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Constantemente vemos a los gobiernos de Bogotá tratando de educar a la ciudadanía en temas de convivencia, entre vecinos y con los animales. Sin embargo, da la impresión de que se dejan vencer o ganar por la indisciplina de la gente que se resiste a entender que es necesario asumir buenas prácticas, especialmente en lo que tiene que ver con la relación del hombre con los demás seres vivos.
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En repetidas ocasiones vimos al exalcalde, Enrique Peñalosa, repetir como lora durante su segunda administración que no se les debía suministrar maíz, arroz y demás granos a las palomas que a diario se acercan a la Plaza de Bolívar porque con esta práctica que aparentemente se muestra como sana, se atraía a un elevado número de estas aves provocando una sobrepoblación en esta zona de Bogotá donde acuden muchas personas que pueden ver afectada su salud por la cantidad de heces fecales que estos animalitos suelen dejar en el piso y en los techos de los edificios cercanos.
Basta con darle una mirada al piso de la Plaza de Bolívar, las zonas abiertas del Capitolio Nacional, la Plaza Núñez y los techos de los edificios de la Alcaldía de Bogotá, la Secretaría de Gobierno, el Ministerio del Interior, la Catedral Primada y demás entidades que concentran un gran número de visitantes y funcionarios.
Aquí podemos anotarle otra falla a la administración siguiente a la segunda de Enrique Peñalosa, es decir a la de Claudia López, quien parece nunca tuvo en cuenta o jamás le importó continuar con la campaña de educación y reeducación a la ciudadanía que debe entender que el alimento natural de las palomas son los insectos, gusanos y lombrices, y no el maíz que algunos acostumbran a vender con el ánimo de rebuscarse uno que otro centavo para el diario vivir.
Hoy le corresponde a Carlos Fernando Galán retomar este tipo de campañas para desmentir los mitos en contra de estos animalitos y potenciar propuestas a su favor, porque las palomas deben salir a buscar su alimento natural, es decir, el que su organismo les pide y necesita para su supervivencia.
Estas campañas de educación y cultura ciudadana deben asumirlas la Alcaldía de Bogotá, la Secretaría de Gobierno, el Instituto de Protección y Bienestar Animal, la Secretaría de Salud y por supuesto la Secretaria de Medio Ambiente. En esta tarea, el Instituto Para la Economía Social (IPES), también tiene su cuota de responsabilidad, porque debe buscar alternativas económicas para las personas que acuden a la venta del maíz para conseguir su día a día.
Puede que un niño se vea muy bonito cuando le tomamos una foto con los brazos extendidos en la Plaza de Bolívar sosteniendo en ellos un buen número de palomas, el problema es que lo estamos exponiendo no solo a un aire contaminado por la cantidad de heces fecales de estas aves, sino además quien sabe a cuantos otros virus más que estos animales pueden traer consigo.
Esta tarea también es de los ambientalistas, los mismos que protestan y taponan las vías para evitar que se tumbe un árbol para dar paso a la construcción de las obras de gran infraestructura. No es posible que en casos como estos, cuando se afecta la salud de miles de ciudadanos por culpa de una mala práctica con las palomas, se queden callados y miren para otro lado.
Una vez la Plaza de Bolívar y diferentes lugares de Bogotá presentan sobre población de palomas, lo que debería llamar la atención de las autoridades del Distrito, ambientalistas y demás ciudadanos para iniciar campañas de educación para que se abandone la mala práctica de suministrar alimentos que no son del consumo de estos animalitos.
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