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Desde que Gustavo Petro ganó la Presidencia era claro que iba a tener entre ojos el proyecto de la primera línea del Metro de Bogotá. Cuando fue alcalde, su proyecto era una línea subterránea, pero el exalcalde Enrique Peñalosa la borró de un plumazo y la cambió por una línea elevada. Desde entonces insistió sin éxito en revivir su proyecto. Ni Claudia López, tras asumir la alcaldía, atendió su llamado. La primera línea ya estaba contratada.
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Desde la campaña presidencial retomó el tema del subterráneo y al asumir como primer mandatario, lo primero que hizo fue pedir todos los documentos del proyecto elevado. No obstante, en lo que parecía un acto de resignación, semanas después de su posesión, se difundió un mensaje en el que decían que indicaron que el proyecto elevado continuaría como quedó contratado.
Hoy se conoce, que tal resignación no fue completa y en un nuevo intento por recuperar algo de su idea original, Petro pidió al consorcio Chino, que se encargará de la obra, contemplar la posibilidad de que, al menos, el tramo que pasa por la avenida Caracas sea subterráneo, y mantener elevado el primer tramo del proyecto.
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Así lo dio a conocer Blu Radio, quien informó que el primer mandatario se reunió con consorcio Apca Transmimetro, encargado de la obra, para explicarles las razones por las cuales existen riesgos de que el trazado vaya elevado por la Caracas. Según indicaron, las fuentes consultadas, no solo serían riesgos del terreno, que podrían afectar la estabilidad de las columnas, sino por el Plan de Manejo de Tráfico, pues la construcción debe mantener la operación de Transmilenio por la Caracas, y los efectos urbanísticos en el sector.
Para validar la información, sugirió consultar los estudios que se hicieron en su administración, en los que invirtió casi $100.000 millones, para analizar la propuesta y contemplar los ajustes. El asunto es que la modificación que plantea el Gobierno Nacional incrementaría el costo del proyecto en casi $5 billones.
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Actualmente, la empresa Metro ha avanzado 16 % en la construcción de la primera línea, puntualmente en los extremos del trazado: al suroccidente, el patio taller de Bosa, y al norte, la intersección en la calle 72. Por donde se proyecta el viaducto (avenida Villavicencio, avenida Primero de Mayo y avenida Caracas) avanza en el traslado de redes de servicios públicos y casi todos los predios que se necesitan están comprados y demolidos. Esto demostraría que, ante un eventual ajuste del proyecto, no habría mayor impacto estructural.
No obstante, según Juan Pablo Bocarejo, exsecretario de Movilidad de Bogotá en la administración Peñalosa (2016-2019), señaló para otro artículo en El Espectador, que cambiar o anular el contrato vigente sería un riesgo para la capital. “No le conviene a la empresa cambiar un proyecto firmado y financiado con el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y el Banco Europeo. El riesgo jurídico para la alcaldesa, el gerente de Metro y la junta directiva es enorme. Lo más crítico: se pierde el financiamiento, que será cada vez más costoso. Colombia y Bogotá pierden credibilidad y conseguir financiamiento será complejo, sin contar un atraso de al menos cuatro años”, indicó.
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Sin embargo, Petro se está jugando una carta más por rescatar algo de su plan de que Bogotá tenga metro subterráneo. Sin embargo, con un proyecto contratado y en ejecución, todas las partes deben estar de acuerdo: la Presidencia, el concesionario chino y la Alcaldía. Los efectos: posibles demoras en el cronograma y sobrecostos que, como lo aclaró la alcaldesa Claudia López en su momento, los tendrá que asumir quien quiera el cambio. En este caso, sería el gobierno nacional, con lo que Gustavo Petro tendría que pagar un costoso premio de consolación.
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