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La laguna Encantada es uno de los pocos lugares de Bogotá donde hoy se puede escuchar el canto de la alondra cornuda. Es una pequeña ave con cuerpo similar al de un copetón, pero que se diferencia por su pico y cabeza, que parece llevar encima una corona negra. Aunque está en vía de extinción, se ha identificado una pequeña población que sobrevive dentro de una vegetación seca y nativa, que es característica de Cerro Seco.
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Estamos hablando de una zona al borde de la ciudad, que además de pertenecer a Ciudad Bolívar y colindar con Soacha, se caracteriza por múltiples factores ambientales y culturales que la hacen diferente de otras partes de la capital. Primero hay que resaltar que está junto a una zona de expansión y otra de influencia minera, mientras que en la cima se encuentra el Palo del Ahorcado o de la Vida, el único árbol en ese punto, al que en Semana Santa peregrinan más de 20.000 personas del sur de Bogotá.
Pero quizá su mayor valor es el ambiental. A simple vista se trata de una zona casi desértica, que podría categorizarse como un potrero, pero que en realidad es un ecosistema subxerofítico andino (en el que confluyen vientos, pero además aguas subterráneas), con matorrales de arbustos, plantas no vasculares como los musgos y líquenes, además de helechos, bromelias y variadas orquídeas.
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Según Michael Ramírez, integrante de uno de los procesos comunitarios que protegen la zona, resalta que allí se encuentran dos tipos de agaves y “por lo menos 30 especies de orquídeas, de las cuales 23 son endémicas de Colombia y una de este tipo de suelo”, a lo que se suma arte rupestre y paleosuelos, que retienen y redistribuyen el agua a formaciones subyacentes, por lo que se dice que esta zona es la Van der Hammen del sur.
Por ello es que hay varios temores sobre lo que pasará en la zona. Primero, por los títulos mineros, pues a poco más de 200 metros de la laguna Encantada hay un polígono de extracción, mientras que al otro costado hay zonas compatibles. Además, está la expansión urbana, pues muy cerca no solo se encuentran los últimos barrios de Ciudad Bolívar, sino invasiones como Ciudadela Sucre, que vienen desde Soacha.
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“En Cerro Seco hay una explotación minera de material de construcción. Tenemos una cantera abierta con una licencia ambiental que no cumple con el manejo de obras e incluso tiene dos procesos sancionatorios de la CAR y la Agencia Nacional Minera, por incumplimientos, por las regalías y tener una máquina de triturado, que no se vinculó al plan de manejo de obras ni a la licencia ambiental”, indicó Wílder Téllez, uno de los líderes de la zona.
El líder agrega que adicionalmente se han presentado afectaciones en la quebrada La Trompetica, sobre la que se hizo una construcción, así como afectaciones a los vecinos, por el material particulado y el paso de las volquetas, que han afectado el estado de las vías.
Los polígonos de influencia son el 3 y el 4, uno en Soacha y el otro en Bogotá, por lo que dentro del proyecto del Plan de Ordenamiento Territorial se incluyeron dos figuras para su protección: el Parque Ecológico de Montaña y el Parque de Borde. No obstante, la magistrada Nelly Villamizar, encargada del cumplimiento de la sentencia de recuperación del río Bogotá, pidió explicaciones al Distrito por la categorización en los primeros documentos del proyecto a estas zonas, habilitadas por el Gobierno Nacional para la minería.
Por el otro lado, aunque la comunidad celebra que el POT le devuelva la categoría de protección al sector, que se levantó en la anterior administración, temen que se haga más minería u obras que terminen endureciendo más la zona. “Hay un parque metropolitano que ya existe, que es el de Arborizadora. La segunda es la reserva ambiental de alta montaña, que propende por la recuperación, y está el Parque de Borde, que aún no es claro cómo funciona. Además, permite el trazado de vías e infraestructura, que tememos pueda motivar la expansión urbana y las invasiones”, argumentó Ramírez.
Carolina Urrutia, secretaria de Ambiente, cree que no es viable restringir completamente las actividades, ya que esto sí propiciaría las invasiones del territorio, como ha ocurrido en Entrenubes, y al contrario, aprovechando el gran sentido de pertenencia e interés de la comunidad para proteger la zona, se puede permitir un tipo de recreación pasiva, sin desconocer que hay determinaciones superiores al POT, como lo son los polígonos de extracción minera. “En los parques de borde puede haber equipamientos, puede haber presencia institucional y, por lo tanto, formamos una contención de esos procesos en el borde donde hay mayor presión de urbanización. Siempre será un reto prevenir los procesos de ocupación, pero consideramos que en esta zona tenemos muy buenas herramientas para prevenirlo”.
En cuanto a la minería, la comunidad esperaba que dentro de las zonas protegidas del POT se incluyeran las zonas compatibles, y no fue así por lo que creen que se debe al afán de la presentación del proyecto al Concejo, pero Urrutia señala que esto no se incluyó debido a que antes tienen que hacer una solicitud de reducción del polígono al Ministerio de Ambiente. “Tenemos privados que están solicitando los instrumentos ambientales. Hay insatisfacción, pero creemos que no incluirlo le da mayor seguridad al resto del área, porque lo que pasa es que si la demandan no se nos cae toda el área de protección”.
Por ahora, la magistrada Villamizar anunció una inspección para el próximo mes, mientras que en el cabildo comienza el debate alrededor del POT, con lo cual se define parte de la conservación de la zona. El resto tendrán que ser acuerdos con los propietarios de los predios, así como con Soacha y la comunidad que ha velado por su protección.
Nota del editor:
Dentro de los parques de montaña no se permitirá la construcción de vías.