Opinión: reflexiones sobre una semana crítica
En un contexto de descontento social y económico que no ha variado sustancialmente, con la presión aumentada por cuenta de la temporada electoral, las marchas de la última semana no derivaron en violencia y destrucción. ¿Qué cambió?
César Andrés Restrepo F.
Dos fechas críticas para la ciudad se han superado sin eventos graves en la última semana. El aniversario del Paro Nacional del año 2021 y la celebración del día del trabajo, jornadas caracterizadas por la convocatoria de movilizaciones para la expresión del descontento de grupos de ciudadanos.
Lea también: Opinión: microtráfico, motor de la violencia.
El balance de los acontecimientos ocurridos en ambos días es altamente positivo si se compara con lo ocurrido el año anterior. Solo en Bogotá, más de dos mil ciudadanos ejercieron -mayoritariamente de manera cívica y pacifica- su derecho a manifestarse, sin que sus reclamos se tradujeran en abusos, destrucción y violencia.
Con cerca de 20 protestas el 28 de abril, 7 núcleos de concentración y marchas el 1 de mayo, en Bogotá solo se produjeron afectaciones a la movilidad, la captura de 8 personas involucradas en actos vandálicos y la toma violenta de un edificio universitario. También la ya tradicional destrucción de 6 estaciones de Transmilenio, un acto criminal que han convertido en cultural.
Dado que las condiciones del ambiente social y económico no han tenido un cambio sustancial y que el contexto político está envenenado por una campaña electoral virulenta, ¿qué explica el buen balance de la última semana?
En primer lugar, se aprecian cambios positivos en la dimensión institucional. En la conducción política de los asuntos de seguridad de la ciudad, la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia retomó el protagonismo en la conducción de la coordinación interinstitucional y la preparación de la acción de gobierno para enfrentar los eventos.
En la conducción operacional, la Policía Metropolitana recuperó la iniciativa en el debilitamiento de grupos de agitadores y vándalos, así como en la desarticulación de la coordinación con sus patrocinadores para el desarrollo de acciones violentas. Una ciudad con capacidades de seguridad limitadas tiene en la anticipación su carta más ganadora.
Lo que si no cambio en el servicio de seguridad fue el ESMAD. La misma unidad que atendió el paro el año pasado es la que acompañó las marchas de la última semana. Esto demuestra que el problema no era en esencia la fuerza antidisturbios y que no es veraz la etiqueta de antidemocrática y violenta que se le impuso.
Esto no niega la ocurrencia de eventos con implicaciones legales y disciplinarias en las que se vieron inmersos algunos de sus integrantes, pero si sirve para llamar la atención sobre el enfoque del debate que se ha desarrollado sobre su misión y servicio.
Las acciones contra la ley y los reglamentos ejecutados por miembros del ESMAD durante las protestas están relacionadas con una evaluación fallida de los desafíos a la seguridad que enfrentarán, su magnitud y riesgos, así como con la debilidad de las capacidades operacionales. Estos son los determinantes de las fallas en el servicio, no una naturaleza violenta y represora.
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Lo anterior pone en entredicho reformas institucionales ejecutadas y en desarrollo, así como proyectos de ley, todos dirigidos a atender narrativas políticas y no criterios técnicos que permitan resolver los riesgos y la calidad en el servicio.
Los otros cambios visibles están definidos por el “momentum” que se configuró a partir de la incomprensión gubernamental del ambiente social y económico causado por la pandemia, el desconocimiento de la debilidad en la capacidad institucional para garantizar la estabilidad, así como la subestimación del hambre de poder de la oposición.
“Momentum” es la oportunidad única de infligir un daño irreparable al contrincante y capitalizarlo en una conquista. En el paro nacional, la oposición política, los viudos de las rentas licitas -e ilícitas- estatales y el crimen encontraron las condiciones perfectas para sacar réditos individuales en un esfuerzo simultaneo, no necesariamente coordinado.
Así las cosas, sacaron provecho de la natural desesperanza ciudadana causada por el contexto pandémico y de las limitaciones institucionales para dar respuesta a las urgencias ciudadanas, impulsando una idea de desgobierno e ilegitimidad institucional que se tradujo en violencia y destrucción.
Los políticos buscaban construir una plataforma electoral. Los viudos de las rentas pescar en rio revuelto para recuperar espacios en los presupuestos estatales o en la oposición que iniciaba su aventura electoral. Los criminales capitalizar la concentración de la fuerza pública en la estabilización, para recuperar control en territorios perdidos y ganar algunos nuevos.
Hace una semana se apreciaban nubes oscuras en el horizonte dadas las condiciones críticas que enfrentan la ciudad y la nación. Terminados estos siete días, es una gran noticia observar como la recuperación de la coordinación e iniciativa institucional para anticipar la materialización de riesgos han recuperado algo de la capacidad de proteger a los ciudadanos.
Pero no se puede ser ingenuos. Quienes dispararon la destrucción y la violencia hoy están concentrados en otros objetivos. El triunfo electoral les demanda economía de esfuerzos y estabilidad en el contexto.
Este desafío a la seguridad de los ciudadanos y la estabilidad de la ciudad no ha sido superado. Los resultados electorales determinarán su evolución.
Nota relacionada: Opinión: Anticiparse a una tragedia.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
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El balance de los acontecimientos ocurridos en ambos días es altamente positivo si se compara con lo ocurrido el año anterior. Solo en Bogotá, más de dos mil ciudadanos ejercieron -mayoritariamente de manera cívica y pacifica- su derecho a manifestarse, sin que sus reclamos se tradujeran en abusos, destrucción y violencia.
Con cerca de 20 protestas el 28 de abril, 7 núcleos de concentración y marchas el 1 de mayo, en Bogotá solo se produjeron afectaciones a la movilidad, la captura de 8 personas involucradas en actos vandálicos y la toma violenta de un edificio universitario. También la ya tradicional destrucción de 6 estaciones de Transmilenio, un acto criminal que han convertido en cultural.
Dado que las condiciones del ambiente social y económico no han tenido un cambio sustancial y que el contexto político está envenenado por una campaña electoral virulenta, ¿qué explica el buen balance de la última semana?
En primer lugar, se aprecian cambios positivos en la dimensión institucional. En la conducción política de los asuntos de seguridad de la ciudad, la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia retomó el protagonismo en la conducción de la coordinación interinstitucional y la preparación de la acción de gobierno para enfrentar los eventos.
En la conducción operacional, la Policía Metropolitana recuperó la iniciativa en el debilitamiento de grupos de agitadores y vándalos, así como en la desarticulación de la coordinación con sus patrocinadores para el desarrollo de acciones violentas. Una ciudad con capacidades de seguridad limitadas tiene en la anticipación su carta más ganadora.
Lo que si no cambio en el servicio de seguridad fue el ESMAD. La misma unidad que atendió el paro el año pasado es la que acompañó las marchas de la última semana. Esto demuestra que el problema no era en esencia la fuerza antidisturbios y que no es veraz la etiqueta de antidemocrática y violenta que se le impuso.
Esto no niega la ocurrencia de eventos con implicaciones legales y disciplinarias en las que se vieron inmersos algunos de sus integrantes, pero si sirve para llamar la atención sobre el enfoque del debate que se ha desarrollado sobre su misión y servicio.
Las acciones contra la ley y los reglamentos ejecutados por miembros del ESMAD durante las protestas están relacionadas con una evaluación fallida de los desafíos a la seguridad que enfrentarán, su magnitud y riesgos, así como con la debilidad de las capacidades operacionales. Estos son los determinantes de las fallas en el servicio, no una naturaleza violenta y represora.
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Lo anterior pone en entredicho reformas institucionales ejecutadas y en desarrollo, así como proyectos de ley, todos dirigidos a atender narrativas políticas y no criterios técnicos que permitan resolver los riesgos y la calidad en el servicio.
Los otros cambios visibles están definidos por el “momentum” que se configuró a partir de la incomprensión gubernamental del ambiente social y económico causado por la pandemia, el desconocimiento de la debilidad en la capacidad institucional para garantizar la estabilidad, así como la subestimación del hambre de poder de la oposición.
“Momentum” es la oportunidad única de infligir un daño irreparable al contrincante y capitalizarlo en una conquista. En el paro nacional, la oposición política, los viudos de las rentas licitas -e ilícitas- estatales y el crimen encontraron las condiciones perfectas para sacar réditos individuales en un esfuerzo simultaneo, no necesariamente coordinado.
Así las cosas, sacaron provecho de la natural desesperanza ciudadana causada por el contexto pandémico y de las limitaciones institucionales para dar respuesta a las urgencias ciudadanas, impulsando una idea de desgobierno e ilegitimidad institucional que se tradujo en violencia y destrucción.
Los políticos buscaban construir una plataforma electoral. Los viudos de las rentas pescar en rio revuelto para recuperar espacios en los presupuestos estatales o en la oposición que iniciaba su aventura electoral. Los criminales capitalizar la concentración de la fuerza pública en la estabilización, para recuperar control en territorios perdidos y ganar algunos nuevos.
Hace una semana se apreciaban nubes oscuras en el horizonte dadas las condiciones críticas que enfrentan la ciudad y la nación. Terminados estos siete días, es una gran noticia observar como la recuperación de la coordinación e iniciativa institucional para anticipar la materialización de riesgos han recuperado algo de la capacidad de proteger a los ciudadanos.
Pero no se puede ser ingenuos. Quienes dispararon la destrucción y la violencia hoy están concentrados en otros objetivos. El triunfo electoral les demanda economía de esfuerzos y estabilidad en el contexto.
Este desafío a la seguridad de los ciudadanos y la estabilidad de la ciudad no ha sido superado. Los resultados electorales determinarán su evolución.
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