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Ya han pasado cuatro días luego de casi una semana del paro de transportadores que, según la secretaría de Desarrollo Económico, dejó pérdidas para la ciudad de al menos 30 mil millones de pesos al día, impactando principalmente a los sectores hoteleros, gastronómico, transporte, bienes y servicios e industria. Incluso, en su momento, alertaron que solo quedaba abastecimiento de gasolina para 6 días, 16 para gasolina extra, 4 días para avión y 4 para diesel.
Fue tras una orden del Gobierno Nacional a los alcaldes y gobernadores, que Carlos Fernando Galán lideró la intervención de la UNDMO, antiguo ESMAD, en cinco puntos de la capital, donde finalmente se recuperó la movilidad que afectó a más de 4 millones de usuarios en Transmilenio y los niños y sus padres, regresaron a clases y sus trabajos, respectivamente.
Esta coyuntura puso nuevamente, bajo el análisis de distintos expertos, como las movilizaciones ponen en jaque la cotidianidad del centro administrativo y político del país. “La conciencia colectiva histórica de la nación sobre Bogotá siempre ha tenido a la ciudad como raíz principal del poder político, económico y social en Colombia. Desde el asedio a la capital virreinal de Santafé por parte de los federalistas liderados por Bolívar, pasando por el “Bogotazo” de 1948 hasta las recientes huelgas de trabajadores, la toma de la capital ha sido vista como un lugar de respuesta directa al gobierno central”, dijo a El Espectador, Miguel Ángel Pardo Cruz, historiador de la Universidad Javeriana.
Y es que, según datos de Felipe Jiménez Ángel, exsecretario de Gobierno y Planeación de Bogotá, siete de cada diez manifestaciones son contra el Gobierno Nacional. Asimismo, al año, hay un poco más de 1.200 protestas, es decir que casi 800 protestas son por la nula gestión o las incapacidades del Gobierno. Y 2 de cada 10 protestas se requiere la presencia de la fuerza pública.
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“Las protestas en las que hay vehículos, ya sean taxis, motos o transporte pesado, tienen su complejidad a la hora de acompañar. En parte porque la intervención clásica de la fuerza pública puede resultar inefectiva y porque las capacidades del Gobierno son limitadas. Preguntémosle, ¿cuántas grúas tienen para mover una mula en Bogotá? No tiene más de tres”, sentenció Jiménez.
Para Darío Hidalgo, experto en movilidad sostenible, estos escenarios de movilizaciones también ponen en transparencia la fragilidad de Bogotá. “Nuestra malla vial es limitada. Tenemos muy pocos accesos, de poca capacidad, con trancones todos los días por el atraso. A esto se suma una malla vial principal pocas avenidas grandes, que son importantes para la movilidad, pero con parquear tres volquetas, terminan bloqueadas”.
En esto coincide, Fernando Rojas, experto en movilidad. “Si bloquean las entradas nos genera un gran problema. Pero también el transporte público es super frágil, pues si bien el carril exclusivo funciona bien en velocidad, cualquier cosa que pase en una troncal no solo afecta ese corredor, sino a toda la ciudad”.
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De ahí, que la esperanza para cambiar el panorama, cada vez que algún grupo decida protestar y bloquear la ciudad, dice Hidalgo, está en la diversificación de los modos de transporte, la construcción de transporte masivo a desnivel, como el metro, el tren de cercanías, los cables y la expansión del sistema de transporte público de la ciudad. “De esta manera, el impacto de estos bloqueos se irá limitando, pero va a ser difícil para la mayoría de los bogotanos y nos vamos a ver sometidos por este abuso por quienes protestan sin tener en cuenta ese interés de la mayoría”.
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