Los retos que se vienen en la relación Bogotá-Nación
Más allá de la tensionante relación que se ha vivido entre el presidente Gustavo Petro y la alcaldesa Claudia López, el cambio de alcalde será la oportunidad para buscar nuevas sinergias. Estos son los desafíos que quedan pendientes.
Alexánder Marín Correa
Todo presidente llega a la Casa de Nariño endeudado con Bogotá. En campaña, mostrar interés por sus problemas es estratégico para conquistar un electorado, decisivo en cada contienda. Pero al asumir, todo cambia. Muchas veces, la disincronía ideológica y de periodos entre el mandato distrital y nacional ha llevado a que decisiones importantes terminen permeadas más por intereses políticos que por las necesidades de la ciudad.
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Todo presidente llega a la Casa de Nariño endeudado con Bogotá. En campaña, mostrar interés por sus problemas es estratégico para conquistar un electorado, decisivo en cada contienda. Pero al asumir, todo cambia. Muchas veces, la disincronía ideológica y de periodos entre el mandato distrital y nacional ha llevado a que decisiones importantes terminen permeadas más por intereses políticos que por las necesidades de la ciudad.
Y esta vez no ha sido la excepción. El primer año de Gustavo Petro como presidente coincide con el ocaso del mandato de la alcaldesa Claudia López y el fragor de una contienda electoral, para elegir su reemplazo. Bajo este contexto, tanto Petro como López se han dedicado a mantener vivas controversias alrededor de temas como la primera línea del metro; la seguridad, y la paz total, que más que rifirrafes en redes sociales, requieren de la sinergia Distrito-Nación.
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Lo que hay detrás es puro cálculo político: una mandataria que abre camino a su futura campaña presidencial, desmarcada de la figura del primer mandatario, y un presidente que apunta a que el reemplazo de López sea afín a su proyecto, para influir con más eficiencia en la ciudad. Prueba de ello es cómo López, a meses de dejar el cargo, impulsa proyectos de ley con impacto nacional, sobre algo tan sensible como la seguridad, o cómo desde el gobierno alargan la incertidumbre sobre la primera línea, esperando a que llegue el próximo alcalde.
No obstante, más allá de las controversias de estos pesos pesados de la política, es clave recordar que la ciudad se enfrentará en el futuro inmediato a otros retos, en los que se requerirá de una relación sólida con la nación, en especial, teniendo en cuenta lo significativo de la economía de la capital en el PIB nacional (por encima del 25 %). Cualquier decisión o distanciamiento podría tener incidencia nacional.
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Los retos que vienen
Más allá de los políticos, están las necesidades de la ciudad. Y lo que se viene es clave. Ómar Orósteguí, director del Laboratorio de Gobierno de la Universidad de la Sabana, tiene una visión sobre los retos inmediatos que, seguro, tienen el potencial de generar nuevas fricciones entre Bogotá y la Nación. Resalta la validación o no del apoyo de la Nación para atender el déficit del transporte público; el apoyo para una nueva cárcel y, sin lugar a duda, la estrategia de seguridad.
Sin embargo, para él hay un asunto del Plan Nacional de Desarrollo, que requiere atención: la reglamentación para categorizar municipios y las transferencias; la revisión del modelo de estratificación, y la revisión de los impuestos de los entes territoriales. “Imagínese meterles la mano a los impuestos que recaudan los municipios por iniciativa de la Nación. Me preocupa que le termine quitando plata a Bogotá. Si bien la capital tiene más autonomía financiera que otros municipios, cualquier peso que le quiten descuadra”, dice.
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Para César Restrepo, director de seguridad ciudadana de Probogotá, otro reto será siempre la seguridad, tema en el que actualmente hay una mala relación, “en especial porque el diálogo entre alcaldesa y presidente no fue claro desde el principio. El presidente, porque no trajo propuestas concretas, y la alcaldesa, porque creyó que le iban a dar respuesta inmediata a sus pedidos”.
Destaca que los choques entre Petro y López alrededor del tema tiene una razón: “La alcaldesa, desde su posesión, ha ejercido la mala costumbre de politizar el tema de la seguridad, al someter las discusiones a la coyuntura política del momento o a sus necesidades, pensando en su futuro electoral. Y cuando la discusión de la seguridad se ciñe a intereses políticos, su gestión es casi que imposible”.
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Expectativas
Las elecciones locales se ven como una oportunidad para mejorar la relación, especialmente si se tiene en cuenta que “en Colombia solo dos alcaldes de Bogotá han llegado a la Presidencia. Esto significa que Petro, en su agenda, la capital lleva un lugar importante. Parte de su electorado fuerte lo tiene acá y eso hace que la relación con Bogotá sea prioritaria”, dice el politólogo y analista Fernando Posada.
No obstante, los analistas creen que alinear, con mayor facilidad o no, esta relación dependerá de cómo le vayan al Pacto Histórico en las elecciones. “De alguna manera, el presidente no puede perder su fortín electoral. Si no queda su alcalde, Petro debe buscar cómo posicionarse en la capital, no puede distanciarse. Tendría que reconfigurar su discurso. Por estrategia no sería bueno cazar más peleas con Bogotá, porque, al final, impulsaría un voto castigo”, dice Oróstegui.
No obstante, destaca un fenómeno, por analizar: la segunda vuelta y las alianzas que se forjen. “¿Cómo puede ser la relación de un alcalde, que resulte electo tras una alianza con partidos de oposición al gobierno? Esto es un elemento nuevo y no sabemos cómo pueda incidir en el margen de maniobra. Es un punto crucial que entra a jugar y se debe tener en cuenta”.
Para Edna Carolina Camelo, politóloga y docente de la Universidad Nacional, la relación Bogotá-Nación es sin duda un reto que se puede desglosar de diferentes formas: administrativas, fiscales y políticas. Y los gobiernos de Duque-López-Petro son muestra de varias de esas consideraciones y la importancia que tiene la ideología y el proyecto de país o ciudad, para lograr una mejor articulación.
“Lo técnico responde a ello, no al contrario. Por eso, tener claridad frente a las competencias de cada uno, los recursos que aportan y los puntos de convergencia, en los que deben trabajar, puede permitir mayores avances. El nuevo alcalde tendrá esa relación como base para la implementación de servicios articulados, que sirvan a todos los ciudadanos. Lo cierto es que un proyecto de ciudad políticamente opuesto al del Gobierno Nacional dificultará eso, porque las visiones de desarrollo son distintas y los compromisos financieros en ese sentido pueden no concretarse”.
Para sortear estos obstáculos ¿Qué necesita Colombia en su relación con Bogotá? El analista Posada cree que, de entrada, será clave una comunicación fluida, con canales privados permanentes entre presidencia y alcaldía, pero, sobre todo, que “la presidencia entienda que es potestad de la Alcaldía determinar el futuro de las obras públicas y su naturaleza. Que la nación ponga recursos no significa que pueda llegar a revertir los proyectos. Se deben respetar los límites de hasta dónde llega la Nación y dónde empiezan las facultades de una alcaldía, facultada con toda la legitimidad de unas elecciones por votación popular”, dice Posada.
Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Universidad del Rosario, complementa esta visión: “La mejor forma de tener una relación fluida entre Bogotá y la Nación es tener intereses comunes. Se debe trabajar en una agenda con Bogotá, que sea compatible con los objetivos de este gobierno en materia de paz total, de seguridad, de reactivación económica, etcétera. Es lamentable que habiendo una alcaldesa y un presidente que, de alguna manera son afines ideológicamente, no hayan podido traducir esa afinidad en hechos concretos”.
Claudia López está quemando sus últimas cartas, antes de dejar el Palacio Liévano. Por su parte, Gustavo Petro aún tiene tres años de mandato. Así pues, quien resulte electo como nuevo alcalde tendrá que pensar en cómo afinar mejor la relación con la nación, para no estancar a Bogotá.