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(Opinión) Movilidad en Bogotá: al borde del colapso

Bogotá vive una de las crisis de movilidad más graves de los últimos tiempos. Hay dos preguntas recurrentes ¿Por qué llegamos a esto? ¿Qué hacemos?

Fernando Rojas Parra
26 de agosto de 2022 - 12:50 p. m.
trancones en Bogota
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Foto: GUSTAVO TORRIJOS
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Bogotá vive una de las crisis de movilidad más graves de los últimos tiempos. Hay dos preguntas recurrentes ¿Por qué llegamos a esto? ¿Qué hacemos? Frente al primer interrogante, hay algunos aspectos que pueden ayudar a responderlo.

Primero. El retraso vial de Bogotá en impresionante. Sectores de Suba, Engativá, Fontibón, Bosa, Ciudad Bolívar, Usme, San Cristóbal y Usaquén dependen de pocas vías para conectarse con el resto de la ciudad. No solo porque muchos barrios se desarrollaron informalmente y se fueron ligando a los sectores de trabajo, servicios y educación por un frágil sistema de calles y carreras; también porque durante varios años, sin tener en cuenta la realidad del desarrollo de Bogotá, nos metieron el cuento chimbo de que no se podían construir más vías porque nos llenaríamos de carros. Hoy estamos llenos de carros y motos y sin vías.

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Segundo. Durante años el Gobierno nacional y distrital le sacaron el cuerpo a garantizar que Bogotá tuviera, por un lado, una red de conexión con los municipios vecinos y con el resto del país a la altura de una capital que aporta más del 25% al PIB nacional. Por el otro, porque fueron incapaces de entregarle a Bogotá una red de metro o de aprovechar la red férrea que la cruza.

Tercero. En lugar de tomar decisiones de fondo, los gobiernos de turno se fueron por las ramas, se dedicaron a destruir cualquier avance de sus antecesores, privilegiaron el prestigio político sobre la realidad de la ciudad y las necesidades de sus habitantes. Dejaron acumular tantos problemas que hoy estamos ante este desastre en movilidad.

Cuarto. Porque a lo largo de estos años los gobiernos locales no garantizaron un transporte público eficiente, seguro y digno como columna vertebral de la movilidad de Bogotá. Así que cuando una persona mejora sus ingresos se baja del bus y sale despavorido hacia el carro y la moto. Tampoco lograron promover el uso racional y responsable del vehículo. En ese sentido, la guerra contra el carro y la moto fracasó, porque su número sigue aumentando a pesar de los trancones y las quejas.

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La respuesta a qué hacer no es sencilla. No hay una receta mágica. Tal vez las autoridades deberían convocar a la ciudadanía para ver con qué soluciones creativas pueden contribuir en medio de la crisis. La vida diaria tiene su sabiduría.

Mientras tanto, la administración deberá:

  • Meter el acelerador, pero sin chambonadas, a todo lo que está construyendo.
  • Poner en cintura a los mal parqueados
  • Modificar los horarios de entrada de vehículos pesados, así como los de carga y descarga
  • Utilizar la mayor cantidad posible de facilitadores de la movilidad para orientar y resolver chicharrones de todos los tamaños
  • Redoblar esfuerzos para mejorar la seguridad de los peatones, los ciclistas y los usuarios del transporte público
  • Impulsar con el sector privado el teletrabajo

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Claro, como ciudadanas y ciudadanos también nos toca aportar. No dejarnos dominar por el espíritu avivato que lleva a no respetar las normas de tránsito, será crucial. Aprender a compartir el carro y a identificar opciones para movernos a pie, en bici o en transporte público, será fundamental.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

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