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El 2023 sería un año crucial en materia de movilidad para la capital del país. Además de los casi 500 frentes de obra que hay actualmente, el próximo año iniciarían las adecuaciones en la carrera séptima para el corredor verde y sobre la avenida Caracas se seguiría avanzando en la primera línea del metro, cuyo tramo podría ser subterráneo o elevado, según lo decida el Gobierno nacional a mediados del mes entrante. Estas dos obras, más allá de la importancia o no para la ciudad, se traduce en congestión vehicular porque dos de las principales vías del oriente estarían cerradas por las construcciones.
Estos proyectos de por sí ya han sido polémicos. El primero, el del corredor verde, del cual el IDU presentó ayer los diseños definitivos, se dice que no sería conveniente, entre otras cosas, porque eliminaría los carriles de tráfico mixto de norte a sur entre las calles 92 y 28, y, contrario a lo que prometió Claudia López en campaña, harían de ese tramo una troncal más de Transmilenio.
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El segundo proyecto, el de la Primera Línea del Metro, ha estado mediado por contiendas de egos políticos, pues a pesar de que ya se había confirmado su construcción elevada, Gustavo Petro, tras llegar a la presidencia, solicitó todos los documentos de la obra y pidió al consorcio chino que hiciera los estudios para, eventualmente, construirlo subterráneo en todo el tramo de la avenida Caracas.
Cualquiera que sea la decisión final que se tome en estas dos obras, habría un alto impacto en la ciudad, tanto en materia estructural como de desarrollo, pero la más importante, y a la que parecen estar condenados los bogotanos, es el impacto en la movilidad. Pues no solo se trata de cerrar dos de los corredores más importantes del oriente de la capital, sino de que no hay por dónde movilizar a todos los vehículos que transitan diariamente por allí, porque Bogotá no tiene más vías.
¿Colapsará el oriente de la ciudad?
En entrevista con El Espectador, Diego Sánchez, director del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), aseguró que el contrato de la obra del corredor verde durará cuatro años e iniciaría el 2023, por lo que, según sus cuentas, entre finales de 2026 e inicios del 2027 se entregaría el proyecto. Además, aseguró que el proceso de participación ciudadana, que se adelantó en 2020 y reunió cerca de 50 mil aportes de la comunidad, fue tenido en cuenta, es por eso por lo que se contempló tener un espacio adecuado para los peatones, con plazoletas y zonas verdes.
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Ante la eventual reducción en la movilidad de carros particulares en el centro de Bogotá, cuando el corredor ya esté hecho, Sánchez aseguró que la ciudadanía podrá llegar a sus destinos, pero con algunas restricciones. “La política pública con la cual se está trabajando en Bogotá le da prioridad al transporte público y la movilidad sostenible. No obstante, eso no significa que no haya espacio para los vehículos”, señaló el funcionario. Si bien el director asegura que existirá conectividad oriente occidente, evidentemente no lo habrá en sentido norte sur, por la anulación de esta vía sobre la carrera séptima.
Así las cosas, después de pasar unos cuatro años metidos en trancones mientras se construye el corredor verde, los ciudadanos que salen del norte y usan la carrera séptima para transitar hacia el centro de Bogotá, tendrán que, desde la calle 94, tomar la Circunvalar, o la carrera 11, o en su defecto la Autopista Norte, lo que evidentemente generaría un cuello de botella, pues de por sí estas vías ya viven colapsadas.
Mientras eso pasa en la carrera séptima, a escasas cuadras de allí, sobre la avenida caracas, entre las calles primera y 72, se seguirá adelantando la tan esperada obra del Metro de Bogotá. Sea elevado o subterráneo, el mensaje que queda entre líneas es que la avenida Caracas se verá afectada con eventuales cierres solo para el carril mixto, porque eso sí, el mensaje es que la “joya de la corona” del transporte capitalino, el Transmilenio, no se toca.
Entonces, quienes se movilicen por la avenida Caracas, de haber cierres, tendrán que tomar la carrera séptima, o ir hasta la carrera 30, porque como pasa en el caso del corredor verde de la séptima, no hay más vías y las que están son un caos.
Lo que está claro es que dos de las obras que parecer fundamentales para el futuro de la capital, harán pasar, por unos cuatro años como mínimo, ratos amargos a los capitalinos, quienes al final de cuentas son los únicos afectados en estas contiendas políticas. Expertos aseguran que una solución para situaciones es la planeación de los proyectos y garantizar que el transporte público cumpla con las garantías mínimas para que los ciudadanos se bajen del carro particular y se suban al Transmilenio.
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