Los tesoros prehispánicos que se esconden bajo el suelo bogotano
En los cimientos de lo que hoy conocemos como Bogotá se esconden los vestigios de la cultura prehispánica. El último hallazgo se dio en las obras del cable elevado de Ciudad Bolívar.
jairo andrés Cárdenas A.
En Ciudad de México, a una cuadra de la plaza de la Constitución, se aprecia lo que fue uno de los templos más importantes del imperio azteca. Estas ruinas estuvieron escondidas bajo las edificaciones coloniales por años, pero volvieron a la superficie en 1970, cuando trabajadores de la empresa de energía las encontraron por accidente. Hoy, la mayor parte de la antigua ciudad azteca sigue bajo el centro histórico de la capital mexicana.
La historia de Bogotá no es diferente. La llegada de los españoles marcó el declive del pueblo muisca, que poblaba gran parte de los departamentos de Santander, Boyacá, la sabana de Bogotá y en especial lo que hoy conocemos como el centro histórico. Al igual que los aztecas, gran parte de su historia también está bajo tierra.
Rescatar estos tesoros no es tan fácil como parece. No existe un mapa con la ubicación de los asentamientos de la época y, aunque existiera, la mayoría estarían bajo alguna construcción moderna que no será demolida para desenterrar vasijas, huesos o herramientas de piedra, independientemente de su valor histórico y cultural. La razón es simple: si debajo de su casa, por ejemplo, hay un antiguo cementerio indígena, seguramente no dejaría que la demolieran en pro de la historia. Además, nadie puede obligar a hacerlo.
¿Cómo se pueden recuperar entonces las piezas escondidas bajo la ciudad? Aunque resulte paradójico, gran parte de estos hallazgos dependen del desarrollo urbano de Bogotá. El decreto 1080 de 2015, o Decreto Único Reglamentario del Sector Cultura, obliga a que toda construcción que requiera licencia ambiental u ocupe un área mayor a una hectárea debe tener un plan de manejo arqueológico. Aquí hay una oportunidad, aunque la norma no se cumple a cabalidad.
Juan Manuel Díaz, coordinador del grupo de arqueología del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), explica cómo funciona esta norma y cuál es su alcance. “Lo primero es hacer una inspección arqueológica en el área de construcción. Si hay alguna posibilidad de hallazgos, un profesional debe acompañar los trabajos de excavación para garantizar el manejo adecuado de cualquier material que encuentren. En Bogotá hay varios puntos que han sido debidamente documentados, pero, la verdad, son muy pocos los hallazgos en el casco urbano, porque no es común que se cumpla lo que ordena la ley. Si de verdad queremos recuperar esos tesoros, el Estado debe ser más estricto”, indicó.
Según el Icanh, actualmente hay registros de 60 hallazgos arqueológicos en la ciudad, la mayoría en localidades como La Candelaria, Suba, Usaquén, Fontibón, Bosa y Ciudad Bolívar, entre otras. Los arqueólogos han encontrado evidencia de asentamientos indígenas. Se puede decir que toda Bogotá es un potencial punto de excavación arqueológica.
El debate de Ciudad Bolívar
Uno de los últimos hallazgos del que hay registro se llevó a cabo el 24 de septiembre de 2016, donde se construye la primera estación del cable aéreo de Ciudad Bolívar, a un lado de la estación El Tunal de Transmilenio. En las excavaciones, el equipo encargado del monitoreo arqueológico documentó el hallazgo de varias piezas de cerámica, herramientas y restos óseos.
Este último punto abrió un nuevo debate sobre las políticas de protección de las potenciales zonas de interés arqueológico. Una vez se terminó el levantamiento de las piezas, el contratista tapó las excavaciones hechas por los arqueólogos y siguió la obra. Por este caso, el concejal Julio César Acosta le pidió una explicación al Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) sobre lo sucedido y la suerte del hallazgo.
Yaneth Mantilla, directora del IDU, en una carta radicada el 23 de febrero de 2017 respondió que el equipo arqueológico, autorizado por el Icanh, rescató todos los elementos enterrados, por lo que la obra continuó según el cronograma. “Hasta la fecha se han realizado actividades de monitoreo para evitar cualquier tipo de alteración al patrimonio arqueológico. El rescate terminó el 30 de diciembre de 2016 y a partir de 2017 se dio inicio a la etapa de laboratorio de 12.685 fragmentos de cerámica y cinco cuerpos humanos”, indicó.
Esto lo confirmó el coordinador del grupo de arqueología del Icanh, quien añadió que los encargados de la investigación hicieron pruebas para asegurarse de que no hubiera más piezas en el área. Sin embargo agregó que quizás existen otras piezas alrededor, pero no se pueden hacer nuevas excavaciones porque no están en terrenos de la obra.
“La ley es clara al decir que el plan de manejo arqueológico obligatorio sólo se puede desarrollar en el área donde se realizan los trabajos. En el caso de la primera estación del cable de Ciudad Bolívar, es un área de 285 metros cuadrados. Lo que sí podemos hacer es dejar una alerta para que se tenga en cuenta el antecedente en futuras construcciones en la zona”, finalizó Díaz, quien manifestó que, preliminarmente, se cree que la cerámica y los huesos encontrados en esta localidad pertenecen a la comunidad muisca, del siglo XVI.
Así las cosas, cerca del cable de Ciudad Bolívar podría existir otros tesoros prehispánicos que, por ahora, seguirán fuera del alcance de los amantes de la historia. La ley colombiana, si bien busca recuperar y proteger la investigación arqueológica y las piezas de las culturas que caminaron por el territorio nacional, también es consciente de que no puede afectar la propiedad de suelo.
Por lo pronto, los profesionales no piden un cambio en la legislación referente al patrimonio arqueológico. Según sostienen, lo único que se necesita para garantizar la protección de los bienes históricos enterrados en el país es una política más fuerte que obligue a las constructoras a cumplir con la ley. En resumen, la noticia de un nuevo hallazgo referente a la cultura muisca en Bogotá tendrá que esperar hasta que haya una nueva construcción.
En Ciudad de México, a una cuadra de la plaza de la Constitución, se aprecia lo que fue uno de los templos más importantes del imperio azteca. Estas ruinas estuvieron escondidas bajo las edificaciones coloniales por años, pero volvieron a la superficie en 1970, cuando trabajadores de la empresa de energía las encontraron por accidente. Hoy, la mayor parte de la antigua ciudad azteca sigue bajo el centro histórico de la capital mexicana.
La historia de Bogotá no es diferente. La llegada de los españoles marcó el declive del pueblo muisca, que poblaba gran parte de los departamentos de Santander, Boyacá, la sabana de Bogotá y en especial lo que hoy conocemos como el centro histórico. Al igual que los aztecas, gran parte de su historia también está bajo tierra.
Rescatar estos tesoros no es tan fácil como parece. No existe un mapa con la ubicación de los asentamientos de la época y, aunque existiera, la mayoría estarían bajo alguna construcción moderna que no será demolida para desenterrar vasijas, huesos o herramientas de piedra, independientemente de su valor histórico y cultural. La razón es simple: si debajo de su casa, por ejemplo, hay un antiguo cementerio indígena, seguramente no dejaría que la demolieran en pro de la historia. Además, nadie puede obligar a hacerlo.
¿Cómo se pueden recuperar entonces las piezas escondidas bajo la ciudad? Aunque resulte paradójico, gran parte de estos hallazgos dependen del desarrollo urbano de Bogotá. El decreto 1080 de 2015, o Decreto Único Reglamentario del Sector Cultura, obliga a que toda construcción que requiera licencia ambiental u ocupe un área mayor a una hectárea debe tener un plan de manejo arqueológico. Aquí hay una oportunidad, aunque la norma no se cumple a cabalidad.
Juan Manuel Díaz, coordinador del grupo de arqueología del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), explica cómo funciona esta norma y cuál es su alcance. “Lo primero es hacer una inspección arqueológica en el área de construcción. Si hay alguna posibilidad de hallazgos, un profesional debe acompañar los trabajos de excavación para garantizar el manejo adecuado de cualquier material que encuentren. En Bogotá hay varios puntos que han sido debidamente documentados, pero, la verdad, son muy pocos los hallazgos en el casco urbano, porque no es común que se cumpla lo que ordena la ley. Si de verdad queremos recuperar esos tesoros, el Estado debe ser más estricto”, indicó.
Según el Icanh, actualmente hay registros de 60 hallazgos arqueológicos en la ciudad, la mayoría en localidades como La Candelaria, Suba, Usaquén, Fontibón, Bosa y Ciudad Bolívar, entre otras. Los arqueólogos han encontrado evidencia de asentamientos indígenas. Se puede decir que toda Bogotá es un potencial punto de excavación arqueológica.
El debate de Ciudad Bolívar
Uno de los últimos hallazgos del que hay registro se llevó a cabo el 24 de septiembre de 2016, donde se construye la primera estación del cable aéreo de Ciudad Bolívar, a un lado de la estación El Tunal de Transmilenio. En las excavaciones, el equipo encargado del monitoreo arqueológico documentó el hallazgo de varias piezas de cerámica, herramientas y restos óseos.
Este último punto abrió un nuevo debate sobre las políticas de protección de las potenciales zonas de interés arqueológico. Una vez se terminó el levantamiento de las piezas, el contratista tapó las excavaciones hechas por los arqueólogos y siguió la obra. Por este caso, el concejal Julio César Acosta le pidió una explicación al Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) sobre lo sucedido y la suerte del hallazgo.
Yaneth Mantilla, directora del IDU, en una carta radicada el 23 de febrero de 2017 respondió que el equipo arqueológico, autorizado por el Icanh, rescató todos los elementos enterrados, por lo que la obra continuó según el cronograma. “Hasta la fecha se han realizado actividades de monitoreo para evitar cualquier tipo de alteración al patrimonio arqueológico. El rescate terminó el 30 de diciembre de 2016 y a partir de 2017 se dio inicio a la etapa de laboratorio de 12.685 fragmentos de cerámica y cinco cuerpos humanos”, indicó.
Esto lo confirmó el coordinador del grupo de arqueología del Icanh, quien añadió que los encargados de la investigación hicieron pruebas para asegurarse de que no hubiera más piezas en el área. Sin embargo agregó que quizás existen otras piezas alrededor, pero no se pueden hacer nuevas excavaciones porque no están en terrenos de la obra.
“La ley es clara al decir que el plan de manejo arqueológico obligatorio sólo se puede desarrollar en el área donde se realizan los trabajos. En el caso de la primera estación del cable de Ciudad Bolívar, es un área de 285 metros cuadrados. Lo que sí podemos hacer es dejar una alerta para que se tenga en cuenta el antecedente en futuras construcciones en la zona”, finalizó Díaz, quien manifestó que, preliminarmente, se cree que la cerámica y los huesos encontrados en esta localidad pertenecen a la comunidad muisca, del siglo XVI.
Así las cosas, cerca del cable de Ciudad Bolívar podría existir otros tesoros prehispánicos que, por ahora, seguirán fuera del alcance de los amantes de la historia. La ley colombiana, si bien busca recuperar y proteger la investigación arqueológica y las piezas de las culturas que caminaron por el territorio nacional, también es consciente de que no puede afectar la propiedad de suelo.
Por lo pronto, los profesionales no piden un cambio en la legislación referente al patrimonio arqueológico. Según sostienen, lo único que se necesita para garantizar la protección de los bienes históricos enterrados en el país es una política más fuerte que obligue a las constructoras a cumplir con la ley. En resumen, la noticia de un nuevo hallazgo referente a la cultura muisca en Bogotá tendrá que esperar hasta que haya una nueva construcción.