(Opinión) COP16: un llamado a hacer la Paz con la naturaleza
Pocas veces en los últimos años se había generado tanta expectativa en el país por un evento de interés mundial, como lo es la COP16. Pero más allá de la organización, la logística y la buena imagen que debemos transmitir es fundamental que entendamos e interioricemos todo lo que significa hacer paz con la naturaleza.
Ricardo Agudelo Sedano
A pocos días del inicio de la COP16, la conferencia mundial más importante sobre biodiversidad es clave comprender el verdadero significado de su lema: “Paz con la Naturaleza”, adoptado por el Gobierno Nacional. Este es un llamado urgente a reconciliarnos con nuestro entorno natural y, de una vez por todas, asumir el compromiso de proteger la madre tierra, esencial para nuestra supervivencia como especie.
Hacer paz con la naturaleza no se trata solo de una estrategia ambiental o un lema para un evento global. Es una tarea que requiere un enfoque integral que contemple la relación del país con sus recursos naturales, su biodiversidad y las comunidades que dependen de ellos. En un país como Colombia, que alberga una de las mayores diversidades biológicas del planeta, esta reconciliación es vital no solo para el equilibrio ambiental, sino también para el bienestar social, económico y político.
A pesar de nuestra riqueza natural, Colombia enfrenta enormes desafíos. El conflicto armado que ha marcado nuestra historia también ha dejado una huella devastadora en nuestros ecosistemas. Durante décadas, la violencia ha afectado gravemente la naturaleza: la minería ilegal, la deforestación y los cultivos ilícitos han degradado nuestros suelos, contaminado ríos y devastado áreas protegidas. Es crucial entender que la paz con la naturaleza es un pilar fundamental para la construcción de una paz duradera en el país.
En la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Gustavo Petro resaltó la gravedad de la pérdida de la Amazonía, ese ecosistema vital que es el “pulmón del planeta”. Más allá de cualquier debate sobre el tono del discurso presidencial, lo que está en juego es claro: si no protegemos este recurso invaluable, los efectos del cambio climático se acelerarán, la biodiversidad continuará desapareciendo y el ciclo natural del agua sufrirá alteraciones irreparables.
Esta perspectiva puede parecer pesimista, pero los efectos del cambio climático ya están aquí, aunque no los percibamos en su totalidad. La deforestación de la Amazonía, la degradación de los páramos y la contaminación de nuestros ríos son problemas que no podemos posponer. Como especie, tendemos a procrastinar, esperando que los problemas se agraven para reaccionar. No podemos permitir que el mayor bosque tropical del mundo se convierta en una sabana árida y sin vida.
La Región Central de Colombia estará presente en la COP16, participando activamente en las discusiones sobre la conservación de la flora y la fauna, la recuperación de las fuentes hídricas y la protección de los corredores ecológicos. Recordemos la crisis de abastecimiento de agua que vive Bogotá, una muestra clara de cómo la degradación ambiental afecta directamente nuestras ciudades. No podemos olvidar la importancia de los páramos, como el de Sumapaz, que aporta el 75% de la estructura ecológica principal de la capital, ni del Macizo Colombiano, cuyo corazón late en el Huila y es fundamental para el equilibrio hídrico de todo el país.
En conclusión, lo que se discuta y acuerde en la COP16 será decisivo para nuestro futuro. No solo como país, sino como habitantes de un planeta que está al borde de un punto de no retorno. Si realmente queremos hacer paz con la naturaleza, debemos dejar de ver estas discusiones como algo abstracto o lejano. Las decisiones que tomemos hoy definirán si nuestras futuras generaciones podrán disfrutar de un entorno sano y equilibrado, o si, por el contrario, heredarán un mundo devastado. La paz con la naturaleza es, en última instancia, la paz con nosotros mismos.
A pocos días del inicio de la COP16, la conferencia mundial más importante sobre biodiversidad es clave comprender el verdadero significado de su lema: “Paz con la Naturaleza”, adoptado por el Gobierno Nacional. Este es un llamado urgente a reconciliarnos con nuestro entorno natural y, de una vez por todas, asumir el compromiso de proteger la madre tierra, esencial para nuestra supervivencia como especie.
Hacer paz con la naturaleza no se trata solo de una estrategia ambiental o un lema para un evento global. Es una tarea que requiere un enfoque integral que contemple la relación del país con sus recursos naturales, su biodiversidad y las comunidades que dependen de ellos. En un país como Colombia, que alberga una de las mayores diversidades biológicas del planeta, esta reconciliación es vital no solo para el equilibrio ambiental, sino también para el bienestar social, económico y político.
A pesar de nuestra riqueza natural, Colombia enfrenta enormes desafíos. El conflicto armado que ha marcado nuestra historia también ha dejado una huella devastadora en nuestros ecosistemas. Durante décadas, la violencia ha afectado gravemente la naturaleza: la minería ilegal, la deforestación y los cultivos ilícitos han degradado nuestros suelos, contaminado ríos y devastado áreas protegidas. Es crucial entender que la paz con la naturaleza es un pilar fundamental para la construcción de una paz duradera en el país.
En la reciente Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Gustavo Petro resaltó la gravedad de la pérdida de la Amazonía, ese ecosistema vital que es el “pulmón del planeta”. Más allá de cualquier debate sobre el tono del discurso presidencial, lo que está en juego es claro: si no protegemos este recurso invaluable, los efectos del cambio climático se acelerarán, la biodiversidad continuará desapareciendo y el ciclo natural del agua sufrirá alteraciones irreparables.
Esta perspectiva puede parecer pesimista, pero los efectos del cambio climático ya están aquí, aunque no los percibamos en su totalidad. La deforestación de la Amazonía, la degradación de los páramos y la contaminación de nuestros ríos son problemas que no podemos posponer. Como especie, tendemos a procrastinar, esperando que los problemas se agraven para reaccionar. No podemos permitir que el mayor bosque tropical del mundo se convierta en una sabana árida y sin vida.
La Región Central de Colombia estará presente en la COP16, participando activamente en las discusiones sobre la conservación de la flora y la fauna, la recuperación de las fuentes hídricas y la protección de los corredores ecológicos. Recordemos la crisis de abastecimiento de agua que vive Bogotá, una muestra clara de cómo la degradación ambiental afecta directamente nuestras ciudades. No podemos olvidar la importancia de los páramos, como el de Sumapaz, que aporta el 75% de la estructura ecológica principal de la capital, ni del Macizo Colombiano, cuyo corazón late en el Huila y es fundamental para el equilibrio hídrico de todo el país.
En conclusión, lo que se discuta y acuerde en la COP16 será decisivo para nuestro futuro. No solo como país, sino como habitantes de un planeta que está al borde de un punto de no retorno. Si realmente queremos hacer paz con la naturaleza, debemos dejar de ver estas discusiones como algo abstracto o lejano. Las decisiones que tomemos hoy definirán si nuestras futuras generaciones podrán disfrutar de un entorno sano y equilibrado, o si, por el contrario, heredarán un mundo devastado. La paz con la naturaleza es, en última instancia, la paz con nosotros mismos.