos en bronce. Esa es apenas una de las imágenes que aprecian las cientos de personas que visitan el camposanto. Y si bien el deterioro representa un problema de preservación cultural, también le imprime algo de misterio. Se dice que en este mismo lugar conviven santos que hacen milagros y presencias oscuras y misteriosas. Eso sí, la única fuerza que parece ausentarse es la estatal. Su abandono amenaza el futuro de este sitio histórico.
La historia se despedaza
Los restos de Laureano Gómez están en el corazón del cementerio, en el Camellón de los Presidentes. Descansan a pocos metros de los de su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla, y de otros líderes políticos que tuvieron un papel crucial en la historia colombiana, como Luis Carlos Galán. Queda poco espacio en la zona, pero algunas marcas indican que ya hay un cupo reservado. Quienes conocen los secretos del camposanto dicen que el lugar ya tiene grabado el nombre de Belisario Betancur.
La tumba de Gómez no es la única de un político de antaño que sufre el deterioro. El mausoleo de Francisco de Paula Santander está sin puerta y hace cuatro meses se robaron una vaina de espada que estaba encima del sarcófago de Rafael Uribe Uribe. Además, el medallón del sepulcro de Florentino González, el ministro de Hacienda de 1846, sigue desaparecido.
El vandalismo no le quita protagonismo a la arquitectura del lugar, que tiene una serie de detalles escondidos. Por ejemplo, no todos son conscientes de que el Camellón de los Presidentes es tan sólo la base de la cruz que forma la parte central del cementerio, a la que se le llama la Elipse. Otra particularidad que se deriva de esto es que la mayoría de los líderes de izquierda están enterrados en el lado occidental de la cruz. La única excepción es el mausoleo de Carlos Pizarro, líder del M-19, que está del lado derecho. Para muchos, el guerrillero es un santo milagroso.
Los santos del cementerio
Se puede iniciar un debate muy extenso sobre quién fue Carlos Pizarro; se lo puede llamar héroe o villano, político exitoso o frustrado, víctima o victimario. Lo innegable es que en la muerte es mucho más popular que varios presidentes, pues se dice que su tumba está bendecida. Las decenas de placas de agradecimiento que hay en la periferia de su mausoleo dan cuenta de los fieles que ha ganado por lo milagros que, se rumora, ha concedido. Sin embargo, los poderes sobrenaturales que le atribuyen no han protegido su tumba. El sepulcro tendría muchas más actos de agradecimientos si no fuera porque los delincuentes se han robado varias placas conmemorativas.
La tumba de las hermanas Bodner, las pequeñas hijas de un millonario de comienzos del siglo XX, es otro lugar de culto. Allí se reza por la salud y el bienestar de los niños. La estatua que adorna el mausoleo está llena de dulces que los fieles dejan y que, se dice, desaparecen al anochecer. Asimismo, le ponen fotografías de los menores que están enfermos para pedir por su recuperación.
Para los que buscan fortuna está el mausoleo de Julio Garavito, uno de los más cuidados. Su popularidad es tal que los visitantes son los que se encargan de hacerle mantenimiento. Lo pintaron de azul y forraron los pilares que lo rodean con impresiones agrandadas del billete de $20.000 que inmortalizó su figura. Se rumora que frotar un billete de esos es un buen agüero para mejorar la situación económica. El sepulcro es muy popular. Entre sus visitantes asiduos, cuentan, hay ladrones y prostitutas.
El lado oscuro
En la parte central del cementerio está el sepulcro preferido de las sectas satánicas: un ataúd que le pertenece a una familiar del presidente José Vicente Concha. Los guías del cementerio creen que la razón de la adoración de estos grupos radica en que es la tumba número 666. La pared de la tumba está quemada. Tiene el rastro del fuego usado en los rituales oscuros que han tenido lugar alrededor de la tumba.
Los que más experimentan este tipo de acontecimientos sobrenaturales son los guardias de seguridad del cementerio. Antonio Muete lleva cuatro meses en el puesto y ya ha sido testigo de varios eventos paranormales. Por ejemplo, cuenta que mientras hacía su recorrido, en una madrugada, vio la imagen de un niño blanco que desapareció después de que volteó la mirada. Además ha visto varias sombras que recorren los senderos y se pierden entre las tumbas. “En este lugar hay personas que fueron muy malas o que fueron asesinadas por seres de oscuro corazón”, explica Muete la actividad paranormal del Cementerio Central.
Cada semana, este vigilante encuentra señales de brujería en el cementerio. En su celular tiene imágenes de varios entierros: pollos muertos en una bolsa plástica, muñecos de plástico con alfileres y toallas higiénicas con púas son parte del estremecedor repertorio. Cuando halla uno de estos artilugios los lleva hasta un riachuelo que proviene de Monserrate para quemarlo sobre el agua del afluente y así lavar las malas energías.
¿Cuál es el futuro del cementerio?
El mal estado de los mausoleos presidenciales y de las demás tumbas se debe a que son propiedad privada, por esto su mantenimiento es deber de los familiares y no del Distrito. En el caso de algunos mausoleos, que podrían considerarse monumentos nacionales, como el de Francisco de Paula Santander, se requiere permiso del Ministerio de Cultura para su intervención. De lo único de lo que se encarga la ciudad es del cuidado de las zonas públicas, como los senderos, y de garantizar la seguridad. De manera que no hay una entidad directamente encargada de la restauración y el cuidado de estas estructuras.
Por otro lado, es frecuente la queja de los visitantes porque el cementerio sólo está abierto de día. Una situación que para Wilson Pacheco, uno de los guías de turismo del lugar, “representa un desperdicio. El cementerio tiene una magia especial de noche, que brinda una experiencia inolvidable a los visitantes. Desde hace casi un año no me dan permiso para hacer recorridos nocturnos y es una pena, porque estamos perdiendo un tipo de turismo diferente y atractivo en Bogotá”.
Historia, misterio y olvido son las tres palabras que caracterizan al Cementerio Central de Bogotá, abierto en 1836. Como ejemplo, allí se encuentran los restos de Laureano Gómez, pero el estado de su tumba no refleja el poder que tuvo en vida: un mausoleo con el mármol destrozado y al que han despojado de sus adornos en bronce. Esa es apenas una de las imágenes que aprecian las cientos de personas que visitan el camposanto. Y si bien el deterioro representa un problema de preservación cultural, también le imprime algo de misterio. Se dice que en este mismo lugar conviven santos que hacen milagros y presencias oscuras y misteriosas. Eso sí, la única fuerza que parece ausentarse es la estatal. Su abandono amenaza el futuro de este sitio histórico.
La historia se despedaza
Los restos de Laureano Gómez están en el corazón del cementerio, en el Camellón de los Presidentes. Descansan a pocos metros de los de su sucesor, el general Gustavo Rojas Pinilla, y de otros líderes políticos que tuvieron un papel crucial en la historia colombiana, como Luis Carlos Galán. Queda poco espacio en la zona, pero algunas marcas indican que ya hay un cupo reservado. Quienes conocen los secretos del camposanto dicen que el lugar ya tiene grabado el nombre de Belisario Betancur.
La tumba de Gómez no es la única de un político de antaño que sufre el deterioro. El mausoleo de Francisco de Paula Santander está sin puerta y hace cuatro meses se robaron una vaina de espada que estaba encima del sarcófago de Rafael Uribe Uribe. Además, el medallón del sepulcro de Florentino González, el ministro de Hacienda de 1846, sigue desaparecido.
El vandalismo no le quita protagonismo a la arquitectura del lugar, que tiene una serie de detalles escondidos. Por ejemplo, no todos son conscientes de que el Camellón de los Presidentes es tan sólo la base de la cruz que forma la parte central del cementerio, a la que se le llama la Elipse. Otra particularidad que se deriva de esto es que la mayoría de los líderes de izquierda están enterrados en el lado occidental de la cruz. La única excepción es el mausoleo de Carlos Pizarro, líder del M-19, que está del lado derecho. Para muchos, el guerrillero es un santo milagroso.
Los santos del cementerio
Se puede iniciar un debate muy extenso sobre quién fue Carlos Pizarro; se lo puede llamar héroe o villano, político exitoso o frustrado, víctima o victimario. Lo innegable es que en la muerte es mucho más popular que varios presidentes, pues se dice que su tumba está bendecida. Las decenas de placas de agradecimiento que hay en la periferia de su mausoleo dan cuenta de los fieles que ha ganado por lo milagros que, se rumora, ha concedido. Sin embargo, los poderes sobrenaturales que le atribuyen no han protegido su tumba. El sepulcro tendría muchas más actos de agradecimientos si no fuera porque los delincuentes se han robado varias placas conmemorativas.
La tumba de las hermanas Bodner, las pequeñas hijas de un millonario de comienzos del siglo XX, es otro lugar de culto. Allí se reza por la salud y el bienestar de los niños. La estatua que adorna el mausoleo está llena de dulces que los fieles dejan y que, se dice, desaparecen al anochecer. Asimismo, le ponen fotografías de los menores que están enfermos para pedir por su recuperación.
Para los que buscan fortuna está el mausoleo de Julio Garavito, uno de los más cuidados. Su popularidad es tal que los visitantes son los que se encargan de hacerle mantenimiento. Lo pintaron de azul y forraron los pilares que lo rodean con impresiones agrandadas del billete de $20.000 que inmortalizó su figura. Se rumora que frotar un billete de esos es un buen agüero para mejorar la situación económica. El sepulcro es muy popular. Entre sus visitantes asiduos, cuentan, hay ladrones y prostitutas.
El lado oscuro
En la parte central del cementerio está el sepulcro preferido de las sectas satánicas: un ataúd que le pertenece a una familiar del presidente José Vicente Concha. Los guías del cementerio creen que la razón de la adoración de estos grupos radica en que es la tumba número 666. La pared de la tumba está quemada. Tiene el rastro del fuego usado en los rituales oscuros que han tenido lugar alrededor de la tumba.
Los que más experimentan este tipo de acontecimientos sobrenaturales son los guardias de seguridad del cementerio. Antonio Muete lleva cuatro meses en el puesto y ya ha sido testigo de varios eventos paranormales. Por ejemplo, cuenta que mientras hacía su recorrido, en una madrugada, vio la imagen de un niño blanco que desapareció después de que volteó la mirada. Además ha visto varias sombras que recorren los senderos y se pierden entre las tumbas. “En este lugar hay personas que fueron muy malas o que fueron asesinadas por seres de oscuro corazón”, explica Muete la actividad paranormal del Cementerio Central.
Cada semana, este vigilante encuentra señales de brujería en el cementerio. En su celular tiene imágenes de varios entierros: pollos muertos en una bolsa plástica, muñecos de plástico con alfileres y toallas higiénicas con púas son parte del estremecedor repertorio. Cuando halla uno de estos artilugios los lleva hasta un riachuelo que proviene de Monserrate para quemarlo sobre el agua del afluente y así lavar las malas energías.
¿Cuál es el futuro del cementerio?
El mal estado de los mausoleos presidenciales y de las demás tumbas se debe a que son propiedad privada, por esto su mantenimiento es deber de los familiares y no del Distrito. En el caso de algunos mausoleos, que podrían considerarse monumentos nacionales, como el de Francisco de Paula Santander, se requiere permiso del Ministerio de Cultura para su intervención. De lo único de lo que se encarga la ciudad es del cuidado de las zonas públicas, como los senderos, y de garantizar la seguridad. De manera que no hay una entidad directamente encargada de la restauración y el cuidado de estas estructuras.
Por otro lado, es frecuente la queja de los visitantes porque el cementerio sólo está abierto de día. Una situación que para Wilson Pacheco, uno de los guías de turismo del lugar, “representa un desperdicio. El cementerio tiene una magia especial de noche, que brinda una experiencia inolvidable a los visitantes. Desde hace casi un año no me dan permiso para hacer recorridos nocturnos y es una pena, porque estamos perdiendo un tipo de turismo diferente y atractivo en Bogotá”.