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Opinión: El doctor Jekyll y los bogotanos

La recuperación de la sensación de seguridad y el mejoramiento de la experiencia de ciudad requiere de ciudadanos conscientes de sus obligaciones y responsabilidades.

César Andrés Restrepo F.
13 de octubre de 2023 - 04:09 p. m.
De no mediar una profunda reflexión de cada uno de los bogotanos, sobre sus roles y responsabilidades con la ciudad y con sus conciudadanos, no existirá gobierno distrital alguno que pueda recuperar la confianza, la seguridad y una experiencia de ciudad positiva en Bogotá.
De no mediar una profunda reflexión de cada uno de los bogotanos, sobre sus roles y responsabilidades con la ciudad y con sus conciudadanos, no existirá gobierno distrital alguno que pueda recuperar la confianza, la seguridad y una experiencia de ciudad positiva en Bogotá.
Foto: MAURICIO ALVARADO

Robert Louis Stevenson escribió en 1886 la historia de “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”, un relato en el cual dos personajes con características y costumbres diferentes habitan el cuerpo de un mismo individuo.

Hago referencia a esta historia por cuenta de una experiencia personal en la ciudad dos semanas atrás. Mientras hacía uso del sistema de bicicletas públicas e intentaba hacer un cruce determinado por la ciclorruta, una ciudadana que transitaba en su automóvil por la calzada contigua no respetó el semáforo en rojo, poniendo en riesgo mi integridad y mi vida.

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Debido al descuido o desprecio por las normas de tránsito que demostró la conductora, 10 segundos después me encontraba tendido en medio de la calle, siendo víctima de un accidente con efectos físicos y personales considerables.

En el suelo, tratando de entender qué acababa de pasar, empecé a recibir un apoyo solidario de los demás transeúntes -peatones, biciusuarios y conductores- quienes rápidamente me atendieron y activaron una ágil y amable respuesta de emergencia por la Policía Metropolitana, el Centro Regulador de Urgencias y Emergencias (CRUE) y el sistema público de bicicletas.

En el mismo espacio urbano convergían dos versiones del ciudadano bogotano: aquel que quiere imponerse sobre los demás y quien está dispuesto a servir a sus conciudadanos. La convergencia del desprecio por las normas y la solidaridad con la víctima es lo que me ha hecho reflexionar sobre el paralelo posible que se puede hacer entre quienes habitamos Bogotá y el personaje descrito por Robert Louis Stevenson.

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Cuando vuelvo sobre los momentos previos al accidente, siempre se me viene la imagen de la conductora dudando en parar frente al semáforo en rojo. Nunca sabré si por la necesidad de ahorrar algo de tiempo o simplemente por una convicción de prevalencia en el espacio público sobre otros actores viales. No tengo duda de que la misma persona que puso en riesgo mi vida, en otros momentos y otras situaciones es tan solidaria y empática como todos aquellos que acudieron a auxiliarme.

Esta doble condición del ciudadano bogotano me ha hecho pensar en las responsabilidades que cada uno de los ocho millones de habitantes de Bogotá tenemos en la percepción de inseguridad y la pésima experiencia de ciudad.

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A quienes han leído hasta este punto, les planteo el reto de reflexionar sobre la cantidad de veces que han desconocido, evadido o transgredido normas y leyes bajo el precepto de que no habrá mayor daño o que su bien individual así lo amerita. Y, después, a considerar esta misma reflexión en simultanea realizada por ocho millones de habitantes.

Seguramente se enfrentarán a una imagen pavorosa, la de una ciudad sin Dios ni ley en la que solo sobrevive quien logra imponer una posición, ejercer un poder o exhibir una mayor demostración de fuerza.

Por lo anterior, es posible señalar sin temor a equivocaciones que, de no mediar una profunda reflexión de cada uno de los bogotanos, sobre sus roles y responsabilidades con la ciudad y con sus conciudadanos, no existirá gobierno distrital alguno que pueda recuperar la confianza, la seguridad y una experiencia de ciudad positiva en Bogotá.

Dicha reflexión resulta más amplia y compleja de lo que puede parecer. Las ciudades son espacios cuya naturaleza está definida por la interacción entre personas. La amplitud de características, intereses y necesidades de cada uno de sus habitantes obliga a las sociedades urbanas a tener plena consciencia sobre la existencia del otro si estas quieren ser exitosas.

En tal medida, la construcción de una consciencia de bogotanidad empieza por el autorreconocimiento de cada uno de los que habitamos la ciudad como sujetos responsables del respeto de los derechos y libertades de nuestros conciudadanos. Una actitud necesaria para la disminución de la conflictividad, la violencia y las incivilidades.

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Asimismo, los ciudadanos debemos mostrar más interés por conocer, entender y ejercer el complejo sistema de normas que permite respetar los derechos de los demás y hacer valer los propios. Respetar las normas es la mejor manera de reconocer la existencia del otro y dejar atrás la ley del más fuerte.

Una ciudadanía respetuosa de la ley permitiría la consolidación de una sociedad urbana enfocada en la prevención y la protección. Configurándose un ambiente que transformaría la ciudad en un espacio apto para el desarrollo personal, el progreso económico y la garantía de las libertades.

Lo anterior también representa un reto inmenso para el gobierno distrital. El reconocimiento entre ciudadanos es una tarea que demanda esfuerzos gubernamentales considerables de innovación, comunicación apolítica y un sistema robusto de incentivos que hagan del ciudadano bogotano un ejemplo nacional e inspiración.

Los bogotanos debemos superar nuestras dos versiones de ciudadano si queremos avanzar en la construcción de una mejor ciudad. La protección y atención de quienes nos rodean nos obliga a dejar atrás al doctor Jekyll y al señor Hyde.

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MHGLOPEZ(85314)20 de octubre de 2023 - 02:52 p. m.
Muy de acuerdo con su reflexión. Desconozco la causa pero cada vez que salgo a la calle veo que vamos para atrás. Los ciclistas irrespetan las normas más que los que van en moto y de los carros ni hablar. La carrera 13 entre la 65 y la 57 quedó reducida a un carril por los carros que parquean a lado y lado. Hace unos años nadie se atrevía a parquear así.
Mduqueoca(77915)13 de octubre de 2023 - 08:06 p. m.
Totalmente de acuerto, o aún mejor lo que naturaleza no da, Salamanca no pone, según antiguo refrán rspanol
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