Opinión: Bogotá se ve sucia y fea
Al estado deplorable del mobiliario y de la estructura urbana de la Ciudad Capital, se suma la suciedad de sus vías y áreas públicas. Pareciera que hay vías y áreas en las que no se presta el servicio de aseo o, si se hace, es notoriamente insuficiente. El abandono de lo público es la característica más visible y vergonzosa de la Ciudad Capital.
Ricardo Felipe Herrera Carrillo
El comentario recurrente de propios y extraños, coincide en que Bogotá se ve sucia y fea. Estos calificativos, tan fuertes y crudos, resultan difíciles de controvertir. La verdad es que la capital de los colombianos se ve y está así.
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La ciudad, identificada por la belleza y el verde de sus cerros orientales, a partir de lo que se definió que los buses de Transmilenio fueran rojos —ahora hay amarillos, naranjas, azules, verdes y hasta rechinantemente combinados—, contrasta con el deteriorado y sucio mobiliario urbano, con sus vías y sus espacios públicos.
La aprobación que, de una u otra manera, las autoridades le dieron a un sector minúsculo de la sociedad para atentar con vandalismo en contra del mobiliario de todos, empieza a pasarle factura a los bogotanos. Difícilmente se encuentra un muro, una columna, un puente, un paradero, un parque o un espacio público que no esté en un decadente estado.
La proliferación desbordada de todo tipo de pinturas, dibujos, inscripciones y grafitis, entre otros, muestran una ciudad en estado de abandono, lo que, adicionalmente, genera la sensación de inseguridad. Lamentablemente, no es solo un problema de sensación, es una realidad.
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Algunos de los grafitis tienen especial valor artístico, sean críticos, de humor o de protesta. Pero la ciudad está inundada de muchos sin especial valor o mal ubicados. Sin que proponga que se censure la expresión popular del momento, creo que la inmensa ciudadanía que desea tener un paisaje urbano libre de la agresividad y violencia, tiene derecho a que las autoridades pongan orden a ese caos pictórico.
La avenida El Dorado es un claro ejemplo de ese paisaje caótico, agresivo y sucio de la ciudad. El recorrido, en especial del tramo oriental en la ruta hacia la avenida Circunvalar o de ella camino al aeropuerto, es verdaderamente diciente. La ciudad se ve y está abandonada y parece no tener ley. Reitero, no pretendo censurar la expresión popular, pero los bogotanos tienen derecho a gozar de una ciudad con un paisaje urbano amable, ordenado e inclusivo. Sí, de quienes no se volcán a las calles con vandalismo a deteriorarlas.
La administración distrital sabe cuántos recursos y tiempo se necesitan para recuperar ese mobiliario. En la lista se incluyen paraderos, señales, estaciones del Transmilenio y parques barriales, entre otros. Estos últimos quedaron maravillosos, pero el IDRD en esta administración los tiene abandonados.
A este abandono, en los últimos meses, se le suma la suciedad de las calles. Cada día hay más “basureros” —técnicamente denominados: puntos críticos— sin que la UAESP, que posa erradamente de prestador del servicio de aseo, haga algo oportuno y efectivo para superar lo propio. Los nefastos efectos en el ambiente urbano y la salubridad empiezan a manifestarse. Pareciera que la Policía desconoce la existencia del comparendo ambiental.
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Hay vías y zonas de Bogotá en las que parece no prestarse el servicio de barrido y limpieza o si se hace, es insuficiente. Las autoridades distritales —UAESP y Policía— deben adoptar medidas urgentes, que aseguren la prestación de este servicio de manera acorde con las necesidades de cada barrio, zona o localidad de la ciudad y, además, se impongan comparendos ambientales a los infractores.
Los contenedores de basuras y canecas, anti técnicamente instalados en los andenes de la ciudad, merecen la mirada urgente de la UAESP para corregir los graves y gruesos errores del pasado. La indiferencia de la actual administración es francamente reprochable.
La limpieza de la capital sigue siendo una tarea pendiente, que deberá acometer la próxima administración. La actual, hasta ahora, no ha podido con la limpieza y el aseo públicos.
El comentario recurrente de propios y extraños, coincide en que Bogotá se ve sucia y fea. Estos calificativos, tan fuertes y crudos, resultan difíciles de controvertir. La verdad es que la capital de los colombianos se ve y está así.
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La aprobación que, de una u otra manera, las autoridades le dieron a un sector minúsculo de la sociedad para atentar con vandalismo en contra del mobiliario de todos, empieza a pasarle factura a los bogotanos. Difícilmente se encuentra un muro, una columna, un puente, un paradero, un parque o un espacio público que no esté en un decadente estado.
La proliferación desbordada de todo tipo de pinturas, dibujos, inscripciones y grafitis, entre otros, muestran una ciudad en estado de abandono, lo que, adicionalmente, genera la sensación de inseguridad. Lamentablemente, no es solo un problema de sensación, es una realidad.
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La avenida El Dorado es un claro ejemplo de ese paisaje caótico, agresivo y sucio de la ciudad. El recorrido, en especial del tramo oriental en la ruta hacia la avenida Circunvalar o de ella camino al aeropuerto, es verdaderamente diciente. La ciudad se ve y está abandonada y parece no tener ley. Reitero, no pretendo censurar la expresión popular, pero los bogotanos tienen derecho a gozar de una ciudad con un paisaje urbano amable, ordenado e inclusivo. Sí, de quienes no se volcán a las calles con vandalismo a deteriorarlas.
La administración distrital sabe cuántos recursos y tiempo se necesitan para recuperar ese mobiliario. En la lista se incluyen paraderos, señales, estaciones del Transmilenio y parques barriales, entre otros. Estos últimos quedaron maravillosos, pero el IDRD en esta administración los tiene abandonados.
A este abandono, en los últimos meses, se le suma la suciedad de las calles. Cada día hay más “basureros” —técnicamente denominados: puntos críticos— sin que la UAESP, que posa erradamente de prestador del servicio de aseo, haga algo oportuno y efectivo para superar lo propio. Los nefastos efectos en el ambiente urbano y la salubridad empiezan a manifestarse. Pareciera que la Policía desconoce la existencia del comparendo ambiental.
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Los contenedores de basuras y canecas, anti técnicamente instalados en los andenes de la ciudad, merecen la mirada urgente de la UAESP para corregir los graves y gruesos errores del pasado. La indiferencia de la actual administración es francamente reprochable.
La limpieza de la capital sigue siendo una tarea pendiente, que deberá acometer la próxima administración. La actual, hasta ahora, no ha podido con la limpieza y el aseo públicos.