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Exitologo
El auditorio del hotel Dann Carlton en Bogotá está repleto. Más de 150 personas, de diversos oficios, pagaron $80 mil para escuchar al panameño Arnoldo Goenaga, docto en metodologías para el éxito empresarial. En esta sesión ofrece la conferencia introductoria al seminario titulado como su libro más vendido: “El servicio de emprender”. Un séquito de jovencitas, atractivas y diligentes, reciben y acomodan a los asistentes. Entregan el kit con folletos informativos, cuestionarios, formulario de inscripción y lapicero. También harán las proyecciones y se encargarán de los demás insumos que requiera el expositor. Son ellas quienes anuncian su ingreso y se acomodan, enmarcando su presencia escénica.
Todo en su imagen es ostentoso: traje de paño gris brillante con pañuelo en el bolsillo pechero, camisa con mancuernas, corbata y pisa corbata en oro, así como el reloj Mido y el anillote de grado, finísimas las antiparras y el estilógrafo Mont Blank, que sabe lucir en el justo momento. Con sobreactuada elocuencia, su discurso es un sartal de lugares comunes y refranes: “Dicen que tengo buen ojo para los negocios, pero la verdad es que sé convertir las crisis en oportunidades. Eso se logra viviendo el momento, sin apego al pasado y construyendo mi porvenir día a día. Las buenas empresas prestan un buen servicio. Serán buen negocio si resuelven necesidades que, si no existen, se deben crear. Los triunfadores somos perseverantes, nos levantamos de todas las caídas… y bla, bla, bla”.
El tipo sabe ser convincente. Sin duda conoce a su público y les habla de lo que quieren escuchar. Además, obliga la atención advirtiendo que al final de su exposición deberán responder el test contenido en el kit y los diez que saquen los mejores puntajes ganarán media beca para asistir al seminario cuyo costo supera el millón de pesos. En efecto, el grupo de 93 hombres y 85 mujeres pagó y asistió los siete días del seminario, convencidos de haber aprendido la fórmula para el éxito.
Vegana sanadora.
En el barrio Samper Mendoza queda una botica de una mujer exótica, quien usa turbante y atuendos de la India. No obstante, es apenas lega en medicinas alternativas, tiene respetabilidad y fama de sanadora entre su selecta clientela de políticos, damas alcurniosas y gentes de la farándula. La botica ocupa toda la casa. Tiene tienda naturista, fiduciaria de marcas de granolas europeas y especies asiáticas, además de aceites, tizanas y cafés, entre otros productos de origen.
En la sala atiende, previa reservación, el restaurante vegano sin ningún criterio gourmet. Los platos son literalmente para herbívoros. La Botica es el local principal y más rentable de la casa, donde se vende ungüentos, infusiones, grageas, gotas y versiones comerciales de remedios tradicionales de indígenas y campesinos americanos. Varios de sus productos están certificados por el INVIMA o cuentan con permiso de ventas, por demostrada inocuidad. Allí tienen mucha demanda los medicamentos cannábicos, más aún, porque Tobón montó en el patio un salón de té alternativo, donde dirige sesiones de meditación y tomas de Yagé, mientras su hijo barista ofrece cócteles canábicos y tónicos de coca.
Tan ecléctico como su negocio es el discurso que expone Nati Tobón en sus conferencias. Se muestra fanática del naturismo, de lo orgánico y deplora de los alimentos transgénicos. Seguramente ignora que el maíz, la soya y la coca que vende son de los alimentos más afectados por la humanidad a través de los tiempos. Tampoco creo que le parezca importante el que gracias a las tecnologías genéticas en la agricultura se ha superado mucho del hambre en el mundo. La Botica Herbaria ya es como un templo de naturismo y el veganismo fundamentalista. Aunque no está demostrada la eficacia curativa de los remedios, quienes los venden garantizan su eficacia y quienes lo compran confían en ello. Total, el efecto placebo algo tiene de terapéutico.
Exorcistas
Santos de los nuevos tiempos. Sí, así se llama la iglesia adecuada en una modesta casa del barrio Alfonso López, en la localidad Teusaquillo. De ella son feligreses los papás de mi alumna Juanita Contreras. Ella me contó el alboroto que se armó el martes, durante el almuerzo en su casa, cuando dijo que “la parecía chévere el que el Papa Francisco hubiera recibido al candidato Gustavo Petro”.
Enseguida su mamá y su papá pusieron el grito en el cielo y se santiguaron asustados, porque su hijita festejara la cita endiablada entre el pontífice comunista y un exguerrillero. Y no solo eso, la llevaron al culto de esa noche, para que el pastor les ayudara a quitarle a su niña esos malos pensamientos. ¿Cómo les parece? el caso Juanita fue el tema de la misa.
El pastor, desde el púlpito, despotricó del santo Padre y pidió que subieran a Juanita al proscenio. Convencido de que la joven era posesa del cachano, delante de todos le practicó el exorcismo: le fueteó la espalda con una rama de eucalipto; le hizo beber una infusión bendecida; la encaró gritándole que orara con fervor para que el demonio saliera de su cuerpo, e hizo que todos los presentes corearan “sal demonio sal del cuerpo de Juana”.
Cuenta mi alumna que ella entró en shock desde que la subieron donde el pastor. No recuerda, pero parece que vomitó y se desmayó. Son muchos los pastores y sacerdotes que usan sus homilías para echar embustes intimidatorios con fines políticos o para asegurar desde el miedo la cooptación de fieles. Por cierto, la pandemia Covid ha sido el perfecto caldo de cultivo para la profusión de embaucadores en todas las ramas del saber. Ni hablar de la charlatanería manipuladora de los políticos en época de campañas electorales.
Ya en el siglo XV el pensador Erasmo de Rotterdam advertía en su obra El Elogio de la Locura: “La estulticia es leña para los que timan vendiendo falsas ilusiones”. Acusaba el renacentista -no obstante, él también era sacerdote de la orden de Los Agustinos - a los tantos curas que, aprovechando su envestidura y la desesperanza que dejó la peste en las gentes, infundían supersticiones infernales y vendían falsas ilusiones, sobre todo a los pudientes.
También advertía de la profusión en toda Europa de teguas, supuestos sabios, clarividentes, hechiceros y demás embaucadores, migrantes aventureros venidos por la ruta de la seda, de la Siberia, India y China, y, los del dominio tradicional en el Mediterráneo, de Persia y Egipto. Todos aprovecharon el miedo generalizado que inculcó la desastrosa Peste negra. También aclaraba Erasmo que El efecto social del timo supersticioso viene de las dos puntas: por un lado, del conocimiento que de la mente común que desarrollan los avivatos y, a la vez, del mecanismo iluso de las gentes por aferrarse a las soluciones mágicas y a la confianza en lo enigmático.