Mujeres de Bogotá, en la búsqueda de alternativas para defenderse de la violencia
Con pitos, alarmas portables y clases de defensa personal buscan enfrentar los delitos de género en la capital. ¿Las estrategias distritales anteriores no funcionaron?
Laura C. Peralta Giraldo
Mucho se ha repetido que el temor no debería ser una condición del ser mujer. Sin embargo, en un mundo donde pocas veces las cosas funcionan como deberían, a las mujeres les tocó aprender a respirar profundamente, armarse de valor y buscar estrategias para maquillar el miedo y no quedar olvidadas en las cifras de violencia de género, que parecen no disminuir.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Mucho se ha repetido que el temor no debería ser una condición del ser mujer. Sin embargo, en un mundo donde pocas veces las cosas funcionan como deberían, a las mujeres les tocó aprender a respirar profundamente, armarse de valor y buscar estrategias para maquillar el miedo y no quedar olvidadas en las cifras de violencia de género, que parecen no disminuir.
Lea: Recordar para prevenir, relatos de la violencia contra la mujer en Bogotá.
En Bogotá, una ciudad que registra al menos 10 feminicidios en lo corrido del 2023, así como 677 casos de delitos sexuales y 3.749 reportes de violencia intrafamiliar, las estrategias de la administración parecen ser insuficientes. Por eso, con pitos, alarmas portables, clases de defensa personal e iniciativas, que muchas veces nacen en la comunidad, las mujeres dicen no más.
“Soy una mujer que está en riesgo. Porque no importa la edad que se tenga, siempre se estará en riego y se sentirá miedo. Sin embargo, fue después de que acosaran a mi hija, de 24 años, en Transmilenio, que me dije ‘debo hacer algo más’”. Así, Sofía Parada se convirtió en la dirigente de un grupo de mujeres, de la localidad de San Cristóbal, quienes encontraron en el deporte y las clases de defensa personal la manera de “salir más tranquilas a las calles”. Abuelas, madres, hijas y nietas aprendieron cómo podrían reducir a un agresor.
“Sabes en qué puntos del cuerpo podrías controlar a tu agresor, sin romperle la nariz, quebrarle los dientes ni generarle daño, porque te acusarían de agresora. Solo es necesario saber el punto para que quede reducido, mientras una pueda escapar y pedir auxilio”.
Además de las maniobras aprendidas, hace una semana, el Distrito, en cabeza de la alcaldía local de esta zona del sur, entregó 600 alarmas portables, que pueden ser activadas en caso de una agresión o acoso. Con el sonido que emite, al presionar el botón de pánico, el Distrito y las mujeres creen que pueden exponer a un agresor y ahuyentarlo.
Lea también: Se suman nuevos nombres a la carrera por la Alcaldía de Bogotá.
Similar a esta estrategia, en el Transmilenio se puso en marcha la campaña “Date cuenta, pita y avisa”, que busca reducir el acoso sexual en el sistema, otorgando pitos a los usuarios, para que los usen si evidencian un comportamiento de este tipo. “Después de casi un mes del lanzamiento, la estrategia ya cuenta con más de 1.600 personas inscritas voluntariamente, a quienes no solo les han entregado el silbato, sino que también han sido sensibilizadas sobre la violencia contra las mujeres en el espacio y en el transporte público”, indicó Transmilenio.
Las nuevas alternativas distritales para combatir o, al menos, espantar la violencia contra la mujer en Bogotá, pese a sus buenas intenciones, también han generado dudas de si las anteriores campañas no funcionaron y, aún más, si les están dejando la carga de responsabilidad de su cuidado y protección a las ciudadanas.
¿Funcionan las estrategias?
“En Bogotá no existen políticas efectivas de prevención contra la violencia. No va a cambiar nada, si desde la misma política institucional el mensaje siempre es: dé el primer paso, que traducido es ‘si usted no da ese primer paso, la matan’”, sostiene Yamile Roncancio Alfonso, directora de Feminicidios Colombia. Para ella, el discurso de la Secretaría de la Mujer y las demás entidades que operan con el objetivo de proteger los derechos de las mujeres, gira en torno a la denuncia. A su vez, revela que hay desconexión entre las instituciones, fallas en las rutas de atención y en muchas ocasiones revictimización.
“No es la mujer quien tiene que dar el primer paso, no se le puede obligar a alguien a denunciar cuando hay ineptitud. Hay muchas quejas sobre las comisarías de familia, se gastan miles de millones en líneas de atención y hay fallas. Acceder a una Casa Refugio es difícil”, agrega Roncancio, quien piensa que falta fortalecer la prevención y el trabajo con la comunidad en general y no solo con las mujeres.
Por su parte, Diana Rodríguez Franco, secretaria de la Mujer, asegura que en ningún momento se ha pretendido responsabilizar a las mujeres de su seguridad y que las nuevas estrategias, focalizadas en la pedagogía de toda la ciudadanía, son tan útiles como las anteriores.
“Decir ‘da el primer paso’ es un mensaje dirigido para todo el mundo, no solo para la mujer víctima. Podemos seguir fortaleciendo las Casas de Justicia, la Línea Púrpura, la presencia de las abogadas y psicólogas, pero la naturalización de este fenómeno que tiene la sociedad es mortal. Por eso, estas estrategias son pedagogía y ayudan a visibilizar una problemática”. Para la secretaria, los silbatos que se han estado repartiendo en el Transmilenio buscan fomentar la intervención de la ciudadanía ante las agresiones a una mujer o el acoso sexual que, de acuerdo con la Veeduría Distrital, aumentó en 2022.
Puede interesarle: Tragedia en Sutatausa pone en la mira la actividad minera en Cundinamarca.
“Los pitos no son solo para las mujeres, eso sí sería ponerles la carga a ellas. Son para quien quiera. Si una mujer o un hombre pita, el conductor ya sabe que debe parar en la próxima estación”, dice Rodríguez. No obstante, no hay registros de cuántas veces ha sido emitido un silbido y falta claridad con respecto a cuál sería el siguiente paso a tomar si se es víctima de violencia, hecho alarmante, si se tiene en cuenta que ocho de cada 10 mujeres en la capital han padecido alguna situación de acoso dentro del sistema Transmilenio.
“Hasta ahora, no hay un inventario o anotaciones. No solo es quedarse en la estrategia de pitar y ya, porque ahí no se está ayudando realmente a darle atención a la víctima ni a resolver el caso. Además, falta aumentar las capacidades de seguridad en las estaciones y fortalecer la pedagogía frente a los tipos de violencia”, expresa Juanita Mesa Triviño, investigadora de seguridad de ProBogotá.
Al respecto, la empresa Transmilenio aseguró que el Observatorio de Cultura, de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte, llevará a cabo una medición de percepción de la estrategia y se registrará en un enlace cuántas veces han activado el silbato los usuarios del sistema.
“Quien pita puede ayudar a una mujer que lo necesita, en el momento exacto. Por otro lado, saber que cuenta con un respaldo de más de 30.000 colaboradores, dispuestos a activar el protocolo de emergencias y, en caso de ser necesario, también es importante contactar a la Policía en la línea 123. Esperamos seguir implementando este tipo de estrategias, que mejoren la experiencia de viaje de nuestra comunidad usuaria”, agregó la empresa.
Le recomendamos: La tragedia de Cucunubá revive la angustia de ser minero.
Con respecto al programa de defensa personal, tomado por mujeres de la localidad de San Cristóbal, la secretaria de la Mujer aclara que es una iniciativa que solicitaron las residentes del sector, queriendo decir que no se desarrolla en otras zonas. “Este es un programa de la Alcaldía Local. Las mujeres pidieron acciones para la reducción del feminicidio y se les escuchó. Pidieron estrategias para defenderse mejor, adquirir herramientas, capacitar a los funcionarios públicos y votaron para que parte del presupuesto local fuera para prevenir el feminicidio”, dice Rodríguez.
La investigadora Mesa resume que las herramientas que está poniendo en marcha el Distrito son útiles a manera de autocuidado y sensibilización para la población en general, pero que tienen sus fallas. Una de ellas es que todavía no han sido articuladas con rutas de atención a las víctimas y podrían ser soluciones a corto plazo. En suma, hace hincapié en que se corre el riesgo de que la ciudadanía tome justicia por manos propias.
Por ahora, si algo está claro es que las mujeres no resisten más ser blanco de la violencia, por lo que, ante algunos vacíos institucionales, la ignorancia y el machismo, todas seguirán buscando estrategias para ya no maquillar, sino borrar del todo el miedo dentro de ellas.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.