(Opinión) Bogotá: la salud en crisis
Entre 2019 y 2022 se deterioraron el 80% de los indicadores de salud de la ciudad, hecho en el que el Covid-19 fue un factor determinante. No obstante, este retroceso en salud fue especialmente severo en Bogotá, haciendo sospechar que hubo otros factores además de la pandemia.
Luis Gonzalo Morales Sánchez
La ciudad retrocedió 10 años en materia de salud pública entre 2019 y 2022. De 50 indicadores revisados, 35 empeoraron o se estancó su mejoría (observatorio SALUDATA). Las cifras reflejan una realidad indiscutible que motivan a reconocer su gravedad, analizar sus causas y tratar de corregirlas antes que buscar culpables.
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Aunque la pandemia por covid-19 fue un factor determinante en estos malos resultados, sus efectos se sintieron con mayor intensidad en Bogotá, que dispone como ninguna otra ciudad del país de recursos técnicos, humanos y financieros para haberse lucido en su manejo, lo que no fue así sugiriendo que hay otros factores que agravaron la situación.
Los deterioros más notables ocurrieron en las personas de menores ingresos que son una responsabilidad directa del Distrito, en especial por parte de su EPS y sus hospitales. Se vieron afectados con mayor intensidad los grupos más vulnerables como las mujeres en embarazo, los niños menores de 5 años y los adultos mayores.
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Una de las hipótesis que explicarían los deficientes resultados radica en el cambio de modelo de salud que inició la actual administración a su llegada en 2020, con la estrategia “Salud a Mi Barrio” descrita como el “nuevo modelo de salud territorial”, que infortunadamente coincidió con el inicio de la pandemia. Como dijo el presidente Lincoln, “no cambies de caballo en la mitad del río” y menos si es torrentoso, esto arriesga con deteriorar lo que venía funcionando bien.
La segunda radica en lo inadecuado del modelo mismo para ser aplicado en una ciudad como Bogotá. “Salud a mi barrio” es una estrategia de atención basada en “atender el territorio”, el barrio, como el espacio físico y social donde se encuentran los determinantes de la enfermedad. El enfoque de la administración predecesora utilizaba la lógica de “atender la población”, priorizando aquellos grupos de mayor vulnerabilidad de enfermar y morir, independientemente de su ubicación territorial, mediante un abordaje con “programas verticales” dirigidos hacia personas con una condición específica, que es una conocida técnica de salud pública.
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Las diferencias entre ambos modelos, aunque parecen sutiles, son abismales. En una ciudad donde 85 de cada 100 personas pertenecen al régimen contributivo, atender el territorio y no las personas, es hacerle gratis el trabajo a las EPS privadas, sacrificando recursos escasos. Es también el camino más largo y costoso para encontrar a quienes padecen mayor posibilidad de enfermar y morir, que, además, dificulta focalizar e integrar las acciones en estos grupos de mayor riesgo por parte de otros sectores como educación, bienestar familiar y nutrición, entre otros.
El enfoque territorial es un viejo esquema que ha demostrado ser exitoso en zonas rurales con poblaciones dispersas, carentes de servicios básicos, incluidos los de salud y generalmente de mayor pobreza. Este quizás no sea el mejor modelo para una ciudad como Bogotá, donde se dispone de servicios de salud integrales que cubren prácticamente toda la ciudad. Es una buena solución, pero fue aplicada en el lugar y en el momento menos indicado.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
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El enfoque territorial es un viejo esquema que ha demostrado ser exitoso en zonas rurales con poblaciones dispersas, carentes de servicios básicos, incluidos los de salud y generalmente de mayor pobreza. Este quizás no sea el mejor modelo para una ciudad como Bogotá, donde se dispone de servicios de salud integrales que cubren prácticamente toda la ciudad. Es una buena solución, pero fue aplicada en el lugar y en el momento menos indicado.
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