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La palabra ornato, que está en nuestro nombre, parece un anacronismo. En verdad, cuando nacimos hace 150 años, esa era una de nuestras reconocidas labores: embellecer, enlucir a Bogotá, sus parajes, sus jardines, sus parques… En el presente, naturalmente, seguimos con esa tarea, pero nuestro nombre representa un conjunto mayor de esfuerzos llevados a cabo en pro de la ciudadanía todos los días.
El Parque Museo El Chicó, que es nuestra sede, embellece a la ciudad, pero a un tiempo le proporciona alivio y congrega a su ciudadanía, la apacigua, la llena de vida. Durante muchos años nos hicimos cargo de la arborización de varios sectores urbanos y de la restauración y conservación de la Quinta de Bolívar. A principios de la década del veinte, preocupados por el crecimiento de la ciudad, nos dimos a la tarea de formular lo que hoy se conoce como el primer eslabón de la cadena planificadora de Bogotá, el plano de Bogotá Futuro.
Al mismo tiempo hemos tomado parte en la defensa de la reserva Van Der Hammen y la llamada Región Sabana, hemos participado con otras entidades en la gestión ambiental y la defensa de los recursos naturales urbanos, hemos adelantado una agenda cultural vibrante y cromática, hemos vigilado las normas urbanas y su cumplimiento, hemos estudiado los planes de ordenamiento territorial y emitido conceptos oportunos y calificados que representan la voz de la ciudadanía.
Y conforme han pasado los años, la ciudad moderna, acaso la creación más compleja de la humanidad nos ha demandado aún nuevas tareas. Tareas afincadas hondamente en la representación ciudadana, en su bienestar y en la búsqueda infatigable de una vida colectiva en armonía con su entorno. A ese esfuerzo colosal lo hemos llamado: la construcción de civilidad.
En ese ámbito colectivo que plantea la ciudad de la modernidad, cuando una persona cumple con los deberes que le imponen la sociedad y el Estado, decimos que ha adquirido cultura ciudadana. Cuando cumple con esos deberes con amor, siendo considerada y cuidadosa con los demás, siendo solidaria y fraternal, respetuosa y tolerante, afirmamos que ha logrado la civilidad.
Y ese es nuestro norte hoy en día: la SMOB, que no representa como institución, ningún interés económico ni ningún ideario político o religioso, busca fortalecer una ciudadanía responsable, participativa e incidente. La SMOB solo representa el ademán natural e instintivo de la ciudadanía: la civilidad.
Cuando la SMOB y las sociedades civiles que comparten su vocación misional, tienen éxito, es decir, logran que germine en nuestros corazones la civilidad, se desatan fuerzas como la solidaridad, una fuerza que, como dijo un agudo pensador francés, es capaz de volver a la civilización al camino correcto.
La civilidad es el único antídoto seguro contra la discordia y la violencia.