Mompox: la vereda en la que el servicio de energía es una incertidumbre
En este territorio de Cundinamarca, la población batalla con las constantes interrupciones de energía. Alimentos dañados y niños que no pueden atender las clases virtuales son algunas consecuencias.
Diego Ojeda
Es difícil creer que a tan solo tres horas de Bogotá y en pleno siglo XXI exista un territorio en el que la energía eléctrica sea un visitante esporádico. Hay días en los que sus habitantes tienen que soportar los más de 25 grados centígrados (que suelen calentar la zona) sin un ventilador o bebida fría que los refresque.
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Pero esto es tan solo la punta del iceberg, pues estas interrupciones y constantes variaciones en el suministro energético han derivado en problemas más serios, como que los alimentos se dañen por falta de refrigeración; que algunos pobladores se queden de brazos cruzados al no poder trabajar (como pasa con los trapiches de motor eléctrico, necesarios para la producción de panela); que los electrodomésticos se dañen, y que los estudiantes, en plena pandemia, no puedan conectarse a sus clases virtuales. Es complejo hablar de condiciones para el progreso cuando una población debe estar por días sin energía y hay constantes intermitencias.
Con el sonido de las gallinas al fondo, una frente sudorosa ante el inclemente calor y sentado en una silla Rimax, don José Luis Toro (uno de los habitantes del sector), explica la problemática que se vive en Mompox, vereda ubicada en el municipio de La Peña (Cundinamarca). “Acá el transformador, de donde recibimos energía, es el último en el tramo de la línea. Fue instalado hace diez años, para atender la demanda de doce viviendas. Con el paso del tiempo se han ido construyendo más casas, al punto de hoy somos 23 familias que llevamos años pidiendo que nos coloquen otro transformador”.
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Sí, años. Este no es un problema reciente en la vereda, pues en todo este tiempo sus habitantes aseguran sentirse casi que al borde del abandono por Enel-Codensa, que es la empresa encargada del suministro de este servicio público esencial, mismo que según la Corte Constitucional es necesario para garantizar el bienestar general y mejoramiento de las condiciones de vida de los colombianos. Aquí el tema de fondo sería la vulneración al derecho de gozar una vida digna para toda una comunidad.
El defensor de derechos humanos Yeisson Sua Cajamarca es consciente de esta situación y ha ayudado a esta comunidad a interponer sus primeras acciones legales, con la esperanza de que la empresa de energía responda a su clamor. Es así como el pasado 29 de agosto radicaron 18 derechos de petición a Enel-Codensa, en los que no solo se pide informar a la comunidad sobre lo que está pasando, sino que manifieste cuándo hará los ajustes técnicos necesarios (que podrían implicar la instalación de uno o varios transformadores nuevos), que garanticen una adecuada prestación del servicio.
Los habitantes de esta vereda, como pueden, se las ingenian para mitigar al máximo la afectación de esta problemática. Por ejemplo, para que los niños puedan atender sus clases virtuales se tiene que emprender un extenso recorrido hasta el pueblo, para que allí les dejen cargar los celulares, mientras compran paquetes de telefonía y datos prepago. “Muchas veces la gente se obliga a pagar esas recargas y bajarle un poco a la comida, para mantener a los muchachos estudiando”, nos cuenta uno de los pobladores. “Por acá hay mucho problema por solucionar y el alcalde no le mete el hombro a eso”, denuncia otro.
Al problema del transformador se suma la desatención que tienen las líneas de energía a lo largo del territorio, pues con el crecimiento de las ramas de los árboles estas frecuentemente hacen contacto con los cables, lo que se traduce en un considerable riesgo de corto circuito.
“El viernes se nos fue la luz, los bombillos alumbraban de color rojo porque la energía que se estaba recibiendo era muy bajita, no servía para nada. Resulta que el problema lo ocasionó una rama que se cayó en una de las cuerdas. Nosotros llamamos al guardalíneas que hay en La Peña y ¿cómo es posible que nos diga que nosotros somos los que tenemos que tumbar la rama y que después ellos nos mandan el servicio? La gente por necesidad fue y se arriesgó. Unos amarraron las líneas con unos lazos, mientras que otro, con una motosierra, quitó el palo. Inmediatamente la energía comenzó a llegar normalmente”, explica Toro.
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Entre trochas, con terrenos enlodados, este productor de panela nos llevó hasta la finca de uno de sus vecinos, donde un poste de energía de madera (de los que se pusieron hace diez años y está a escasos metros de su vivienda) se encuentra inclinado unos 110 grados con relación al piso, sostenido por un cable metálico que lucha contra el viento y la lluvia para mantenerlo anclado a la tierra. El temor del propietario del predio es que un día ese viejo poste no aguante más y se caiga, causando así un accidente eléctrico.
Eso sí, y como se lee en los derechos de petición, aunque el servicio suministrado por Enel-Codensa es “de pésima calidad”, los cobros llegan puntuales y exigiendo el pago oportuno, sin que el valor pagado se vea reflejado en una buena prestación, “afectando así el bienestar, la seguridad y los derechos esenciales de toda la comunidad, entre los que se encuentran adultos mayores y menores de edad, que por razones de pandemia hoy no desarrollan su actividad académica de forma virtual”, se lee en el documento.
El Espectador consultó a Enel-Codensa sobre esta situación y, mediante un comunicado, la compañía asegura que conoce y ha atendido las solicitudes que le han radicado. Además, dijo que el pasado martes 7 de septiembre realizó una visita al sector, identificando la necesidad de hacer un estudio de potencias en horas pico al transformador, el cual es de 15 kilovatios. Con esto buscan diagnosticar su capacidad para atender la demanda energética de la zona.
Del mismo modo, detalla que se está evaluando la posibilidad de reubicar el transformador y reforzar las redes de baja tensión, además de programar (antes de que finalice 2021) el cambio de cinco postes de madera. Enel-Codensa también se comprometió a coordinar con el equipo de Gestión del Riesgo de la Alcaldía de La Peña el análisis de la afectación de los elementos arbóreos sobre las redes, para así tomar las acciones que consideren pertinentes.
“Enel-Codensa reitera su compromiso con la prestación de un servicio seguro, confiable y de calidad en el departamento de Cundinamarca e invita a que las personas que tramitan solicitudes a través de los canales de atención de la compañía lo hagan con la información de contacto que permita realizar los seguimientos respectivos de forma ágil y satisfactoria”, concluyó la compañía.
Cuando no funciona el Estado social de derecho
Según Yeisson Sua, esto es muestra de que en Colombia no siempre funciona el Estado social de derecho, en el que en teoría debe haber entes de control que atiendan este tipo de inconvenientes, empresas que cumplan con lo pactado en los contratos y administraciones públicas que garanticen el bienestar de la ciudadanía.
Esto, con base en lo dicho por Toro, no es una realidad en la vereda de Mompox, pues el alcalde les ha mencionado que su representación en el Concejo Municipal únicamente debe darse mediante la Junta de Acción Comunal (lo cual no es cierto), misma que al parecer no tiene un presidente activo debido a una sanción impuesta durante la pandemia.
Y cuando el Estado social de derecho falla en Colombia, según lo descrito por Sua, la respuesta se logra gracias a la presión de los medios de comunicación y las redes sociales. “No debería ser así, pero esos son los hechos”, detalla, al agregar que esperan emprender nuevos pasos legales en busca de una indemnización para los habitantes de la vereda de Mompox, que les reconozca un pago por los electrodomésticos que se han dañado y repare la afectación a los derechos que les han sido vulnerados por la mala prestación del servicio.
Por lo pronto Érika Sánchez, Telésforo Guerra, Ramiro Mahecha, José Luis Toro y los demás habitantes del sector esperan una respuesta ante esta situación, pues todos sueñan con el progreso, con ver sus trapiches moliendo la caña para hacer la panela sin problemas, con ver a sus hijos formándose en línea y sin que ninguna empresa les ponga obstáculos en su sueño de ser profesionales.
Un problema que no es ajeno en el país
Según el más reciente informe de la Superintendencia de Servicios Públicos, de los 1.055 municipios analizados en el país, el 23 % comparte una situación similar (en la mayoría de los casos menos fuerte) a la que se vive en la vereda Mompox (Cundinamarca).
Esto al encontrarse en el rango IV del indicador SAIDI, en el que se ubican los territorios que experimentan interrupciones en el servicio de energía de más de 110 horas al año.
Aunque el municipio de La Peña registró un promedio de 106 horas, hay otro, Roberto Payán (en Nariño), que registró 797 horas.
Una urgencia en Cundinamarca
El municipio de La Peña ocupa la posición número 15 de los territorios con peor calidad en la prestación del servicio de energía en Cundinamarca, esto con base en el indicador SAIDI, en el que registró 106 horas de interrupciones en 2019.
Es así como situaciones más críticas se viven en municipios como el de Gutiérrez (Cundinamarca), en donde para el mismo año se alcanzaron a registrar interrupciones de hasta 291 horas.
Según la Superintendencia de Servicios Públicos, a este lo siguen los municipios de Medina (240 horas), Paratebueno (201 horas), Cabrera (178 horas) y Guayabetal (175 horas).
Es difícil creer que a tan solo tres horas de Bogotá y en pleno siglo XXI exista un territorio en el que la energía eléctrica sea un visitante esporádico. Hay días en los que sus habitantes tienen que soportar los más de 25 grados centígrados (que suelen calentar la zona) sin un ventilador o bebida fría que los refresque.
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Pero esto es tan solo la punta del iceberg, pues estas interrupciones y constantes variaciones en el suministro energético han derivado en problemas más serios, como que los alimentos se dañen por falta de refrigeración; que algunos pobladores se queden de brazos cruzados al no poder trabajar (como pasa con los trapiches de motor eléctrico, necesarios para la producción de panela); que los electrodomésticos se dañen, y que los estudiantes, en plena pandemia, no puedan conectarse a sus clases virtuales. Es complejo hablar de condiciones para el progreso cuando una población debe estar por días sin energía y hay constantes intermitencias.
Con el sonido de las gallinas al fondo, una frente sudorosa ante el inclemente calor y sentado en una silla Rimax, don José Luis Toro (uno de los habitantes del sector), explica la problemática que se vive en Mompox, vereda ubicada en el municipio de La Peña (Cundinamarca). “Acá el transformador, de donde recibimos energía, es el último en el tramo de la línea. Fue instalado hace diez años, para atender la demanda de doce viviendas. Con el paso del tiempo se han ido construyendo más casas, al punto de hoy somos 23 familias que llevamos años pidiendo que nos coloquen otro transformador”.
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Sí, años. Este no es un problema reciente en la vereda, pues en todo este tiempo sus habitantes aseguran sentirse casi que al borde del abandono por Enel-Codensa, que es la empresa encargada del suministro de este servicio público esencial, mismo que según la Corte Constitucional es necesario para garantizar el bienestar general y mejoramiento de las condiciones de vida de los colombianos. Aquí el tema de fondo sería la vulneración al derecho de gozar una vida digna para toda una comunidad.
El defensor de derechos humanos Yeisson Sua Cajamarca es consciente de esta situación y ha ayudado a esta comunidad a interponer sus primeras acciones legales, con la esperanza de que la empresa de energía responda a su clamor. Es así como el pasado 29 de agosto radicaron 18 derechos de petición a Enel-Codensa, en los que no solo se pide informar a la comunidad sobre lo que está pasando, sino que manifieste cuándo hará los ajustes técnicos necesarios (que podrían implicar la instalación de uno o varios transformadores nuevos), que garanticen una adecuada prestación del servicio.
Los habitantes de esta vereda, como pueden, se las ingenian para mitigar al máximo la afectación de esta problemática. Por ejemplo, para que los niños puedan atender sus clases virtuales se tiene que emprender un extenso recorrido hasta el pueblo, para que allí les dejen cargar los celulares, mientras compran paquetes de telefonía y datos prepago. “Muchas veces la gente se obliga a pagar esas recargas y bajarle un poco a la comida, para mantener a los muchachos estudiando”, nos cuenta uno de los pobladores. “Por acá hay mucho problema por solucionar y el alcalde no le mete el hombro a eso”, denuncia otro.
Al problema del transformador se suma la desatención que tienen las líneas de energía a lo largo del territorio, pues con el crecimiento de las ramas de los árboles estas frecuentemente hacen contacto con los cables, lo que se traduce en un considerable riesgo de corto circuito.
“El viernes se nos fue la luz, los bombillos alumbraban de color rojo porque la energía que se estaba recibiendo era muy bajita, no servía para nada. Resulta que el problema lo ocasionó una rama que se cayó en una de las cuerdas. Nosotros llamamos al guardalíneas que hay en La Peña y ¿cómo es posible que nos diga que nosotros somos los que tenemos que tumbar la rama y que después ellos nos mandan el servicio? La gente por necesidad fue y se arriesgó. Unos amarraron las líneas con unos lazos, mientras que otro, con una motosierra, quitó el palo. Inmediatamente la energía comenzó a llegar normalmente”, explica Toro.
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Entre trochas, con terrenos enlodados, este productor de panela nos llevó hasta la finca de uno de sus vecinos, donde un poste de energía de madera (de los que se pusieron hace diez años y está a escasos metros de su vivienda) se encuentra inclinado unos 110 grados con relación al piso, sostenido por un cable metálico que lucha contra el viento y la lluvia para mantenerlo anclado a la tierra. El temor del propietario del predio es que un día ese viejo poste no aguante más y se caiga, causando así un accidente eléctrico.
Eso sí, y como se lee en los derechos de petición, aunque el servicio suministrado por Enel-Codensa es “de pésima calidad”, los cobros llegan puntuales y exigiendo el pago oportuno, sin que el valor pagado se vea reflejado en una buena prestación, “afectando así el bienestar, la seguridad y los derechos esenciales de toda la comunidad, entre los que se encuentran adultos mayores y menores de edad, que por razones de pandemia hoy no desarrollan su actividad académica de forma virtual”, se lee en el documento.
El Espectador consultó a Enel-Codensa sobre esta situación y, mediante un comunicado, la compañía asegura que conoce y ha atendido las solicitudes que le han radicado. Además, dijo que el pasado martes 7 de septiembre realizó una visita al sector, identificando la necesidad de hacer un estudio de potencias en horas pico al transformador, el cual es de 15 kilovatios. Con esto buscan diagnosticar su capacidad para atender la demanda energética de la zona.
Del mismo modo, detalla que se está evaluando la posibilidad de reubicar el transformador y reforzar las redes de baja tensión, además de programar (antes de que finalice 2021) el cambio de cinco postes de madera. Enel-Codensa también se comprometió a coordinar con el equipo de Gestión del Riesgo de la Alcaldía de La Peña el análisis de la afectación de los elementos arbóreos sobre las redes, para así tomar las acciones que consideren pertinentes.
“Enel-Codensa reitera su compromiso con la prestación de un servicio seguro, confiable y de calidad en el departamento de Cundinamarca e invita a que las personas que tramitan solicitudes a través de los canales de atención de la compañía lo hagan con la información de contacto que permita realizar los seguimientos respectivos de forma ágil y satisfactoria”, concluyó la compañía.
Cuando no funciona el Estado social de derecho
Según Yeisson Sua, esto es muestra de que en Colombia no siempre funciona el Estado social de derecho, en el que en teoría debe haber entes de control que atiendan este tipo de inconvenientes, empresas que cumplan con lo pactado en los contratos y administraciones públicas que garanticen el bienestar de la ciudadanía.
Esto, con base en lo dicho por Toro, no es una realidad en la vereda de Mompox, pues el alcalde les ha mencionado que su representación en el Concejo Municipal únicamente debe darse mediante la Junta de Acción Comunal (lo cual no es cierto), misma que al parecer no tiene un presidente activo debido a una sanción impuesta durante la pandemia.
Y cuando el Estado social de derecho falla en Colombia, según lo descrito por Sua, la respuesta se logra gracias a la presión de los medios de comunicación y las redes sociales. “No debería ser así, pero esos son los hechos”, detalla, al agregar que esperan emprender nuevos pasos legales en busca de una indemnización para los habitantes de la vereda de Mompox, que les reconozca un pago por los electrodomésticos que se han dañado y repare la afectación a los derechos que les han sido vulnerados por la mala prestación del servicio.
Por lo pronto Érika Sánchez, Telésforo Guerra, Ramiro Mahecha, José Luis Toro y los demás habitantes del sector esperan una respuesta ante esta situación, pues todos sueñan con el progreso, con ver sus trapiches moliendo la caña para hacer la panela sin problemas, con ver a sus hijos formándose en línea y sin que ninguna empresa les ponga obstáculos en su sueño de ser profesionales.
Un problema que no es ajeno en el país
Según el más reciente informe de la Superintendencia de Servicios Públicos, de los 1.055 municipios analizados en el país, el 23 % comparte una situación similar (en la mayoría de los casos menos fuerte) a la que se vive en la vereda Mompox (Cundinamarca).
Esto al encontrarse en el rango IV del indicador SAIDI, en el que se ubican los territorios que experimentan interrupciones en el servicio de energía de más de 110 horas al año.
Aunque el municipio de La Peña registró un promedio de 106 horas, hay otro, Roberto Payán (en Nariño), que registró 797 horas.
Una urgencia en Cundinamarca
El municipio de La Peña ocupa la posición número 15 de los territorios con peor calidad en la prestación del servicio de energía en Cundinamarca, esto con base en el indicador SAIDI, en el que registró 106 horas de interrupciones en 2019.
Es así como situaciones más críticas se viven en municipios como el de Gutiérrez (Cundinamarca), en donde para el mismo año se alcanzaron a registrar interrupciones de hasta 291 horas.
Según la Superintendencia de Servicios Públicos, a este lo siguen los municipios de Medina (240 horas), Paratebueno (201 horas), Cabrera (178 horas) y Guayabetal (175 horas).