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Bogotá fue determinante para la elección de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia, pero de cara al pobre ejercicio de su mandato, los bogotanos le quitaron su favor. Lo propio quedó demostrado con los estruendosos resultados electorales de su candidato a la alcaldía de Bogotá, Gustavo Bolívar.
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Es cierto que el candidato Bolívar no era bueno y que tampoco tenían más opciones -una de las carencias gruesas del Petrismo-, pero lo que realmente pesó es que la amenaza y agresión permanentes a quienes disienten con el presidente se volvieron preocupantes para todos y por eso los bogotanos reaccionaron en contra de los anhelos electorales locales de Gustavo Petro. Igual pasó en Medellín, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Bucaramanga, etc., etc.
La errada reacción del presidente no se hizo esperar, como toda Colombia lo ha podido advertir. Su inconstitucional y, por tanto, ilegal actuación tendiente a interferir -más bien a entorpecer- en los asuntos locales, que constitucionalmente corresponde a los mandatarios y demás autoridades departamentales y municipales decidir, no tiene antecedente alguno. Ni siquiera cuando Colombia se movía en el marco del extremo Estado de Sitio.
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Las acciones para procurar la obstrucción a la Primera Línea del Metro de Bogotá (PMLB) han sido más que notorias e intensas. Lo propio viene pasando con las vías de acceso y salida de la ciudad proyectadas y contratadas, que los bogotanos reclaman hace décadas. La lista es larga, pero cada obstrucción del presidente y su gobierno resulta difícil leerla de manera distinta a que se trata de una inconstitucional y vulgar retaliación en contra de los bogotanos por razones electorales. Lo propio se observa con los medellinenses y los antioqueños en general, etc., etc.
Aun cuando la Constitución es inequívoca (Art. 1) en advertir que Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general, el presidente Petro pasa por encima de este precepto superior erradamente convencido de que gobierna un estado autocrático.
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Al alcalde Galán le correspondió ejercer su mandato en los momentos más complejos que ha vivido la Ciudad Capital por cuenta de la errada postura del presidente, quién olvida también que su deber como mandatario no es con él mismo y sus coyunturales amigos, sino que su deber constitucional es con toda Colombia y respetando con rigurosidad la Carta.
Aun así, Bogotá saldrá victoriosa de la mano de su alcalde mayor y el Concejo Distrital, gracias al apoyo que los bogotanos, dentro de los que hay cundinamarqueses, boyacenses, antioqueños, santandereanos, caribeños, vallunos, etc., estamos en el inaplazable deber de darles.
La postura de los capitalinos no debe ser otra que de colaboración, compresión y apoyo con el alcalde Galán y su equipo de gobierno, así como con el Cabildo Distrital de cara a superar juntos y con los recursos distritales las necesidades de todos los bogotanos, en la tarea de no dejarnos chantajear del gobierno Nacional quién insiste en hacerlo con el presupuesto nacional que no es del presidente sino de todos los colombianos.