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Bajo el liderazgo de un alcalde en 1998, Bogotá avanzó notablemente en convertirse en lo que se considera es una ciudad saludable que “crea y mejora constantemente su entorno físico y social, además de ampliar los recursos comunitarios para que las personas puedan apoyarse unos a otros al realizar todas las funciones de la vida y desarrollar su potencial máximo” (OMS), en particular para las comunidades más rezagadas del desarrollo.
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En una ciudad saludable se abordan con soluciones concretas los que se conocen como los determinantes sociales de la salud. Estos son los que se consideran las causas últimas que posibilitan a las personas alcanzar el más alto nivel posible de “bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de la enfermedad” (OMS).
Los determinantes sociales se dividen en estructurales e intermedios. Los primeros generan la estratificación social definiendo la posición socioeconómica individual dentro de contextos sociopolíticos y económicos específicos. Los segundos intermedian entre los determinantes estructurales y la distribución de salud y bienestar en la población, destacándose las condiciones materiales de la vida, el contexto psicosocial, la cohesión social, los estilos de vida, los factores biológicos y el sistema sanitario.
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Aunque son muchos los factores que hacen a una ciudad saludable, voy a referirme a tres en particular que han tenido mayor relevancia en Bogotá desde 1998. El primero es la red de más de 600 kilómetros de ciclorrutas pionera en Latinoamérica, con diversos efectos sobre la salud y el bienestar, como el poder realizar ejercicio físico considerado como la mejor forma de retardar la aparición y reducir la severidad de las enfermedades crónicas.
Además, utiliza un medio de movilidad sostenible que no contamina el aire como también disminuyendo los desplazamientos sumándole mayor tiempo al disfrute personal y familiar. Objetivo similar cumplen la construcción de aceras amplias y sin obstáculos para que la gente pueda ejercitarse caminando sin necesidad de utilizar vehículos a motor.
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El segundo, está referido a la creación de parques y escenarios deportivos dotados, iluminados y seguros para que sean utilizados en hacer ejercicio físico y en la recreación con más de 300 intervenidos. El espacio de parques por habitante es desigual en la ciudad, por ejemplo, con 2,49 metros cuadrados en La Candelaria y de 10,17 en Suba, y en promedio para Bogotá de 3,59 metros, cuando la OMS recomienda de entre 10 a 15 metros.
El último factor a resaltar son los Centros Felicidad o mega clubes públicos, siete de los cuales comenzaron a ser construidos en 2017. Estos son espacios para la práctica de deportes bajo techo como la natación, así como para la realización de actividades de cultura, arte y recreación, fundamentales en la salud mental, en especial para los sectores de menores ingresos que nunca habían contado con espacios de este tipo.
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Es una tarea de largo aliento que requiere del esfuerzo de muchos gobernantes si se quiere disminuir la brecha de salud y bienestar entre los diferentes grupos de la sociedad históricamente rezagados de ello y segregados entre el sur y el norte de la ciudad.