Opinión: El desastre del aseo fue una nimiedad de Gustavo Petro
“El desastre que hizo Gustavo Petro con el servicio de aseo cuando fuera alcalde fue insignificante comparado con el desastre que está ocasionando hoy como presidente y con graves repercusiones internacionales”.
Ricardo Felipe Herrera Carrillo
Quienes creímos haber visto todo de Gustavo Petro pasamos de ingenuos. Su pasado como miembro del M-19, grupo dedicado al secuestro, la extorsión, el terrorismo y la muerte, que pareciera mentalmente no haber abandonado, sigue latente en cada una de sus manifestaciones libreteadas, mal informadas, insensatas y mal intencionadas que difunde día a día en redes sociales.
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El daño hecho como alcalde fue mayúsculo, pero el que está haciendo y está por hacer como presidente es de dimensiones incalculables. Así lo evidencia su antisemitismo que llega al exabrupto de comparar al pueblo israelita con los nazis y su hipocresía al abstenerse de rechazar el terrorismo de Hamás.
Gustavo Petro no requiere de examen médico alguno para que Colombia entera pueda advertir que tiene el alma enferma, sufre de un narcisismo sin límites, es un mentiroso compulsivo y claramente vive en su propio mundo, pero sin que sus actos den cuenta de que posea un IQ mínimamente destacado.
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Por los avatares de la vida, gracias a una población incauta, desinformada y llena de resentimientos y polarización política, Gustavo Petro llegó a ser presidente de los colombianos, obteniendo así la oportunidad de lograr hacer positivas transformaciones pero que no hará gracias a su pobreza e incapacidad para gobernar. Se preparó para actuar al margen de la ley, sabotear, criticar y destruir, pero, claramente, no para crear o construir soluciones.
Es de tal nivel la carencia de visión y carga de egolatría del presidente que se halla rodeado de la más rancia y tradicional politiquería que tanto decía reprochar pero que acepta mientras no digan nada en su contra y, de vez en cuando, hagan alguna lánguida manifestación de apoyo a su nefasto “liderazgo”, como, por ejemplo, lo hace el canciller Leyva Durán y un largo listado de lagartos burócratas de profesión que hoy fungen como funcionarios y diplomáticos de su gobierno.
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A ninguno de ellos, como al extenso listado de actrices, actores, presentadores, humoristas, periodistas, etc. que ignorantemente compraron el falaz discurso de que Petro era un recto y capaz político, les ha merecido el más mínimo comentario público de reproche a su desgobierno y a sus esquivas posturas para rechazar el terrorismo nacional e internacional. Todos, sin excepción callan en público, priorizando su privilegio personal sobre el de la Nación, pero sí lo hacen hipócritamente en privado.
Quienes aspiran llegar al Palacio Liévano están en el derecho de tomar la postura que prefieran, pero no les es admisible mantenerse en la cobarde y ladina postura de la indiferencia cuando el país pasa momentos críticos por cuenta del presidente.
Carlos F. Galán ha sido directo en pedirle prudencia y responsabilidad al presidente, exhortándolo a rechazar los actos terroristas de Hamás. Diego Molano, aún más directo, acusa al presidente de hipócrita y de no condenar con vehemencia el terrorismo. De la misma manera lo ha hecho el general (r) Jorge Luis Vargas.
Gustavo Bolívar no solo no ha rechazado el terrorismo de Hamás sino es el jefe de la primera línea de aplausos de todo lo que dice, omite, hace o deja de hacer el presidente. Jorge Robledo y Rodrigo Lara también han sido esquivos pero lejos están de ser parte de esa primera línea.
Juan Daniel Oviedo con altísima probabilidad de llegar a disputar la alcaldía en la segunda vuelta, señala que no ha querido hasta ahora expresar su postura, pero que lo hará de forma clara y categórica esta misma semana.
El carácter y la franqueza de los candidatos sobre temas que afectan a la Nación también debe pesar en la ciudadanía para decidir el voto de manera responsable.
Quienes creímos haber visto todo de Gustavo Petro pasamos de ingenuos. Su pasado como miembro del M-19, grupo dedicado al secuestro, la extorsión, el terrorismo y la muerte, que pareciera mentalmente no haber abandonado, sigue latente en cada una de sus manifestaciones libreteadas, mal informadas, insensatas y mal intencionadas que difunde día a día en redes sociales.
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Gustavo Petro no requiere de examen médico alguno para que Colombia entera pueda advertir que tiene el alma enferma, sufre de un narcisismo sin límites, es un mentiroso compulsivo y claramente vive en su propio mundo, pero sin que sus actos den cuenta de que posea un IQ mínimamente destacado.
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