Con el cierre de las inscripciones para las elecciones regionales empieza en firme la carrera para ocupar la alcaldía de la ciudad y las corporaciones locales, 90 días de competencia para seducir al electorado de Bogotá.
Desde la precampaña uno de los temas con mayor protagonismo en el discurso de los políticos es la recuperación de la seguridad, como lo muestra el hecho que la palabra seguridad esté entre las dos más usadas en al menos 5 de los programas de gobierno registrados para la ciudad en los próximos 4 años.
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La predilección por el tema es la repuesta lógica a una sensación extendida y creciente de temor entre los ciudadanos. En el primer semestre de 2023 aumentaron los registros de hurto a personas (29,4%), a residencias (31,6%), a comercio (1,8%), de motocicletas (1,7%), de automotores (13,5%), la extorsión (3,7%) y el secuestro (80%). Los únicos delitos a la baja fueron las lesiones personales (-30%), la violencia intrafamiliar (-35,7%) y los delitos sexuales (-42,4%).
Además de malos indicadores, en 2022 las encuestas de percepción de la Cámara de Comercio de Bogotá y Bogotá Como Vamos encontraron que menos del 30% de los Bogotanos se sentían seguros en la ciudad. Un sentimiento en el que el deterioro físico y el caos urbano tienen un peso importante.
La cercanía entre el discurso de los candidatos y las preocupaciones de los ciudadanos es más que una buena coincidencia. Es un desafío para los bogotanos, quienes deben reconocer entre los discursos que buscan complacerlos una propuesta viable y ejecutable de seguridad, convivencia y justicia para los próximos 4 años.
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Una tarea que no es sencilla dado que estas buscan atender el imaginario de que el problema de inseguridad es de “policías y ladrones”, cuando en realidad es un asunto de gerencia urbana, población, territorio y rol local de la seguridad.
Esto obliga a los bogotanos a asegurarse de que la respuesta al problema de seguridad tenga la naturaleza de un plan integral en el que se saque el mayor provecho de equipos, tecnologías y acciones contra la violencia, el crimen y las incivilidades, se garantice su efectividad y la sostenibilidad en el tiempo de los resultados obtenidos.
Para eso las propuestas de seguridad, convivencia y justicia deben ser analizadas desde la mirada que proporcionan al menos 5 lentes con diferente naturaleza: comprensión de desafíos, posibilidad de ejecución, transformación de entorno, generación de confianza y pertinencia de las capacidades propuestas.
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La comprensión de los desafíos es la materialización del rol estratégico de un mandatario local en la gestión de la seguridad. El conocimiento de territorio, comunidades, estructura económica y tendencias urbanas lo convierte en el mayor conocedor de riesgos y amenazas, permitiéndole ponerle agenda al gobierno nacional y actuar en prevención multidimensional.
De otra parte, está que la promesa de seguridad dependa mayoritariamente de la autoridad y mando del alcalde. Aquellas que dependan de otras ramas del poder público o del Gobierno nacional garantizan un futuro incierto, especialmente cuando este último tiene una estrategia que oscila entre la incomprensión y la inacción frente al riesgo de seguridad.
El próximo alcalde debe dejar atrás la fiebre de ser comandante operativo y capitalizar su rol como gerente de seguridad ciudadana retando al gobierno nacional en estrategia, creando confianza en sus ciudadanos, aportando conocimiento, recursos y capacidades para la construcción de estabilidad.
No habrá éxito en la aplicación de la ley, en la protección de derechos y libertades de los ciudadanos, ni serán sostenibles los resultados, mientras no se supere el caos en el espacio público, el transporte, la movilidad y se recupere el sentido de cuidado a la ciudad entre quienes la habitan.
También es importante que los ciudadanos sean conscientes de la transformación del ambiente local para unirse a un esfuerzo colectivo que cierre espacios al crimen y la violencia. Una promesa de gobierno sin acciones para crear confianza ciudadana aumentará el riesgo de que el esfuerzo no se materialice en transformaciones.
Finalmente, está la pertinencia en las capacidades. Recuperar la senda de la seguridad necesita de una estrategia que conecte los riesgos y amenazas con las capacidades operativas necesarias para enfrentarlas. Prometer drones, globos de vigilancia, policías locales, jueces y fiscales sin una estrategia clara y consistente es empezar por el final. Y como todos sabemos lo que empieza mal termina mal.
Analizar la promesa de seguridad para la ciudad desde estas dimensiones permitirá saber si es posible desarrollarla, si las inversiones están bien concebidas y si las metas propuestas son cumplibles.
Recuperar la seguridad de Bogotá exige habilidades para entender las dinámicas urbanas, reconocer los causantes de la sensación de inseguridad, enfrentar los desafíos del crimen, la violencia y las incivilidades, así como estimular el cumplimiento del gobierno nacional a sus obligaciones.
Es necesario que el candidato ganador demuestre antes de su elección que está en capacidad de hacer cumplir su promesa de seguridad, así como de gestionar y defender los intereses de los bogotanos en el concierto nacional.