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En Bogotá se declaró alerta amarilla ambiental por mala calidad del aire en los primeros trimestres de 2018, 2019 y 2020. Este año no, en gran parte, por las restricciones del segundo pico de la pandemia y, según el Distrito, gracias a estrategias como ciencia ciudadana, nuevo índice de medición y mejoras al protocolo de emergencias, que impulsó la Secretaría de Ambiente. Desde otros sectores, como movilidad, también adelantan tareas para cumplir la meta de reducir el 10 % de la concentración de PM10 y PM2,5, los agentes que más inciden en la contaminación. Pero, ¿qué tanto se aporta desde la movilidad?
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El transporte público ha estado en el ojo del huracán en las últimas semanas debido a sus números en rojo e incluso se abrió la posibilidad de que el servicio se interrumpa en septiembre. La crisis económica de Transmilenio (TM) se explica en la significativa caída de pasajeros por más de un año de pandemia. Y mientras se ponen en marcha alternativas de financiación del transporte público, al Distrito no le queda más que mejorar el servicio y recuperar los usuarios que cambiaron de medio de transporte.
Entre esas mejoras está la renovación de la flota, que se inició en diciembre de 2019 y se extenderá hasta 2022. Se trata de los buses eléctricos, de gas y de diésel euro VI que se vienen incorporando a las calles y troncales de la ciudad, en reemplazo de buses de TM que tenían más de 20 años y de los del SITP provisional, que deberían salir a finales de este año. Según la Secretaría de Ambiente, citando un estudio de la U. de los Andes, esta transición redujo un 78 % la concentración de material particulado en los buses de transporte público.
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Esto es, según la Secretaría, un beneficio para la salud de los pasajeros, pues disminuye de forma notable su exposición a la contaminación que generan los buses. “La transformación del sistema ya está teniendo efectos sobre la calidad del aire. Si bien el sistema de vigilancia mide toda la ciudad con énfasis en puntos específicos, hay un tema de exposición de quienes pasan mucho tiempo en el bus o esperándolo”, explicó la secretaria de Ambiente, Carolina Urrutia.
La funcionaria, quien señaló que seguirán priorizando la mejora del aire en buses y estaciones, agregó que “pronto veremos mejoras en la salud de los pasajeros”, en la medida que sigan llegando los nuevos buses y bajando la concentración de material particulado. De acuerdo con cifras de TM, a la fecha hay 483 buses eléctricos vinculados al sistema y faltan por ingresar 1.002. En cuanto a los vehículos con tecnología Euro VI (diésel y gas), ya operan 959 y quedan por ingresar 323 buses. Una vez llegue toda la flota, TM calcula que dejarán de emitir 94.300 toneladas de CO2 al año, que es casi lo que producen 42.000 carros particulares en ese mismo período.
Es más, cuando todos los buses eléctricos estén operando, el Distrito estima que cada año se dejará de recibir el material particulado equivalente al que producen en un mes y medio los más de 2,5 millones de carros particulares que según el RUNT transitan en Bogotá. No obstante, por ahora no hay estudios que demuestren si se va logrando tal impacto en la calidad del aire, teniendo en cuenta que los buses representan menos del 5 % del parque automotor.
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Lo que sí queda claro es que la renovación de la flota está mejorando la salud de los más de dos millones de usuarios de transporte público, al disminuir los niveles de material particulado, que es el que más afecta la salud respiratoria. La clave de ese proceso, a ojos del ingeniero Juan Mauricio García, investigador del programa de ingeniería ambiental de la Universidad El Bosque, es el tema de la exposición a los agentes contaminantes.
“Aunque la cifra parece poco significativa, una de las variables importantes es la exposición, que es cuántas personas respiran el aire que emiten los vehículos”, comentó el experto, quien destacó los beneficios en pasajeros, pero también en quienes residen cerca de las troncales de TM. “Si se ve la ciudad como un sistema completo, el cambio de flota parece poco importante, pues representa el 5 % de los vehículos. Pero cuando se tiene en cuenta el número de viajes diarios, el asunto cambia”, agregó.
La misma consideración aportó Diana Garzón, ingeniera ambiental y experta en calidad del aire de la U. Manuela Beltrán, quien resaltó que cualquier modernización de tecnologías es significativa para disminuir los agentes causantes de enfermedades respiratorias o circulatorias. “Y es relevante, teniendo en cuenta la cantidad de personas que se transportan allí. Además, para la ciudad es importante que sean diferentes fuentes energéticas, pues asegura el tener que contar con la infraestructura necesaria para el suministro”.
Sin desconocer el esfuerzo de traer nueva flota, es claro que la renovación por sí sola no será una mejora significativa en la contaminación, aunque sí lo sea en la salud de los pasajeros. Para seguir disminuyendo las emisiones de los vehículos, los expertos coinciden en que se deben crear agendas a largo plazo con cambios porcentuales y no solo con número de buses. Asimismo, como la mayoría de carros y motos son particulares, se deben generar incentivos para adquirir vehículos híbridos, de gas y eléctricos. Pero ahora la tarea más urgente es la modernización del transporte de carga, pues muchos ya cumplieron su vida útil y son los que hoy producen la mayor contaminación.