Ollas comunitarias de Bogotá están “en bajo” por falta de donaciones
En la capital hay siete ollas comunitarias, incluso una vegana, que cada una alimenta entre 600 y 1.000 personas de los barrios más vulnerables, al menos una vez al día. Sin embargo, funcionan a través de la autogestión y presentan dificultades, por la falta de donaciones en dinero y especie.
Laura Tatiana Vargas Lizarazo
Las cifras del DANE sobre seguridad alimentaria indican que el 28,6 % de los hogares en Colombia no puede acceder a tres comidas diarias, y en Bogotá, el 34 % de los ciudadanos dejaron de comer al menos una vez al día en el último año por falta de alimentos, siendo las localidades del suroriente y suroccidente las más afectadas, según la última encuesta de Bogotá Cómo Vamos.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Las cifras del DANE sobre seguridad alimentaria indican que el 28,6 % de los hogares en Colombia no puede acceder a tres comidas diarias, y en Bogotá, el 34 % de los ciudadanos dejaron de comer al menos una vez al día en el último año por falta de alimentos, siendo las localidades del suroriente y suroccidente las más afectadas, según la última encuesta de Bogotá Cómo Vamos.
Esta situación ha dado pie para la creación de iniciativas como las ollas comunitarias, que no son más que comidas colectivas, que realizan varios vecinos en el espacio público, para contrarrestar un poco ese panorama. Aunque actualmente las quieren vincular a la estrategia del Gobierno Nacional “Hambre Cero”, que busca bajar las cifras de hambre en el país, este tipo de iniciativas realmente han sido lideradas desde hace años por personas que trabajan, para llevar un plato de comida a los hogares más necesitados.
En la capital hay siete ollas comunitarias activas, ubicadas en las localidades de Usme, Kennedy, Bosa, Suba, Rafael Uribe Uribe, Santa Fe y Barrios Unidos. Cada una está articulada con la Red Nacional de Ollas Comunitarias, organización sin ánimo de lucro 100 % ciudadana, que nació en abril de 2020 y que adquirió popularidad en las protestas del 2021, cuando alimentó a cientos de manifestantes. Actualmente, la entidad atiende a población vulnerable de manera constante, con 53 ollas distribuidas, en 17 departamentos de Colombia.
De acuerdo con Rudolf Solano Acosta, director de la Red Nacional de Ollas Comunitarias, actualmente no poseen apoyo del Gobierno, por lo que funcionan gracias a la autogestión y a las donaciones, en especie y en dinero, de los ciudadanos. “La idea es apoyar a la gente que habita en la calle; a familias incapaces de alimentarse dignamente todos los días; a trabajadores informales que, a pesar de su esfuerzo, no tienen los recursos suficientes y deben escoger entre pagar una habitación o comer. Nacimos para unir personas y entre todas tratar de ayudar a solucionar el problema del hambre”.
Cada olla la administra un grupo de voluntarios, personas del común, que se acercan esporádicamente a la Red Nacional y que participan en diferentes momentos. Buscan la leña, llevan utensilios de cocina, pelan las papas, pican los alimentos y preparan la comida. Al final, la olla termina siendo una red de trabajo que reúne muchos esfuerzos voluntarios.
Elizabeht Nieto, administradora de la Olla Suroriente, en San Cristóbal, comienza recorriendo todos los días las calles de la ciudad, para pedir ayudas que permitan surtir las ollas. “Nuestras fuentes de financiación son comunidades organizadas y donantes identificados con la causa. Se benefician todas las personas que no tienen un platico de comida: vendedores ambulantes, habitantes de calle, abuelos, personas desempleadas, niños y niñas”.
El plato predominante es el sancocho o alguna otra sopa tradicional, que requiera ingredientes básicos como papa, plátano, pasta, arroz, lenteja, zanahoria, habichuela, cebolla y cilantro. Algunas traen carne, pollo o pescado. Además de la sopa, a veces hay otras ollas más pequeñas con arroz, huevos, plátano maduro y se acompaña con alguna bebida como aguapanela o limonada.
Esta iniciativa se presenta como solución práctica al fenómeno del hambre en la ciudad. Cada olla alimenta entre 600 y 1.000 personas de manera semanal. “Somos una forma viable, porque más allá del plato de comida, ayudamos a reconstruir el tejido social. Todos los que se acercan a la ollita le aportan, llevan algo, no solo van a pedir. Ahí se dialoga, se comparte problemáticas y expectativas. Apoyamos el desarrollo de la comunidad, que unida y fortalecida, es más propensa a salir adelante”, expresa Rudolf.
La Cucharona Errante, una olla comunitaria, popular, itinerante, y autogestiva, es otra de las iniciativas que garantizan un plato de comida a cientos de personas vulnerables en la capital. La conforman 15 personas y 30 voluntarios, y a diferencia de las otras, esta es vegana, lo que significa que sus preparaciones son libres de productos de origen animal y aportan a la construcción del veganismo popular desde la experiencia sensible y barrial.
Para Melodía de la Rivera, una de sus creadoras, la olla lleva más trabajo del que parece. “Muchas veces lo que es visible es el momento de cocinar y servir, pero el trabajo fuerte está fuera del fogón. Está en pensar las actividades, los talleres y los espacios de apropiación en los territorios. Yo creo que las ollas comunitarias son una respuesta ante la falta de medidas reales para combatir el hambre, en la cual la gente del barrio tiene que salir a resolver el problema. Nosotros, más que atacar la situación, compartimos un alimento para tener más fuerzas para luchar”.
Trabajando con las uñas
A pesar de la bendición que pueden ser para cientos de personas, las ollas comunitarias en Bogotá presentan dificultades, por la falta de donaciones, tanto en especie como en dinero. Rudolf asegura que esta iniciativa se sostiene gracias a “milagros” diarios, tal como él los llama, pues mantener esta actividad en un largo plazo con donaciones es complejo. Cada vez es más difícil hacer el mercado semanal, por lo que la suerte y los milagros hacen lo suyo.
“En Bogotá las donaciones para surtir las ollas han bajado muchísimo, pero los milagros ocurren y si en ocasiones las siete ollas no pueden salir a cocinar, que ocurre con frecuencia, por lo menos procuramos que dos a tres si lo hagan. Para nosotros es doloroso no poder hacerlo, porque no sacar la olla es dejar sin una comida digna a alguien. Realmente la dificultad más grande ha sido encontrar donaciones y mantener el fuego encendido”, dice.
Por otro lado, Melodía de la Rivera, de la Cucharona Errante, asegura que, “la principal dificultad es la obtención de recursos. Al ser un proceso de autogestión, que no recibe donaciones fijas, tenemos que sobrevivir con donaciones pequeñas, que conseguimos a través de las redes sociales. Es un proceso que se hace con las uñas. Si tuviéramos un presupuesto, podríamos hacer muchas más actividades”.
A pesar de las dificultades y, en ocasiones, tener la despensa vacía, todas las ollas siguen concentradas en un propósito: buscar recursos y alimentos para cocinar, para llegar un plato de comida a centenares de bogotanos que no tienen que comer. Por ahora, mientras se reactivan las donaciones, no queda más que seguir esperando que el milagro diario no deje de ocurrir.
Contacto Red Nacional de Ollas Comunitarias de Colombia: 3246835714
Contacto La Cucharona Errante: @lacucharonaerrante
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.