Los negocios inmobiliarios que perdieron y ganaron en la pandemia
Hay personas para las que el mundo no volverá a ser igual. Unas dejarán el trabajo permanente en una oficina y migrarán a un “coworking”, y otras cerrarán sus locales y alquilarán un “storage” o contemplarán la idea de vivir en “coliving”.
Diego Ojeda
Para el comerciante Marcos la pandemia significó un giro de 180 grados. Los cierres impuestos en medio de la pandemia, sumados a la negativa de la inmobiliaria a bajar el precio del arriendo de su local, lo llevaron a cerrar y a operar en línea. Abrió su negocio en una plataforma de e-commerce y ahora guarda su mercancía en una bodega por la que paga $100.000 al mes. ¿Qué pasó? La rigidez de un arrendatario le hizo perder un cliente, pero la flexibilidad de otro lo ganó. Casos como este, y en otras esferas del negocio inmobiliario, han demostrado que la pandemia ha dejado ganadores y perdedores. Si bien el coletazo económico ha sido para todos, hay quienes han visto en el problema una oportunidad, y desde ya se evidencia cómo el uso de los espacios está cambiando.
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El Espectador habló con varios protagonistas de estos negocios para entender dicha transformación. Uno de ellos es Andrés Correa, presidente de la Federación Internacional de Profesiones Inmobiliarias (Fiabci), quien asegura que entre los ganadores están los suburbios de la capital, pues por el trabajo en casa muchos optaron por espacios más amplios y conectados a la naturaleza; la vivienda, que con la ayuda de los subsidios y las bajas tasas de interés alcanzaron ventas significativas, y el negocio de la logística, como las bodegas de última milla o el storage. Para él, entre los perdedores están las oficinas, el comercio, los bares, hoteles, restaurantes y demás sectores del entretenimiento, que pertenecen al grupo de los más castigados por la pandemia.
El presidente de la Lonja de Bogotá, Andrés Mauricio Martínez, comparte una visión similar e incluso detalla que algunos constructores piensan en cambiar espacios que antes estaban proyectados para oficinas, con la intención de convertirlos en viviendas. Así las cosas, el trabajo sería otra de las grandes transformaciones. Y es que, según una encuesta del Ministerio del Trabajo, tan solo el 7 % de las personas estarían dispuestas a volver a trabajar de forma permanente en las oficinas, mientras que más del 40 % aseguran sentirse satisfechos con el trabajo en casa. Este comportamiento ha demostrado ser una oportunidad para el negocio de alquiler de oficinas. Cifras entregadas por Andrés Rocafort, director regional de IWG, muestran que en el último tiempo el arrendamiento de estos espacios (privados o de coworking) han tenido un incremento del 20 %, si se compara con tiempos de prepandemia.
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De nuevo la flexibilidad parece ser la fórmula del éxito, pues según este directivo, muchas empresas quieren librarse de contratos que los atan a un inmueble por años, mientras en negocios como el suyo se pueden pactar arrendamientos por meses, semanas e incluso días, con la ventaja de que pueden ser hasta 35 % más económicos en comparación con el modelo convencional. Las cifras han sido tan positivas, que incluso proyecta abrir 15 nuevos espacios este año, lo que demandará una inversión de US$30 millones, sin contar la eventual compra de competidores pequeños y el estreno del modelo de franquicias en el país.
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Otro que busca hacer inyecciones de capital en su negocio, aprovechando estos cambios de comportamiento, es Oikos Storage. Su gerente, Felipe Roldán, quien define la empresa como “un hotel para cosas”, asegura que se preparan para la construcción de nuevas sedes, pues la pandemia ha incrementado significativamente la demanda de sus servicios. No solo personas como Marcos, que cerraron sus locales y guardaron sus mercancías en estos espacios, sino de personas que cambiaron de apartamento o que se fueron a vivir fuera de la ciudad.
“Al mal tiempo buena cara”, dice un dicho, y eso es lo que han hecho muchos empresarios en esta pandemia, reinventar o sacarles el jugo a sus modelos de negocio en medio del cambio comportamental que trajo consigo el COVID-19, entendiendo que para muchos el mundo no volverá a ser igual y que el olfato empresarial para percibir sus necesidades es la clave para los buenos negocios.
Para el comerciante Marcos la pandemia significó un giro de 180 grados. Los cierres impuestos en medio de la pandemia, sumados a la negativa de la inmobiliaria a bajar el precio del arriendo de su local, lo llevaron a cerrar y a operar en línea. Abrió su negocio en una plataforma de e-commerce y ahora guarda su mercancía en una bodega por la que paga $100.000 al mes. ¿Qué pasó? La rigidez de un arrendatario le hizo perder un cliente, pero la flexibilidad de otro lo ganó. Casos como este, y en otras esferas del negocio inmobiliario, han demostrado que la pandemia ha dejado ganadores y perdedores. Si bien el coletazo económico ha sido para todos, hay quienes han visto en el problema una oportunidad, y desde ya se evidencia cómo el uso de los espacios está cambiando.
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El presidente de la Lonja de Bogotá, Andrés Mauricio Martínez, comparte una visión similar e incluso detalla que algunos constructores piensan en cambiar espacios que antes estaban proyectados para oficinas, con la intención de convertirlos en viviendas. Así las cosas, el trabajo sería otra de las grandes transformaciones. Y es que, según una encuesta del Ministerio del Trabajo, tan solo el 7 % de las personas estarían dispuestas a volver a trabajar de forma permanente en las oficinas, mientras que más del 40 % aseguran sentirse satisfechos con el trabajo en casa. Este comportamiento ha demostrado ser una oportunidad para el negocio de alquiler de oficinas. Cifras entregadas por Andrés Rocafort, director regional de IWG, muestran que en el último tiempo el arrendamiento de estos espacios (privados o de coworking) han tenido un incremento del 20 %, si se compara con tiempos de prepandemia.
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“Al mal tiempo buena cara”, dice un dicho, y eso es lo que han hecho muchos empresarios en esta pandemia, reinventar o sacarles el jugo a sus modelos de negocio en medio del cambio comportamental que trajo consigo el COVID-19, entendiendo que para muchos el mundo no volverá a ser igual y que el olfato empresarial para percibir sus necesidades es la clave para los buenos negocios.