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Las posibilidades de que este gobierno saque adelante una reforma a la salud son muy pocas, al menos en la forma como ha intentado hacerlo. Además de la confrontación, ha acudido a la defensa de una ideología de estatización que ha demostrado ser un fracaso en el mundo, como en el Reino Unido, emblemático sistema público otrora modelo a imitar que hoy padece una crisis sin precedentes.
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Ya no es el momento de presentar reformas para tratar de refundar el sistema cuando le quedan escasos dos años. Y menos sin consensos amplios con todos los actores, que dicen haberlo logrado, pero sólo con las EPS, que, aunque juegan un rol importante, se deben incluir a todos los demás.
Es por tanto una reforma que carece de legitimidad suficiente, y peor aún, no resuelve los principales problemas que aquejan al sector. Y también, por la ausencia de una oposición autocrítica y constructiva incapaz de ver más allá de la defensa del statu quo, como si el mundo comenzara y terminara con la Ley100, que insiste en proponer lo que no fueron capaces de hacer durante doce años en el poder.
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Se requiere una tercera vía, que, desde la sociedad civil, la academia, y por supuesto con todos los sectores y vertientes políticas, comenzando por los pacientes que poco han contado para este gobierno, se sienten y logren ponerse de acuerdo en lo que más le conviene a la población, lo que no se hace en menos de dos años.
Además, no es hora de reformas faraónicas para resolver lo divino y lo humano, se deben priorizar los problemas y trabajar sobre lo construido basados en experiencias existentes que sirvan de piloto, como el caso de Bogotá. Su administración actual tiene voluntad y recursos para mejorar este sector, una EPS pública, una completa red de hospitales públicos y privados dispuestos a participar, y la mejor EPS privada del país según sus indicadores financieros y de servicios.
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Como problemas principales a resolver en lo inmediato, que no requieren de nuevas leyes, está la desfinanciación de este sector que ha sido la principal causa del deterioro en la prestación de los servicios. Le sigue la tutelitis que amenaza la sostenibilidad financiera del sector, que ha llevado a que hoy la casi totalidad de estas sean para saltarse la fila y lograr beneficios para unos pocos en plazos irreales que ningún país desarrollado concede.
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Y finalmente, se requiere superar el viejo concepto de atención primaria, que fue de gran utilidad en los años 80 y 90, que además de segmentar la atención, hoy no es lo que requiere el país; y reemplazarlo por el de redes y rutas integrales de atención remuneradas por resultados y no por la cantidad de servicios que ha demostrado ser un barril sin fondo que no mejora la salud.
Se necesita voluntad, humildad y mucha paciencia, está en juego la salud de 50 millones de colombianos, ¿quién se apunta? Me pueden escribir a luisgmoral@yahoo.com entre todos podemos hacerlo.