(Opinión) La Fecodización de la salud
El principal objetivo de la reforma de salud que propone este gobierno es controlar los recursos del sector como herramienta para perpetuarse en el poder, por lo que jamás aceptarán que las EPS los sigan manejando, así esto implique el deterioro de la salud de la gente.
Luis Gonzalo Morales Sánchez
La reforma a la salud del actual gobierno hace parte de su estrategia cardinal de introducir cambios de fondo en la estructura del Estado que les permitan mantenerse en el poder. Como bien lo han manifestado, en “200 años de vida republicana un movimiento alternativo por fin pudo llegar al poder”, oportunidad que no van a desperdiciar para consolidar y mantener indefinidamente su hegemonía.
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El objetivo primordial no manifiesto de la reforma de salud es lograr el control total de los recursos del sector, estimados en $80 billones anuales. La prioridad no es resolver los problemas de calidad y acceso a los servicios que hoy experimentan sectores de la población. Primero es el control político que les asegure la permanencia en el poder, lo demás puede esperar, incluida la salud de la población.
No extraña que lo único que no están dispuestos a negociar sea permitir que las EPS continúen manejando los dineros de la salud. Hábilmente, han logrado posicionar a las EPS en el imaginario social como las responsables de todos los males del sector. Han convencido a sectores de la población, prestadores privados y políticos de que esto es verdad.
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Han llegado a hacerles creer la ilusión de que ahora habrá de todo y para todos inmediatamente y sin barreras, que los recursos les van a llegar directamente sin ningún escollo, y que podrán gastar a sus anchas sin más límite que el de sus conciencias.
Lo que quizás no saben es que tras la propuesta de reforma se esconde su verdadera intención que es hacer con la salud lo que ya hicieron con la educación. Primero tener un manejo absoluto de los recursos, segundo crear un gran sindicato nacional que agrupe al sector y se encargue de la defensa de su nuevo modelo de dominación, y tercero que los recursos que hoy se destinan mayoritariamente a contratar prestadores privados, se vayan redireccionando progresivamente hacia los hospitales públicos.
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No les importa si esto puede tardar cinco o diez años y si como resultado de ello se van a deteriorar los servicios en detrimento de los más vulnerables. Dirán que es un precio menor que se debe pagar en aras de imponer a toda costa su ideología política. Como buenos alumnos de Maquiavelo saben que los estatus de poder recién adquiridos se deben defender a muerte acudiendo al medio que sea necesario como ya lo vienen haciendo, comprando conciencias, porque si lo pierden quizás nunca más tengan otra oportunidad, es ahora o nunca.
Quienes, tal vez sin dimensionarlo, apoyan la idea de convertir la salud en herramienta de lucha política, actúan entre la ingenuidad, la indiferencia o la defensa de intereses particulares. No se dan cuenta de que una vez se consoliden en el poder, los dejarán tirados a la vera del camino porque sencillamente ya no los necesitan más. Basta mirar ejemplos recientes y cercanos en nuestra región donde se dieron cuenta demasiado tarde y solo quedó lamentarse. Ojalá que no nos suceda lo mismo.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
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