Mala calidad del aire en Bogotá podría generar alteraciones genéticas
Una investigación realizada entre las universidades Nacional, Distrital y Javeriana comparó muestras de personas sanas, que viven en localidades con altos niveles de contaminación, y personas diagnosticadas con afecciones pulmonares. Esto encontraron.
La emergencia que vive Bogotá en materia ambiental no solo tiene que ver con la reciente crisis hídrica. La contaminación de humedales y ríos, así como los abruptos cambios en el clima, son otras aristas. Pero quizás una de las más complejas es la contaminación del aire, clave para determinar la calidad de vida, ya que sus efectos se reflejan en la salud, en las afectaciones a la naturaleza, en la percepción de bienestar. Para precisar el impacto, el Instituto de Genética Humana, de la U. Javeriana, realizó una investigación sobre cómo los materiales particulados, pueden alterar el organismo.
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La emergencia que vive Bogotá en materia ambiental no solo tiene que ver con la reciente crisis hídrica. La contaminación de humedales y ríos, así como los abruptos cambios en el clima, son otras aristas. Pero quizás una de las más complejas es la contaminación del aire, clave para determinar la calidad de vida, ya que sus efectos se reflejan en la salud, en las afectaciones a la naturaleza, en la percepción de bienestar. Para precisar el impacto, el Instituto de Genética Humana, de la U. Javeriana, realizó una investigación sobre cómo los materiales particulados, pueden alterar el organismo.
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En el estudio, en el que también participaron el Hospital Universitario San Ignacio y las universidades Nacional y Distrital, se analizaron los efectos de contaminantes, como los dióxidos de nitrógeno y azufre, y gases como el ozono y el monóxido de carbono, producto de actividades humanas como el uso de combustibles y procesos industriales. Los investigadores se concentraron en explorar la relación entre contaminación y cambios físicos que estarían experimentando las personas expuestas a la mezcla de partículas sólidas y líquidas, de sustancias orgánicas e inorgánicas presentes en el aire, conocidas como material particulado o PM (por su sigla en inglés).
Este material se clasifica en partículas gruesas PM10 (con un diámetro menor a 10 micras) o finas PM 2,5 (menor a 2,5 micras). Su emisión puede ser de forma directa, resultado de la actividad humana, o transformaciones en la atmósfera, propias de su ciclo natural. Y el interés de los investigadores tiene asidero en el informe “Carga de enfermedad ambiental de Colombia 2019″, que publicó el Instituto Nacional de Salud, en el que señaló que en Colombia cada año ocurren 17.549 muertes por la exposición permanente al aire y al agua de mala calidad, representando el 8 % de la mortalidad del país.
¿Aire contaminado altera los genes?
La contaminación del aire se mide en dos escalas: la global y la local. Según el documento “Aire y problemas ambientales de Bogotá”, del Laboratorio de Ingeniaría Química de la U. Nacional, los de impacto global son los gases de efecto invernadero, que provocan cambios en los patrones climáticos. Los de escala local, que afectan la calidad de vida, los representan seis contaminantes “criterio”, por sus efectos sobre la salud. Se trata de monóxido de carbono, dióxidos de nitrógeno, hidrocarburos, dióxidos de azufre, material particulado (PM) y ozono troposférico.
La presencia de estos compuestos se mide en Bogotá a través de las 20 estaciones de la Red de Monitoreo de Calidad del Aire (RMCAB), que recoge 5.300 datos al día. Se sabe que el exceso de estos compuestos incrementa el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Ahora, con este estudio, parece que los efectos van más allá: cambios en los genes. “Antes se creía que un cambio visible en las células se debía a una mutación o alteración de la secuencia de ADN. Hoy sabemos que el medio ambiente propicia estos cambios”, explica la doctora Adriana Rojas, profesora del Instituto de Genética Humana de la U. Javeriana.
Para llegar a la conclusión, el trabajo se desarrolló por etapas. “Trabajamos con el grupo de ingeniería ambiental de la U. Distrital, que analizaron la localidad con mayor contaminación, según datos de los últimos seis años”, explica Daniel González Cubides, integrante del proyecto. Uno de los hallazgos fue que, en promedio, las localidades no cumplen los niveles de concentración de PM. En el caso particular, Tunjuelito y Kennedy o zonas como Carvajal o La Sevillana exceden hasta 10 veces los niveles recomendados por la OMS, en especial en horas de alto flujo vehicular.
“La mayoría de países tienen índices estrictos, que nos cuesta cumplir. Por eso cada país establece unos estándares más flexibles, que en Colombia tampoco se cumplen”, agrega González. Actualmente, los efectos de la contaminación se perciben en gran parte de la ciudad. El ardor en los ojos, la sensación de resequedad o de arenilla en la piel lo prueban. Estas altas concentraciones de PM suscitaron el interés del proyecto, que comparó muestras de sangre de personas sanas, residentes en localidades con alta contaminación, con la de pacientes diagnosticados con afecciones pulmonares.
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¿Qué encontraron?
El análisis sugiere que “la exposición prolongada a material particulado podría provocar cambios moleculares en los genes, que los hacen parecidos a los de las personas diagnosticadas con alguna enfermedad relacionada con la contaminación del aire”. Si bien estos cambios no generan necesariamente una afección, los resultados muestran que pueden heredarse y generar diagnósticos relacionados con enfermedades pulmonares, como el EPOC o el asma.
Sin embargo, el estudio mostró que esas modificaciones podrían revertirse cuando la exposición deja de ser constante. Por esto, el autocuidado resulta clave. Los investigadores señalan una serie de hábitos que podrían disminuir los riesgos. Por ejemplo, establecer la vivienda lejos de vías principales, ventilar la casa abriendo ventanas 15 minutos diarios, evitar salir en horas pico o tomar rutas alternas. A estas se suman evitar hacer ejercicio cerca de zonas de alto flujo vehicular, optar por los medios de transporte con menos emisiones o comprar productos locales, cuya huella de carbono sea más baja. Estas prácticas, de aplicarse, seguro redundarán en un beneficio que, aunque imperceptible en el corto plazo, resultarán significativas en el mediano y largo plazo.
Las autoridades vienen haciendo esfuerzos por mejorar la calidad del aire, para los expertos falta más. En concordancia con la meta de disminución de emisiones y mitigación de enfermedades por exposición continua al aire contaminado, la Secretaría de Ambiente y la Asociación Nacional de Industriales (Andi) publicaron el documento “Medidas voluntarias para fuentes industriales y comerciales de Bogotá”, que promueve mejores prácticas, para reducir la contaminación. Este se dio a conocer justo después de la alerta por el deterioro de la calidad del aire, producto de los incendios forestales que se registraron en el primer trimestre del año.
El documento envía un mensaje a los sectores comerciales que más contaminación generan y ofrece recomendaciones de logística y operación, transporte, uso de combustibles y recolección de residuos. No obstante, para Camilo Prieto, experto en medio ambiente y profesor de cambio climático y salud ambiental, pese a ser medidas con un respaldo científico, “de no ser acompañadas por labores adecuadas de inspección, vigilancia y control de la institucionalidad ambiental, serán inútiles. En especial cuando se sabe que la carta de intención no pareciera ser vinculante”.
Es claro que, cuando no hay una sanción, las probabilidades de desantender las recomendaciones son altas. Por eso, además de la estructuración de estrategias de mitigación, las labores de pedagogía, tal y como señala el profesor Prieto, deben ser la clave para que estas acciones, pensadas para el beneficio colectivo, se incorporen en la cotidianidad de la ciudad. De lo contrario, los problemas que hoy se viven por la contaminación seguirán creciendo y arriesgando cada vez más la salud y la vida de los capitalinos.
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