Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Recuperar y visibilizar las memorias relacionadas con las identidades de género y las orientaciones sexuales diversas ha sido la misión que se han formulado desde la iniciativa bogotana Museo Q, una propuesta cuyos integrantes definen como “un museo anormal, ‘rarito’, sin muros y en constante tránsito”.
Lea también: Acceso a salud: el anhelo de la comunidad trans y no binaria en Bogotá.
Se trata de una propuesta museológica, sin ánimo de lucro y de carácter voluntario en Bogotá, que le apunta a incluir las historias de personas diversas como parte esencial del relato nacional en el que se reconoce que la diversidad ha existido desde tiempos inmemorables y habita todos los espacios, cuerpos y territorios en la cotidianidad.
Con este pilar, un grupo de cinco personas se empezó a cuestionar en 2012 cómo se podrían abordar las memorias del colectivo LGBTI en los museos, asimilando que hasta tal fecha existían apenas exhibiciones esporádicas enfocadas principalmente en las piezas de artistas nacionales abiertamente homosexuales, como el pintor Luis Caballero y el escultor y artista audiovisual Carlos Motta.
Por ello se animaron a crear un espacio que permitiera compartir algunas de las experiencias que implica vivir en un país como Colombia, fuera de los patrones impuestos de la cisnormatividad (identificarse con el género asignado al nacer) y la heteronormatividad, creer que lo “correcto” es sentirse atraído por las personas del sexo opuesto.
Cabe mencionar que, de acuerdo con el Observatorio Prediva, de la Fundación Grupo de Acción y Apoyo a personas Trans (GAAT), hasta octubre de 2021 en el país se presentó un incremento del 25 % en la violación de derechos humanos a personas con experiencias de vida trans. Esto llevó a que Colombia, con 40 registros, fuera el segundo país en América del Sur en reportar más muertes trans, seguido de Brasil, con 125 decesos.
“Hemos realizado exhibiciones, acciones conmemorativas e intervenciones en espacios académicos, dado que coincidimos en que es importante aportar a la creación e investigación de la pluralidad del concepto de patrimonio, ya que dentro de las nociones de este se incluyen narraciones que dan valor a las comunidades”, explica Michael Andrés Forero Parra, integrante fundador del Museo Q.
Así es como se han realizado exposiciones artísticas, como ´Lo que se ve no se pregunta´ (2016 y 2018), en alusión al concepto de salir del clóset; ´Lluvia de sobres´ (2017), que alude al matrimonio igualitario, y ´Libido´ (2018), relacionada con el cuerpo y la exploración de lo erótico.
Sin embargo, la inspección de lo que podría llegar a ser patrimonio trans, lésbico y queer también se extiende a las letras. Por consiguiente, le apuntaron a la creación de una obra que les permitiera a los lectores adentrarse un poco en las historias de vida de los integrantes de este grupo minoritario.
De este modo es como surgió el libro ´Devenir queer: al límite del patrimonio´, una pieza bibliográfica creada por 14 autores diferentes, que fue galardonada en diciembre del año pasado con el Premio Julio González Gómez, del Programa Distrital de Estímulos 2021.
Le puede interesar: Mahuampi Venezuela: fundación que lucha por los derechos de los migrantes.
Apropiarse del insulto
En las 258 páginas que componen este libro se encuentra el texto ´Insultos comestibles´, el último de los capítulos que contiene un “recetario” realizado con una línea de sátira por una experta en gastronomía. En este, términos como “roscón”, “gallina”, “arepera”, “galleta”, “pato”, “bollera” y “tortillera”, que han sido empleados de manera histórica para segregar y discriminar a la comunidad LGBTI, fueron resignificados con una inventiva de apropiación.
“Transformar el insulto como una reivindicación ha sido la historia de quien es diferente: abrazar al ‘maricón’, exaltar lo ‘marimacha’ y amar la pluma. En este camino de ‘chuequiar’ el patrimonio, Museo Q, con la participación del Restaurante Arcobaleno, ofrece una serie de nutritivas recetas para saborear ‘la raritura’ y evaporar la vergüenza”, se lee al empezar el episodio.
Según los editores del libro, en Colombia el insulto es parte del paisaje cotidiano de aquellas personas que no están dentro del patrón de lo conocido como normativo. “Este controla, aniquila, desaparece, atemoriza, esconde y ridiculiza. Lo hacen en la calle, en el bus, en las redes sociales y en el colegio”, afirmó.
Es por ello que este tipo de iniciativas permiten reconocer las existencias plurales, diversas y libres de construcciones sociales impuestas. De acuerdo con la Encuesta Latinoamericana sobre diversidad sexual, acoso, violencia y discriminación en el ámbito laboral, realizada en 2020, en Colombia persiste la discriminación hacia las personas LGBTI, la violencia por prejuicio y las barreras de acceso a los derechos de salud, educación, trabajo y la participación política.
“He vivido las consecuencias de las violencias que ejerce el mundo patriarcal, tradicional y ortodoxo en busca de silenciar y esconder todo lo diverso. Así pues, el texto fluyó en forma de sátira, porque quizás es la mejor receta para abordar un insulto: una buena base de actitud y resistencia, una pizca de humor negro y también de elegancia. Todo eso junto a fuego medio”, comentó Catalina Mojica, cocreadora del capítulo y quien agrega que el género del recetario no se concretó previamente. “Podemos pensar que el género fluye, y eso aplica también para los géneros literarios”.
Esta publicación es el primer proyecto editorial sobre cultura y patrimonio queer en el país. Es por esto que desde el Museo Q están buscando que se pueda llevar al impreso con alguna editorial nacional. Mientras eso sucede, quienes estén interesados en leerlo podrán encontrarlo disponible en PDF y audiolibro en la página principal de la Biblioteca Digital de Bogotá.
Nota relacionada: Secuelas del covid: la angustia de los recuperados.