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                                                                                                                                Opinión: Por quién votan los habitantes de calle

                                                                                                                                Para las cuentas electoreras, la ciudadanía callejera sería, por cantidad, equiparable con otros colectivos con participación democrática efectiva. Sin embargo, hasta los funcionarios más progresistas los asumen incompetentes para tomar decisiones civiles, haciendo caso omiso de su derecho a voz y voto.

                                                                                                                                En las ciudades capitales de Colombia hay casi 34.000 habitantes de calle, de los cuales el 80% son adultos. En Bogotá se registran 9.000, en aumento por la llegada de desplazados por la violencia rural y los migrantes extranjeros.
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Para las cuentas electoreras, la ciudadanía callejera sería, por cantidad, equiparable con colectivos con participación democrática efectiva como los barristas del fútbol o los mototaxistas, etc. Sin embargo, tanto para la sociedad como para los gobiernos, son ciudadanos de segunda. Y más desde la proliferación del narcomenudeo en zonas suburbanas, que los hizo víctimas de la discriminación inherente a las políticas prohibicionistas, generadas por la guerra contra las drogas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La realidad excede las interpretaciones y caracterizaciones que las instituciones hacen de la población callejera. Muchos son resultantes de alguno de los modos del desamparo, pero sabemos de “ñeros” con títulos universitarios: de músicos de conservatorio, que en mejores tiempos integraron grandes orquestas; gentes con experticias insólitas; famosos de otrora, como príncipes caídos en desgracia, que han sido víctimas de algún sortilegio fantástico, como en los cuentos de hadas.

                                                                                                                                Entre los indómitos, dignos de casta “ñera”, destaco a mi parcero Javier Ardila, ‘Manotas’, como se le conoce en el ruedo. Ya lo he citado en columnas anteriores, porque es mi fuente fidedigna en los aconteceres undergraund. Me lo topé en un evento de raperos, que había en lote del extinto Bronx, y me contó que había votado en las elecciones parlamentarias. Aproveché para picarle la lengua y enterarme de cómo se mueve la cosa política entre la parcería.

                                                                                                                                Asegura Manotas, que mucha gente de calle, en política, es de derecha. En especial la “ñeramenta” de tradición pordiosera, que los que dicen “una limosnita por amor a Dios… Dios la bendiga por el chocolate… Dios pa’cá y pa’llá” – los remeda despectivamente –. “Son voluntariamente siervos de un amo inexistente, que idealizan e imitan. Entonces, como su amo ideal, dicen que van por Fico, defienden a Uribe Vélez y hasta le agradecen al alcalde Peñalosa que haya acabado con el Cartucho y el Bronx, aunque desterrados vivan errantes y peor que antes”, dice.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le pregunto si la gente de calle vota a conciencia y me responde burlón: “la ñeramenta vota para mantener las apariencias, porque en las unidades de atención los incentivan a veces y les ponen transporte. En la calle, los que portan la cédula venden el voto a algún politiquero de los Sanandresitos. ¡Ay del que los tuerza! Esos son chachos siempre armados. A mí, las veces que he votado, me remuerde la conciencia, porque sé que la política es torcida y los habitantes de calle no somos electores significativos”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Cuando me despedí de Manotas observé en la Plaza de la Mariposa la publicidad de los diferentes candidatos pegada en las ventanas, en los postes, en los puestos de ventas ambulantes, en los vidrios de los carros, a vuelo de pájaro, en ese populoso sector de Bogotá la contienda la va ganando Petro y Francia.

                                                                                                                                En las ciudades capitales de Colombia hay casi 34.000 habitantes de calle, de los cuales el 80% son adultos. En Bogotá se registran 9.000, en aumento por la llegada de desplazados por la violencia rural y los migrantes extranjeros.
                                                                                                                                Foto: Óscar Pérez
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Para las cuentas electoreras, la ciudadanía callejera sería, por cantidad, equiparable con colectivos con participación democrática efectiva como los barristas del fútbol o los mototaxistas, etc. Sin embargo, tanto para la sociedad como para los gobiernos, son ciudadanos de segunda. Y más desde la proliferación del narcomenudeo en zonas suburbanas, que los hizo víctimas de la discriminación inherente a las políticas prohibicionistas, generadas por la guerra contra las drogas.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La realidad excede las interpretaciones y caracterizaciones que las instituciones hacen de la población callejera. Muchos son resultantes de alguno de los modos del desamparo, pero sabemos de “ñeros” con títulos universitarios: de músicos de conservatorio, que en mejores tiempos integraron grandes orquestas; gentes con experticias insólitas; famosos de otrora, como príncipes caídos en desgracia, que han sido víctimas de algún sortilegio fantástico, como en los cuentos de hadas.

                                                                                                                                Entre los indómitos, dignos de casta “ñera”, destaco a mi parcero Javier Ardila, ‘Manotas’, como se le conoce en el ruedo. Ya lo he citado en columnas anteriores, porque es mi fuente fidedigna en los aconteceres undergraund. Me lo topé en un evento de raperos, que había en lote del extinto Bronx, y me contó que había votado en las elecciones parlamentarias. Aproveché para picarle la lengua y enterarme de cómo se mueve la cosa política entre la parcería.

                                                                                                                                Asegura Manotas, que mucha gente de calle, en política, es de derecha. En especial la “ñeramenta” de tradición pordiosera, que los que dicen “una limosnita por amor a Dios… Dios la bendiga por el chocolate… Dios pa’cá y pa’llá” – los remeda despectivamente –. “Son voluntariamente siervos de un amo inexistente, que idealizan e imitan. Entonces, como su amo ideal, dicen que van por Fico, defienden a Uribe Vélez y hasta le agradecen al alcalde Peñalosa que haya acabado con el Cartucho y el Bronx, aunque desterrados vivan errantes y peor que antes”, dice.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le pregunto si la gente de calle vota a conciencia y me responde burlón: “la ñeramenta vota para mantener las apariencias, porque en las unidades de atención los incentivan a veces y les ponen transporte. En la calle, los que portan la cédula venden el voto a algún politiquero de los Sanandresitos. ¡Ay del que los tuerza! Esos son chachos siempre armados. A mí, las veces que he votado, me remuerde la conciencia, porque sé que la política es torcida y los habitantes de calle no somos electores significativos”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Cuando me despedí de Manotas observé en la Plaza de la Mariposa la publicidad de los diferentes candidatos pegada en las ventanas, en los postes, en los puestos de ventas ambulantes, en los vidrios de los carros, a vuelo de pájaro, en ese populoso sector de Bogotá la contienda la va ganando Petro y Francia.

                                                                                                                                Temas recomendados:

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