Opinión: ¿Qué pasaría con el sector salud en Bogotá con la reforma del gobierno?

El nuevo gobierno ha propuesto reformas que afectan al sector salud. La cartera de trabajo ha hablado de eliminar los contratos de prestación de servicios y el regreso de los recargos nocturnos a partir de la 6 p.m. Por su parte, la de salud, ha planteado la formalización laboral de los trabajadores del sector, 70% vinculados por contratos de prestación de servicios.

Por otro lado, el Ministerio de Hacienda ha enfocado la reforma tributaria en las personas naturales, en especial los trabajadores independientes, donde hoy se ubica una gran cantidad de los profesionales del sector salud, en especial los médicos.

En el caso de Bogotá, la vinculación de los 17 mil contratistas a las plantas de cargos de los hospitales públicos, de hacerse en las condiciones laborales del resto de trabajadores del Distrito, automáticamente duplicaría el costo laboral y los llevaría a la quiebra inmediata, a menos que de la misma manera se incrementen sus ingresos, algo poco probable que suceda.

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Por su parte, el regreso del recargo nocturno a partir de las 6 p.m., encarecería el costo de los servicios, en especial los de tipo ambulatorio, como la consulta médica. Esta situación afectaría a hospitales, profesionales de la salud y a los pacientes, a estos últimos en razón a que muchos de ellos por sus limitaciones laborales solo pueden acudir al médico en esos horarios.

También, la reforma tributaria golpearía duramente el ejercicio liberal de la medicina al incrementar el impuesto de renta del 10 al 35%. Esto prácticamente llevaría a la desaparición de la práctica independiente, símbolo histórico y fundamento de la autonomía de esta profesión, que obligaría a muchos a cerrar sus consultorios y a emplearse por un salario.

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Así mismo, eliminar los contratos de prestación de servicios a los profesionales independientes de salud afectaría sus condiciones de trabajo. Por un lado, se debilita el consuetudinario ejercicio liberal de la profesión y, en segundo lugar, representaría una disminución real de sus ingresos, parte de los cuales serían retenidos por las instituciones como costos laborales o mayores impuestos.

Por supuesto que nadie se opone ni discute los beneficios de redistribuir la riqueza y formalizar el trabajo. Pero no a costa del bienestar de unos y de un día para otro. Pasar del 10 al 35 de impuesto de renta, subir en un 30% el costo laboral nocturno, y duplicar el sueldo a 17 mil trabajadores al formalizarlos, supera toda capacidad de adaptación de hospitales y médicos, lo que a la postre terminaría afectando el servicio mismo a los pacientes.

Además, es una contradicción gravar severamente y deteriorar la ya precaria estabilidad financiera de un sector crónicamente desfinanciado que depende casi totalmente de las finanzas públicas, a las que precisamente se quieren mejorar. Es pegarse un tiro en el pie o abrir un hueco para con su tierra, pretender tapar nuevo que se genera.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

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Por otro lado, el Ministerio de Hacienda ha enfocado la reforma tributaria en las personas naturales, en especial los trabajadores independientes, donde hoy se ubica una gran cantidad de los profesionales del sector salud, en especial los médicos.

En el caso de Bogotá, la vinculación de los 17 mil contratistas a las plantas de cargos de los hospitales públicos, de hacerse en las condiciones laborales del resto de trabajadores del Distrito, automáticamente duplicaría el costo laboral y los llevaría a la quiebra inmediata, a menos que de la misma manera se incrementen sus ingresos, algo poco probable que suceda.

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Por su parte, el regreso del recargo nocturno a partir de las 6 p.m., encarecería el costo de los servicios, en especial los de tipo ambulatorio, como la consulta médica. Esta situación afectaría a hospitales, profesionales de la salud y a los pacientes, a estos últimos en razón a que muchos de ellos por sus limitaciones laborales solo pueden acudir al médico en esos horarios.

También, la reforma tributaria golpearía duramente el ejercicio liberal de la medicina al incrementar el impuesto de renta del 10 al 35%. Esto prácticamente llevaría a la desaparición de la práctica independiente, símbolo histórico y fundamento de la autonomía de esta profesión, que obligaría a muchos a cerrar sus consultorios y a emplearse por un salario.

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Por supuesto que nadie se opone ni discute los beneficios de redistribuir la riqueza y formalizar el trabajo. Pero no a costa del bienestar de unos y de un día para otro. Pasar del 10 al 35 de impuesto de renta, subir en un 30% el costo laboral nocturno, y duplicar el sueldo a 17 mil trabajadores al formalizarlos, supera toda capacidad de adaptación de hospitales y médicos, lo que a la postre terminaría afectando el servicio mismo a los pacientes.

Además, es una contradicción gravar severamente y deteriorar la ya precaria estabilidad financiera de un sector crónicamente desfinanciado que depende casi totalmente de las finanzas públicas, a las que precisamente se quieren mejorar. Es pegarse un tiro en el pie o abrir un hueco para con su tierra, pretender tapar nuevo que se genera.

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