Opinión: ¿Por qué se debe demoler el viejo hospital San Juan de Dios?
La nueva ministra de Cultura ordenó detener la demolición del viejo hospital San Juan de Dios de Bogotá. Esto suspende el contrato de construcción de un nuevo hospital de alta complejidad que requiere la ciudad. La razón por la que debe ser reemplazada la antigua estructura es por la imposibilidad de cumplir con los estándares mínimos de tecnología, calidad y seguridad.
Luis Gonzalo Morales Sánchez
La entrante ministra de Cultura del gobierno Petro ha pedido suspender la demolición del hospital San Juan de Dios en Bogotá. Esto significa parar la construcción en curso de un moderno hospital de alta complejidad, poniendo en riesgo un servicio que requiere la ciudad para atender a la población más pobre de este sector.
El San Juan de Dios, también conocido como la Hortua, cerró sus puertas en 2001, siendo hasta ese momento el hospital más emblemático en el desarrollo de la medicina en Colombia, fundado en 1723, aunque ya prestaba servicios desde 1564.
En 2002 fue declarado monumento nacional por la Ley 735 y en 2016 el Ministerio de Cultura aprobó el Plan Especial de Manejo y Protección, mediante la Resolución 995, que exigía la conservación de 22 de las 24 edificaciones existentes en el lugar, permitiendo demoler, de ser necesario, el viejo hospital.
En 2016 se inició su recuperación, proceso que contempló como alternativas rehabilitar la antigua edificación o construir una nueva. La decisión fue demolerla, en razón a los defectos constructivos insalvables de su diseño de los años 50. Estos impedían que allí se pudiese habilitar un hospital moderno, de alta complejidad, acorde con los parámetros actuales de tecnología, calidad y seguridad.
Los estándares constructivos hospitalarios en todo el mundo exigen hoy una altura mínima entre el piso y el techo de 4,20 metros y en las áreas de quirófanos de 8,40 metros (doble altura). La razón es que los equipos biomédicos modernos vienen suspendidos del techo y no sobre una base de piso, como se acostumbraba.
Además, esta altura extra exigida es conocida como el “piso técnico”, por donde corren los ductos de ventilación, gases medicinales, succión, datos y energía, entre otros. Estos se suplían anteriormente mediante equipos apoyados sobre el piso y de ventilación en las paredes laterales y no desde el techo, como se exige hoy por razones de bioseguridad (flujo laminar).
El viejo hospital construido en la década de 1950 tiene una altura entre pisos de 3,10 metros y en quirófanos de 4,10, lo que impide instalar equipos modernos y contar con el “piso técnico” exigido. Esta razón técnica obliga a su demolición, ante la imposibilidad de modificar la altura entre pisos, que permita cumplir con las normas de tecnología, calidad y seguridad.
Aunque esta institución es símbolo del desarrollo de la medicina en Colombia, que no se puede desconocer, tampoco se debe olvidar que el objetivo hoy es contar con un hospital que cumpla con los más altos estándares de tecnología, calidad y seguridad, algo imposible de lograr en la vetusta estructura.
En cambio, si lo que se quiere es tener un museo de la medicina en Colombia, bien puede utilizarse cualquiera de las 22 edificaciones restantes, sin necesidad de sacrificar un espacio único, imposible de encontrar en el sector destinado a un servicio de salud de alta complejidad que requiere la ciudad. Ambas cosas son posibles.
La entrante ministra de Cultura del gobierno Petro ha pedido suspender la demolición del hospital San Juan de Dios en Bogotá. Esto significa parar la construcción en curso de un moderno hospital de alta complejidad, poniendo en riesgo un servicio que requiere la ciudad para atender a la población más pobre de este sector.
El San Juan de Dios, también conocido como la Hortua, cerró sus puertas en 2001, siendo hasta ese momento el hospital más emblemático en el desarrollo de la medicina en Colombia, fundado en 1723, aunque ya prestaba servicios desde 1564.
En 2002 fue declarado monumento nacional por la Ley 735 y en 2016 el Ministerio de Cultura aprobó el Plan Especial de Manejo y Protección, mediante la Resolución 995, que exigía la conservación de 22 de las 24 edificaciones existentes en el lugar, permitiendo demoler, de ser necesario, el viejo hospital.
En 2016 se inició su recuperación, proceso que contempló como alternativas rehabilitar la antigua edificación o construir una nueva. La decisión fue demolerla, en razón a los defectos constructivos insalvables de su diseño de los años 50. Estos impedían que allí se pudiese habilitar un hospital moderno, de alta complejidad, acorde con los parámetros actuales de tecnología, calidad y seguridad.
Los estándares constructivos hospitalarios en todo el mundo exigen hoy una altura mínima entre el piso y el techo de 4,20 metros y en las áreas de quirófanos de 8,40 metros (doble altura). La razón es que los equipos biomédicos modernos vienen suspendidos del techo y no sobre una base de piso, como se acostumbraba.
Además, esta altura extra exigida es conocida como el “piso técnico”, por donde corren los ductos de ventilación, gases medicinales, succión, datos y energía, entre otros. Estos se suplían anteriormente mediante equipos apoyados sobre el piso y de ventilación en las paredes laterales y no desde el techo, como se exige hoy por razones de bioseguridad (flujo laminar).
El viejo hospital construido en la década de 1950 tiene una altura entre pisos de 3,10 metros y en quirófanos de 4,10, lo que impide instalar equipos modernos y contar con el “piso técnico” exigido. Esta razón técnica obliga a su demolición, ante la imposibilidad de modificar la altura entre pisos, que permita cumplir con las normas de tecnología, calidad y seguridad.
Aunque esta institución es símbolo del desarrollo de la medicina en Colombia, que no se puede desconocer, tampoco se debe olvidar que el objetivo hoy es contar con un hospital que cumpla con los más altos estándares de tecnología, calidad y seguridad, algo imposible de lograr en la vetusta estructura.
En cambio, si lo que se quiere es tener un museo de la medicina en Colombia, bien puede utilizarse cualquiera de las 22 edificaciones restantes, sin necesidad de sacrificar un espacio único, imposible de encontrar en el sector destinado a un servicio de salud de alta complejidad que requiere la ciudad. Ambas cosas son posibles.