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Según las causas de muerte de la base de datos Saludata, en Bogotá en el 2018, año más reciente disponible, de cada 100 personas fallecidas, descontando las “otras causas”, 80 fueron por enfermedades crónicas, degenerativas y cáncer; 10 por causas asociadas a la violencia intencional y accidental; y el resto por patologías infecciosas, complicaciones en el período materno perinatal y problemas congénitos.
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Entre las principales patologías crónicas y degenerativas están las cardio cerebro vasculares, la diabetes, la enfermedad pulmonar y los cánceres de mama, vías digestivas y tracto respiratorio. Su aparición y por ende su prevención, está ligada a conductas como el sedentarismo, la alimentación no saludable, al consumo de tabaco y alcohol; y también, a la contaminación ambiental.
Prevenirlas, al menos reducir su daño en discapacidad y muerte prematura, está demostrado se logra con actividad física periódica, con alimentación baja en grasas saturadas, sal, azúcares refinados y nitritos cancerígenos. Pero también reduciendo la contaminación del aire con material particulado, como el carbón negro, producido principalmente por los motores diésel, y con otras partículas como el polvo originado en la construcción y las vías sin pavimentar.
Aun así, asumir conductas saludables no solo basta con que la gente quiera, se requiere de condiciones materiales para que puedan hacerse. Caminar y montar en bicicleta, además de combatir el sedentarismo, contribuye a una movilidad limpia y sostenible que disminuye la contaminación por un menor uso automotor. No obstante, para ello requieren de aceras amplias y una red de ciclorutas sin obstáculos como vehículos parqueados en ellas, exclusivas, iluminadas y seguras, como también de un sistema de trasporte eficiente y no contaminante, en especial el público y el de carga.
La violencia, como segunda causa de muerte, es generada en primer lugar por los homicidios, seguida de los accidentes de tránsito. Prevenirla implica un mayor control sobre el porte de armas y el consumo de alcohol que se sabe está asociado a riñas, lesiones y muertes, con estrategias como “horas zanahorias”. En segundo lugar, tener una mayor seguridad vial se logra, por ejemplo, estableciendo límites de velocidad o resaltos sobre cruces peatonales, en especial en las áreas urbanas.
Ante esta evidencia, surge el interrogante de si el sistema de salud puede hacer algo para prevenirlas y si es su responsabilidad directa. La respuesta en ambos casos es no. La educación en salud hecha desde la escuela podría ayudar a cambiar conductas, pero si no existen condiciones materiales para que se puedan poner en práctica, sería muy difícil.
Por ejemplo, aunque se quisiera comer saludable, a diario existe en la calle o en los colegios alimentos ultra procesadas con grasas saturadas y con exceso de sal, azúcar y nitritos. Lo mismo, aunque se quisiera caminar y moverse en bicicleta, no hay aceras y ciclorrutas suficientes, iluminadas y sobre todo seguras.
Por eso, aunque mucho se habla de la importancia de un sistema de salud basado en lo preventivo, con lo que todos estamos de acuerdo, no es tan cierto que esto sea una responsabilidad directa del sector salud o que pueda lograrse con equipos médicos que visiten los hogares.
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