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En el marco de la Smart City Expo de Bogotá se desarrolló una interesante conversación sobre el uso de la tecnología para el mejoramiento de los servicios de seguridad y la protección de la ciudadanía. Además de abordar un tema clave para la administración de ciudades contemporáneas, esta felizmente superó la típica conversación sobre equipos y sistemas computacionales que caracteriza estos espacios en países sin una base industrial desarrollada de herramientas tecnológicas.
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Esto queda demostrado por el abordaje de los panelistas, quienes tomando como referencia aplicaciones de sistemas tecnológicos en otras ciudades del mundo, se aproximaron a aquellos asuntos que para la mayoría no están directamente relacionados con la tecnología como herramienta para mejorar la vida.
Una ciudad inteligente busca una mejor experiencia de ciudad a partir de servicios que garantizan la funcionalidad de la urbe y resuelven necesidades personales. Un concepto que impulsa una relación dinámica y robusta entre ciudadanos que generan datos e instituciones que los analizan y los usan para desarrollar servicios efectivos.
Respuestas a emergencias, monitoreo del estado de bienes y espacio público, quejas sobre servicios públicos, información sobre transporte, comercio y servicios comunitarios van dibujando las dinámicas urbanas y el alma de la ciudad, permitiendo en paralelo entender el sistema de riesgos y amenazas que esta enfrenta. Esta información puede aumentar la probabilidad de éxito en la protección de la vida, la promoción de la convivencia y la derrota del crimen. Lo anterior, a través de su integración bajo modelos de pensamiento local aplicado, ordenamiento en términos de dinámicas urbanas y decodificación con abordajes ambientales, poblacionales, temporales y situacionales.
En resumen, en una ciudad inteligente, la tecnología está al servicio de la ciudad para visibilizar los riesgos, anticipar factores detonantes, ofrecer respuestas oportunas y garantizar una atención que mitigue su impacto. Avanzar hacia un estatus de ciudad inteligente-ciudad segura es un desafío inmenso para centros urbanos de países en vías de desarrollo, dadas las barreras que se atraviesan a la integración de las tecnologías en la vida ordinaria de ciudad. Algunas de ellas tienen que ver con caricaturas de lo que significa aprovechar el potencial de la tecnología.
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Por un lado, está el imaginario de ciudad inteligente construido sobre imágenes de robots y símbolos tecnológicos. Superar esto es crucial para construir una cultura en la que los ciudadanos son fuente y destino de los datos que producen para una vida más productiva y satisfactoria. Por el otro, los proyectos de ciudad inteligente basados en la adquisición de sistemas y equipos, carentes de un proceso de generación de capacidades propias –normas, capital humano y tecnologías locales– estructurantes de sistemas de seguridad adaptados al territorio y potenciados por la corresponsabilidad ciudadana.
También los proyectos de ciudad inteligente basados en la adquisición de sistemas y equipos, carentes de un proceso de generación de capacidades propias -normas, capital humano y tecnologías locales- estructurantes de sistemas de seguridad adaptados al territorio y potenciados por la corresponsabilidad ciudadana. Otros obstáculos tienen que ver con el analfabetismo digital, la falta de estándares de captura y aprovechamiento confiables, la inexistencia o desconocimiento de los procesos para transformar datos generados por los ciudadanos en información útil para su vida cotidiana, las limitantes de integración e interconexión.
Avanzar hacia una ciudad inteligente-ciudad segura requiere de una agenda local que aborde todos esos asuntos y los resuelva para construir una base jurídica, conceptual y técnica que convoque a los ciudadanos como socios de un proyecto urbano común.
Adicionalmente, desarrollar equipos especializados en tecnología aplicada a la seguridad en el ámbito físico y cibernético, quienes además de altos estándares técnicos y científicos, impulsen una ética del uso de la tecnología para la seguridad para proteger los derechos de los ciudadanos y prevenir la cooptación criminal, dos riesgos que harían inocua la tecnología y generarían desconfianza en las instituciones.
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Durante el gobierno de Claudia López, el Centro de Comando, Control, Comunicaciones y Cómputo (C4) de Bogotá se ha consolidado en el eje de diseño y desarrollo de las capacidades de ciudades inteligentes. El trabajo se ha concentrado en fortalecer el servicio, interconexión e integración de capacidades de video, comunicación, respuesta y despacho.
La nueva administración se enfrentará a la necesidad de avanzar en el desarrollo de una herramienta robusta de fusión de la información que contribuya a la gestión integral de la ciudad y apoye la vida cotidiana de los ciudadanos, dándole valor operativo a la inversión de los últimos 8 años en la creación de los cimientos de la ciudad inteligente. Lo anterior no significa un freno en el desarrollo, adquisición y uso de nuevos equipos y sistemas lógicos, sino la estructuración de nuevas inversiones alrededor de respuestas efectivas a problemas cotidianos como la gestión del tránsito, la creación de corredores seguros de movilidad o la atención preventiva de violencia intrafamiliar, entre otros.
Finalmente, es importante recordar que la tecnología es un factor multiplicador de fuerza que no reemplaza el servicio de seguridad. Si el pie de fuerza es deficitario, el despliegue no crea sinergias, el liderazgo es dubitativo y los ciudadanos son desconfiados, poco podrán hacer la tecnología y la inteligencia artificial por la seguridad de la ciudad.
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