Opinión: Mujeres, medicina y salud en Colombia, una historia que apenas comienza
La historia de las mujeres en la medicina y la conducción del sector salud en Colombia apenas comienza a escribirse, donde sobresalen dos bogotanas. Estos han sido terrenos exclusivos de los hombres como resultado de una sociedad tradicionalmente machista que las relega a un segundo plano bajo argumentos fútiles para justificar esta práctica.
Luis Gonzalo Morales Sánchez
Tradicionalmente, el ejercicio de la medicina y la conducción del sistema de salud en Colombia, han sido áreas de dominio exclusivo de hombres. Allí las mujeres han ocupado un segundo plano y su labor ha estado sometida a una segregación disfrazada de división del trabajo, que considera que su mejor lugar era el de ser solo auxiliares subordinadas al médico.
María Mies, antropóloga y feminista alemana en su obra “Patriarcado y acumulación a escala mundial”, explora las raíces de este fenómeno de dominación machista, mostrando que es más una construcción social, económica y política con la que se ha justificado su subordinación y explotación por parte de los hombres.
Zulma Urrego, médica psiquiatra, narra la historia de las primeras mujeres médicas en Colombia; Marlín Téllez reconstruye la historia del Ministerio de Salud en Colombia, y Luis Carlos Arango, la del Seguro Social. Estos últimos trabajos muestran que solo hasta comienzos de 1990 aparecieron las mujeres en la conducción del sector salud.
La primera mujer que ejerció la medicina en Colombia fue Juana Bartola de Mier Vargas, entre 1761 y 1767, natural de Mompox e hija de un funcionario de la Corona de española. Posteriormente, otras tres lo hicieron entre finales del siglo XIX y principios del XX. Fueron las bogotanas Ana Galvis Hotz y Sara Páez de Moncó, la primera graduada en la Universidad de Berna, Suiza en 1877 y además la primera médica de Hispanoamérica, la segunda graduada en el Hering Medical College de Chicago en 1910; y la tercera Lidia Grutzendler, ucraniana, graduada en la Universidad de París en 1915.
Pero fue solo hasta 1925 que la Universidad de Cartagena otorgó el primer grado de medicina a una mujer en Colombia, a la ucraniana Paulina Beregoff, quien fue además la primera profesora de una facultad de medicina en el país. En 1945 la Universidad Nacional graduó en medicina a la primera mujer colombiana, Inés Ochoa Pérez, nacida en Duitama, de entre muchas otras que no lograron este propósito.
En la historia del Ministerio de Salud creado en 1953, aparece María Teresa Forero de Saade, nacida en Vergara, Cundinamarca, como primera mujer en ocupar ese cargo en 1996 y, además, como la primera pediatra en Colombia. Se destacan Cecilia López Montaño, barranquillera, como primera directora del Instituto de los Seguros Sociales en 1990 y Fanny Santamaría Tavera, de Medellín, quien la sucedió en 1992.
Como puede verse, ver mujeres en el ejercicio de la medicina y en la conducción del sector salud en Colombia, es una historia muy reciente, que apenas comienza a escribirse. En parte por la decadencia del predominio machista en este sector y como resultado de las luchas feministas, en su esfuerzo por demostrar que esta segregación es solo una construcción social para justificar su explotación como algo “normal” y “natural” propio de su condición biológica de mujer y madre que solo le permitía dedicarse al hogar y al cuidado de los hijos.
Tradicionalmente, el ejercicio de la medicina y la conducción del sistema de salud en Colombia, han sido áreas de dominio exclusivo de hombres. Allí las mujeres han ocupado un segundo plano y su labor ha estado sometida a una segregación disfrazada de división del trabajo, que considera que su mejor lugar era el de ser solo auxiliares subordinadas al médico.
María Mies, antropóloga y feminista alemana en su obra “Patriarcado y acumulación a escala mundial”, explora las raíces de este fenómeno de dominación machista, mostrando que es más una construcción social, económica y política con la que se ha justificado su subordinación y explotación por parte de los hombres.
Zulma Urrego, médica psiquiatra, narra la historia de las primeras mujeres médicas en Colombia; Marlín Téllez reconstruye la historia del Ministerio de Salud en Colombia, y Luis Carlos Arango, la del Seguro Social. Estos últimos trabajos muestran que solo hasta comienzos de 1990 aparecieron las mujeres en la conducción del sector salud.
La primera mujer que ejerció la medicina en Colombia fue Juana Bartola de Mier Vargas, entre 1761 y 1767, natural de Mompox e hija de un funcionario de la Corona de española. Posteriormente, otras tres lo hicieron entre finales del siglo XIX y principios del XX. Fueron las bogotanas Ana Galvis Hotz y Sara Páez de Moncó, la primera graduada en la Universidad de Berna, Suiza en 1877 y además la primera médica de Hispanoamérica, la segunda graduada en el Hering Medical College de Chicago en 1910; y la tercera Lidia Grutzendler, ucraniana, graduada en la Universidad de París en 1915.
Pero fue solo hasta 1925 que la Universidad de Cartagena otorgó el primer grado de medicina a una mujer en Colombia, a la ucraniana Paulina Beregoff, quien fue además la primera profesora de una facultad de medicina en el país. En 1945 la Universidad Nacional graduó en medicina a la primera mujer colombiana, Inés Ochoa Pérez, nacida en Duitama, de entre muchas otras que no lograron este propósito.
En la historia del Ministerio de Salud creado en 1953, aparece María Teresa Forero de Saade, nacida en Vergara, Cundinamarca, como primera mujer en ocupar ese cargo en 1996 y, además, como la primera pediatra en Colombia. Se destacan Cecilia López Montaño, barranquillera, como primera directora del Instituto de los Seguros Sociales en 1990 y Fanny Santamaría Tavera, de Medellín, quien la sucedió en 1992.
Como puede verse, ver mujeres en el ejercicio de la medicina y en la conducción del sector salud en Colombia, es una historia muy reciente, que apenas comienza a escribirse. En parte por la decadencia del predominio machista en este sector y como resultado de las luchas feministas, en su esfuerzo por demostrar que esta segregación es solo una construcción social para justificar su explotación como algo “normal” y “natural” propio de su condición biológica de mujer y madre que solo le permitía dedicarse al hogar y al cuidado de los hijos.