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El primer año de pandemia los indicadores de seguridad -excepto el homicidio- registraron caídas inéditas en las estadísticas oficiales. La razón: el confinamiento disminuyó sustancialmente las interacciones entre los ciudadanos llevando a los factores de inseguridad y violencia a una mejoría no vista en décadas.
El balance de ese periodo ofreció un resultado preciso: la seguridad mejoró como resultado de factores exógenos que una vez cesados devolverían los indicadores a su comportamiento ordinario, y dependiendo de los efectos económicos y sociales del confinamiento, dispararán los factores de riesgo de violencia y criminalidad.
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Los resultados de 2021 comprueban que la inexistencia de cambios significativos en estrategias, capacidades, legitimidad y comprensión de los desafíos hacía insostenible la mejoría del 2020. En la nueva normalidad la ciudad enfrenta problemas tradicionales de seguridad sumados a los nuevos que dejó la pandemia.
ProBogotá Región presentó en la última semana de marzo su informe de seguridad 2021, un ejercicio de recolección de registros estadísticos sobre criminalidad en Bogotá analizados con criterios territoriales, con el fin de identificar claves para mejorar la seguridad y alertas tempranas sobre riesgos para la estabilidad de la ciudad y la protección de las personas.
De once variables observadas, cinco empeoran respecto al año anterior. El hurto a personas (28,6%), de automotores (9,1%) y motocicletas (27,3%) registran deterioro. Asimismo, dos comportamientos delictivos: lesiones personales (24,6%) y delitos sexuales (1,5%).
La mejoría se aprecia en cinco variables. El hurto a residencias, comercios y bicicletas caen 12,1%, 18,5% y 12,5% respectivamente. La violencia intrafamiliar 14,5%. Si bien la extorsión se reduce un 5,1%, es posible que un rezago en el registro esté dando un resultado contrario a lo que los ciudadanos sufren en los barrios –empeoró en 10 de 12 meses observados–.
Mención aparte merece el homicidio, que aumentó el 8.8%. Este delito es la prueba ácida de la gestión de la seguridad. Su comportamiento está asociado al control de sistemas criminales y la regulación de la convivencia ciudadana. Cuando aumenta el homicidio no queda más que aceptar el fracaso en la aplicación de la ley, la solución de las tensiones sociales y el control del crimen.
Para enfrentar este complejo contexto de seguridad las autoridades administrativas del orden nacional y distrital deben juntar sus voluntades para el desarrollo de un trabajo intenso en la generación de capacidades para la provisión de seguridad y justicia en la ciudad. Neutralizar al crimen de hoy y prevenir el crimen de mañana exige más policías, operadores de justicia formal y no formal.
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Si bien el pedido de más capacidades es desestimado frente a necesidades más “urgentes” por parte de analistas y funcionarios, la realidad es que la debilidad de ese frente hace inviables los esfuerzos por resolver problemas de integración económica y social, impunidad y legitimidad institucional.
Hay que reconocer de una vez por todas que la seguridad es el resultado de acciones simultaneas de creación de capacidades, acción social, aplicación efectiva de la ley, mejoramiento económico y acción institucional sostenible y de largo aliento. Hay que superar ya la discusión respecto a si fue primero el huevo o la gallina.
De otra parte, está la recuperación del control del espacio público y la comprensión detallada de las dinámicas de convivencia y seguridad en cada localidad., La seguridad de la ciudad se construye a partir del desarrollo de respuestas focalizadas en cada una de sus localidades y de su control para cerrar espacios al crimen y la violencia.
La observación del 2021 también ofrece 21 alertas tempranas sobre riesgos significativos que atentan contra una gestión exitosa de la seguridad y la reconstrucción de la confianza de los bogotanos en su ciudad.
Reclutamiento forzado, violencia en eventos masivos y protección de frentes de obra pública representan nuevos focos de atención para autoridades y ciudadanos. En estos tres casos la coordinación público-privada, la reincorporación de niños, niñas y adolescentes al sistema educativo y la responsabilidad privada en la generación de capacidades complementarias de seguridad son determinantes.
Dentro de los riesgos ordinarios pendientes de mitigación dos tienen una representatividad estratégica. Primero, el microtráfico como maquina de financiación del crimen y la violencia en la ciudad. Segundo, la extorsión como expresión de control económico y social de los territorios. No se puede dejar de lado el cibercrimen, que hoy lleva el delito a todas las esferas de la vida de los ciudadanos.
En lo que respecta a la gestión de estrategias y las capacidades, el hacinamiento carcelario es una bomba de tiempo con un reloj de conteo activado. Tarde que temprano asistiremos a un evento masivo de violencia con impactos graves dentro y fuera de instalaciones no aptas para esta función.
Solo es posible cerrar espacios al crimen y la violencia con un trabajo coordinado entre autoridades y ciudadanos. Las claves y alertas tempranas sugeridas por ProBogotá ofrecen elementos para construir una agenda común dirigida a consolidar dicha alianza.
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