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(Opinión) Paisajes sostenibles: desarrollo con innovación para el agro

Apostar por los paisajes sostenibles no es solo una necesidad ecológica, sino una estrategia económica inteligente, para ser potencia productora de alimentos del mundo.

Ricardo Agudelo Sedano
05 de junio de 2024 - 05:21 p. m.
Aprovechar los paisajes de Cundinamarca requiere de alianza sin precedentes entre el sector público, privado y las comunidades, donde las políticas y los incentivos económicos juegan un papel crucial.
Aprovechar los paisajes de Cundinamarca requiere de alianza sin precedentes entre el sector público, privado y las comunidades, donde las políticas y los incentivos económicos juegan un papel crucial.
Foto: CAR
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Mientras el mundo se debate entre la creciente amenaza del cambio climático y la necesidad imperiosa de alimentar a su población, una solución prometedora emerge del corazón de Colombia: los paisajes sostenibles. No se trata de una mera moda pasajera en el ámbito del desarrollo agrícola. Estamos ante un cambio paradigmático, que podría definir el futuro de la agricultura global.

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La idea es simple pero profunda: transformar el agro a través de un modelo que no solo respete, sino que también potencie la biodiversidad y los ecosistemas. ¿Por qué? Porque la salud de nuestro planeta y de nuestras comunidades depende intrínsecamente de la salud de nuestros paisajes. La deforestación y el deterioro de los ecosistemas no son solo problemas de los ambientalistas; son amenazas directas a la seguridad alimentaria y al bienestar socioeconómico.

Este enfoque innovador requiere de una alianza sin precedentes entre el sector público, privado y las comunidades, donde las políticas y los incentivos económicos juegan un papel crucial. Estamos hablando de optimizar el uso del suelo, conservar recursos hídricos y articular sectores económicos de manera que se maximicen los beneficios sin sacrificar el entorno natural.

Recientemente, la Región Administrativa y de Planificación Especial (RAP-E) ha marcado un hito con la firma de un acuerdo por 3,9 millones de euros con la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo. Este proyecto no solo es emblemático por su magnitud financiera, sino por su potencial transformador. Más de 2,700 campesinos y productores, muchos de ellos mujeres y jóvenes, se verán directamente beneficiados con acceso a tecnologías avanzadas y prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente.

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Pongamos un ejemplo tangible: el paisaje panelero-cafetero. Esta iniciativa abarca decenas de municipios con un alto potencial no solo para la agricultura, sino también para el turismo rural. Imagine combinaciones de cultivos que no solo son rentables, sino también regenerativos, que mantienen la salud del suelo y aumentan la biodiversidad local.

Y no olvidemos el paisaje hortofrutícola de la región del Sumapaz, un área vital por su rol en los acuerdos de paz y por su significativa actividad agrícola. Aquí, el proyecto se alinea con la estrategia de paz y desarrollo, mostrando cómo la agricultura sostenible puede ser un vehículo de cambio social y económico.

La apuesta por los paisajes sostenibles no es solo una necesidad ecológica, es una estrategia económica inteligente y una obligación ética que se alinea con los propósitos de nuestro Plan Nacional de Desarrollo, de convertirnos en la potencia productora de alimentos del mundo.

La crisis climática ya no es una amenaza lejana, es una realidad que golpea con fuerza a la puerta de nuestras casas y campos. Adoptar este enfoque no es solo adaptarnos al cambio climático, es adelantarnos a él, es liderar con el ejemplo.

Como sociedad, no podemos darnos el lujo de ignorar las posibilidades que los paisajes sostenibles nos ofrecen. Es hora de desafiar el status quo, de innovar audazmente. ¿Nos atreveremos a aceptar este reto? La agricultura y el planeta nos urgen a decir que sí.

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