Opinión: Nicolás sinado para descarriarse

En hablado barranquillero dicen los que conocen a Nicolás Petro que es petulante, fanfarrón, cambambero desde pelao, todo porque siempre se ha ufanado de ser el primogénito de Gustavo Petro, el líder político más eminente en su momento y ahora presidente de la República.

Leer: Opinión: Experiencia pública de los candidatos a la Alcaldía Mayor de Bogotá

No faltado el sicólogo que, eso sí, en tan cachaco, ya anda diciendo por ahí que dado lo disfuncional de la relación del papá famoso con la modesta Katya Burgos, su madre, es normal que el hijo instintivamente se defienda del estigma de bastardía haciendo de la figura del padre su súper yo, idealizándolo y emulándolo, de hecho, convencido de que heredó los genes de paladín político de su padre, estudió abogacía y prematuramente optó por la carrera política, oficiando tales lides nada menos que en el ruedo barranquillero, plaza con idiosincrasia politiquera de corruptelas tan tradicionales como el carnaval.

Se compró zapatos Ferragamo como su papá, sus pintas, esas sí de mejor marca, y se casó con una mona voluptuosa y ambiciosa, dando el casting de farto, apenas de papaya para que le pusieran la cascarita y cayera en fangos de falsos prestigios y dineros puercos, como en efecto sucedió en las elecciones presidenciales, cuando víctima de su ufanía y ofreciendo oropeles quien sabe a quienes, los tales López Sierra y Huilsaca, de sagas traquetas curramberas.

Le entregaron fajos como aporte a la campaña de su padre, para entonces puntero en las encuestas, más como la gerencia del partido no recibiría esa plata así como así, el muchacho proclive al descarrío se la embolsilló.

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Esto era un secreto hasta que por veleidades con la modelo Laura Ojeda se separó de su morronguita ambiciosa, quien al no recibir la mordida del fajo que pedía procedió a hablar y ahí fue Troya.

El caso tiene todos los ingredientes de una chiva noticiosa que en la conciencia de un pueblo manipulado por el periodismo sensacionalista podía lesionar la imagen del presidente adalid de la anticorrupción. Y, aunque ya Day Vásquez declaró ante la fiscalía, que ni la gerencia del partido, ni el presidente supieron de dicha transacción, periodistas y comunicadores porfían en buscarle el quiebre al mandatario, ahora ensañados con su responsabilidad por su descuidada e irresponsable paternidad.

¿Habrase visto? Como si alguna vez en la historia y menos ahora, la injerencia paterna, por estricta que sea, tuviera un manejo infalible del albedrío de los hijos.

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Pienso en el legendario Edipo predestinado por los dioses al fratricidio y al incesto con su madre, ante lo cual el rey Layo y la reina Yocasta, sus padres, nada pudieron hacerse. O acaso, cuando Priamo rey de Troya manda a sus hijos Héctor y Paris en misión diplomática al reino de Esparta se imaginó que su hijo Paris iba a enamorar y a raptar a Helena, esposa de su rival, el rey Menelao, quien ofendido desató una guerra cruenta e inexorable contra la ciudad, sitiándola y luego destruyéndola.

Gustavo Petro es el presidente al que los medios de comunicación más le han escudriñado su vida civil y privada, de él sabemos que usa carísimos zapatos Ferragamo, incluso que la ropa interior de su esposa Verónica son diseños exclusivos de Victora’s Secret, que su casa puede estar costando al cambio actual un millón de dólares, se ha hecho pública su declaración de renta como sus dificultades amorosas con las exmujeres, se sabe donde estudian sus hijas y cuánto le cuesta su formación.

Ojalá esté auscultamiento público, en adelante se le haga a todo el que llegue a ocupar la presidencia o cualquier otro cargo de elección popular.

Sobre el drama de su hijo Nicolás, presiento que el tratar de meter plata sucia a la campaña y el enriquecimiento ilícito son apenas unas de las muchas cascaritas que le pusieron por bisoño y por farto, faltan más embarradas que se publicarán al ton de la cizaña y la mala leche de la oposición al gobierno progresista.

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Ante lo cual al presidente le corresponde bifurcar su alma, de un lado velar porque en el juzgamiento de los delitos que haya podido cometer su primogénito, la sevicia de sus opositores en instancias judiciales no enmarañen el debido proceso y por otro lado, como mandatario de todos los colombianos debe mantener la imparcialidad para que la justicia proceda sin obstrucción, a la vez que magnánimo debe mostrarse íntegro y ejemplar como individuo y como gobernante.

En hablado barranquillero dicen los que conocen a Nicolás Petro que es petulante, fanfarrón, cambambero desde pelao, todo porque siempre se ha ufanado de ser el primogénito de Gustavo Petro, el líder político más eminente en su momento y ahora presidente de la República.

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No faltado el sicólogo que, eso sí, en tan cachaco, ya anda diciendo por ahí que dado lo disfuncional de la relación del papá famoso con la modesta Katya Burgos, su madre, es normal que el hijo instintivamente se defienda del estigma de bastardía haciendo de la figura del padre su súper yo, idealizándolo y emulándolo, de hecho, convencido de que heredó los genes de paladín político de su padre, estudió abogacía y prematuramente optó por la carrera política, oficiando tales lides nada menos que en el ruedo barranquillero, plaza con idiosincrasia politiquera de corruptelas tan tradicionales como el carnaval.

Se compró zapatos Ferragamo como su papá, sus pintas, esas sí de mejor marca, y se casó con una mona voluptuosa y ambiciosa, dando el casting de farto, apenas de papaya para que le pusieran la cascarita y cayera en fangos de falsos prestigios y dineros puercos, como en efecto sucedió en las elecciones presidenciales, cuando víctima de su ufanía y ofreciendo oropeles quien sabe a quienes, los tales López Sierra y Huilsaca, de sagas traquetas curramberas.

Le entregaron fajos como aporte a la campaña de su padre, para entonces puntero en las encuestas, más como la gerencia del partido no recibiría esa plata así como así, el muchacho proclive al descarrío se la embolsilló.

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¿Habrase visto? Como si alguna vez en la historia y menos ahora, la injerencia paterna, por estricta que sea, tuviera un manejo infalible del albedrío de los hijos.

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Pienso en el legendario Edipo predestinado por los dioses al fratricidio y al incesto con su madre, ante lo cual el rey Layo y la reina Yocasta, sus padres, nada pudieron hacerse. O acaso, cuando Priamo rey de Troya manda a sus hijos Héctor y Paris en misión diplomática al reino de Esparta se imaginó que su hijo Paris iba a enamorar y a raptar a Helena, esposa de su rival, el rey Menelao, quien ofendido desató una guerra cruenta e inexorable contra la ciudad, sitiándola y luego destruyéndola.

Gustavo Petro es el presidente al que los medios de comunicación más le han escudriñado su vida civil y privada, de él sabemos que usa carísimos zapatos Ferragamo, incluso que la ropa interior de su esposa Verónica son diseños exclusivos de Victora’s Secret, que su casa puede estar costando al cambio actual un millón de dólares, se ha hecho pública su declaración de renta como sus dificultades amorosas con las exmujeres, se sabe donde estudian sus hijas y cuánto le cuesta su formación.

Ojalá esté auscultamiento público, en adelante se le haga a todo el que llegue a ocupar la presidencia o cualquier otro cargo de elección popular.

Sobre el drama de su hijo Nicolás, presiento que el tratar de meter plata sucia a la campaña y el enriquecimiento ilícito son apenas unas de las muchas cascaritas que le pusieron por bisoño y por farto, faltan más embarradas que se publicarán al ton de la cizaña y la mala leche de la oposición al gobierno progresista.

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Ante lo cual al presidente le corresponde bifurcar su alma, de un lado velar porque en el juzgamiento de los delitos que haya podido cometer su primogénito, la sevicia de sus opositores en instancias judiciales no enmarañen el debido proceso y por otro lado, como mandatario de todos los colombianos debe mantener la imparcialidad para que la justicia proceda sin obstrucción, a la vez que magnánimo debe mostrarse íntegro y ejemplar como individuo y como gobernante.