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Los expertos en estadística y demografía establecen, valiéndose del concepto del bono demográfico, la relación cuantitativa -en términos relativos-, entre la población económicamente activa de un país y aquella que no lo es. Esto es de una importancia enorme en el bienestar presente y futuro de una nación, pues la población que no es económicamente activa depende de la que sí lo es. Los que trabajan, tienen rentas laborales y contribuyen al PIB y al ingreso bruto de la economía, sosteniendo a los que no pueden hacerlo.
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En Colombia, la población no activa económicamente se define como aquellas personas menores a 15 años o mayores a 60. Los demás, están en capacidad de trabajar. El bono demográfico, entonces, será positivo si los que trabajan -en términos relativos-, crecen más que los que no trabajan, en un período determinado.
Evidentemente, que los niños de hoy puedan ser los adultos productivos del mañana -y puedan sostener económicamente a los que no trabajan-, no es un asunto solamente biológico. Es necesario que el país, que el Estado, las instituciones y la política pública, sean capaces de formar y capacitar a esos jóvenes y de crear las condiciones, de todo orden, para que puedan trabajar y producir en el futuro.
Habiendo dicho eso, o mejor, suponiendo que eso se cumpla, que los niños puedan trabajar cuando lleguen a la edad productiva, el asunto biológico es, por supuesto, trascendental. O, dicho con mayor precisión, el efecto de la biología humana es trascendental en la cuestión demográfica que se está analizando.
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Y es que, en Colombia, como en muchos países del mundo, las tasas de natalidad llevan años a la baja. Es decir, las mujeres en edad fértil cada vez tienen -tanto en términos relativos como absolutos-, menos hijos. Y si hay menos nacimientos, por fuerza, habrá menos jóvenes en el futuro, y la población económicamente activa disminuirá, en términos relativos.
¿Quién, entonces, va a sostener a los niños y a los adultos mayores que ya no producen económicamente?
La población vieja serás más grande en términos relativos, representará un porcentaje cada vez mayor de la población total, pues no hay un “tasa de reemplazo” que vaya al mismo ritmo, ya que no están naciendo casi niños. La población se estancará en su crecimiento y se envejecerá, como les pasa a muchos países de Europa. Este es el panorama que Colombia y muchos países del mundo contemplan, y es extremadamente preocupante, como puede verse.
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Pero, además, si la tasa de natalidad fuera tan baja -y hay razones para pensar que lo sea, pues las mujeres de la sociedad de hoy en día, en general, por razones emocionales, íntimas, profesionales y materiales, están poco inclinadas a tener tantos hijos como en el pasado, o a tenerlos muy temprano en su vida fértil-, si esa tasa fuera tan baja, decíamos, se dará el caso de que la tasa de mortalidad superará a la de natalidad, con lo cual la población no solo se envejecerá, sino que se contraerá.
Esto es my grave, ya no solo para el asunto del bono demográfico, sino del destino mismo de la sociedad contemporánea. Sociedad, que como puede constatarse en la plataforma DataCivilidad, va a vivir en lugares cada más pequeños y en familias cada vez menos numerosas. Pero, además, las proyecciones del DANE indican que para el año 2035, habrá en Bogotá cerca de un millón de mujeres mayores de 60 años.
Así las cosas, en un futuro no muy lejano y de seguir todo así, seremos más viejos, estaremos más solos, y nos empobreceremos gradualmente.