Opinión: ¿Qué tiene Medellín, en su dirigencia política, que no tenga Bogotá?
Mientras no pocos políticos elegidos por los bogotanos se dedican a criticar, entorpecer y destruir lo construido por sus contradictores; los políticos antioqueños, históricamente, han construido sobre lo construido. En Medellín, el decidido compromiso del pujante empresariado paisa con su tierra, ha sido determinante para el éxito de la gestión de sus gobernantes.
Ricardo Felipe Herrera Carrillo
En el debate de control sobre el metro de Bogotá en la Comisión Primera de Senado, promovido por el senador David Luna, su colega Angélica Lozano planteó un interrogante reflexivo que da título a esta columna. Añadió, igualmente, otro: “¿Luna!, los de Bogotá somos de Saturno, de Neptuno, de Venus, y los de Medellín, sí son del planeta Tierra, que dicen y hacen?
Leer: Opinión: La Séptima a la vanguardia del paisaje urbano
Las reflexiones de la senadora, ponen de presente la realidad de lo que histórica y políticamente identifica, de una parte, el otrora “campo de labranza” o Bacatá, como llamaron los Muiscas y Chibchas a la hoy Ciudad Capital de los cundinamarqueses y colombianos, frente la “ciudad de la eterna primavera”, que naciera a partir del arribo de migrantes procedentes de distintos lugares y que se convirtiera en la capital del departamento de Antioquia.
Aproximándome a una respuesta, creo que la diferencia la hace el talante de la gente que habita desde entonces en una y otra región. Los migrantes que poblaron el pueblo paisa, han demostrado que su tierra y el beneficio de todos es superior a los propios.
Por su parte, la disputa violenta por la tierra de Bacatá entre los pueblos indígenas y los españoles que terminaron dominándola, y luego la propia entre estos y los criollos, pareciera haber dejado un fruto diferente, cargado de individualismo y revanchismo. Los políticos de uno y otro lado, simplemente reflejan el talante de uno y otro pueblo.
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Amén de que en Medellín, históricamente, también existen disputas entre unos y otros grupos políticos, su identidad y arraigo por su tierra, están por encima de cualquier diferencia personal para trabajar por ella. Salvo por lo que coyuntural y exóticamente el país ha debido observar durante la alcaldía de Daniel Quintero, el trabajo conjunto entre la clase política y el empresariado paisa ha hecho la diferencia. No es casualidad, ni circunstancial, por ejemplo, que EPM, llegara a ser la segunda empresa pública del país.
No puede desconocerse que ello fue posible gracias a que su dirección y administración, aun siendo una empresa 100% pública, se hizo aplicando rigurosos estándares de la empresa privada. Los políticos y demás, todos, respetaron entonces lo propio.
Bogotá ya no es de los bogotanos o de los cundinamarqueses de antaño, es de los colombianos y de los cada vez más expatriados de distintas partes del mundo que viven en ella. Esa actitud individualista tradicional de esos bogotanos y cundinamarqueses, en esencia provincianos, debe dar paso a una de mayor dimensión, propia de una ciudad como la Bogotá de hoy.
Los políticos del país, todos, pero en especial los que resultan electos gracias a los votos de los habitantes en la capital, tienen el deber histórico de contribuir a construir una cultura y una identidad política y social que esté por encima de las pequeñeces individualistas y, más bien, se sustente en la necesidad de construir sobre lo construido, trabajando para hacer más y hablar menos. Que la simple e inerte crítica no sea más la bandera de campaña y de gobierno de muchos.
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El alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo Heins, acuñó una frase que denota el talante de una nueva y exitosa clase política que busca que todos se sientan parte de su tierra, y que, respetuosamente, ajusto, porque puede servir para el caso de Bogotá: “Un bogotano (barranquillero, reza la frase original) es alguien que se da el lujo de nacer donde le da la gana”.
El propósito ahora, es sacar adelante la 2 línea del metro, ojalá una tercera también, y no volver atrás. ¡Que no pase lo que ha sucedido con Transmilenio!
Nota del Editor: Ricardo Felipe Herrera Carrillo, abogado, tiene relación en quinto grado de consanguinidad con el actual gerente general de EPM, empresa y municipio con los que no tiene ni ha tenido relación o vinculación laboral o profesional alguna.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
En el debate de control sobre el metro de Bogotá en la Comisión Primera de Senado, promovido por el senador David Luna, su colega Angélica Lozano planteó un interrogante reflexivo que da título a esta columna. Añadió, igualmente, otro: “¿Luna!, los de Bogotá somos de Saturno, de Neptuno, de Venus, y los de Medellín, sí son del planeta Tierra, que dicen y hacen?
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Las reflexiones de la senadora, ponen de presente la realidad de lo que histórica y políticamente identifica, de una parte, el otrora “campo de labranza” o Bacatá, como llamaron los Muiscas y Chibchas a la hoy Ciudad Capital de los cundinamarqueses y colombianos, frente la “ciudad de la eterna primavera”, que naciera a partir del arribo de migrantes procedentes de distintos lugares y que se convirtiera en la capital del departamento de Antioquia.
Aproximándome a una respuesta, creo que la diferencia la hace el talante de la gente que habita desde entonces en una y otra región. Los migrantes que poblaron el pueblo paisa, han demostrado que su tierra y el beneficio de todos es superior a los propios.
Por su parte, la disputa violenta por la tierra de Bacatá entre los pueblos indígenas y los españoles que terminaron dominándola, y luego la propia entre estos y los criollos, pareciera haber dejado un fruto diferente, cargado de individualismo y revanchismo. Los políticos de uno y otro lado, simplemente reflejan el talante de uno y otro pueblo.
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No puede desconocerse que ello fue posible gracias a que su dirección y administración, aun siendo una empresa 100% pública, se hizo aplicando rigurosos estándares de la empresa privada. Los políticos y demás, todos, respetaron entonces lo propio.
Bogotá ya no es de los bogotanos o de los cundinamarqueses de antaño, es de los colombianos y de los cada vez más expatriados de distintas partes del mundo que viven en ella. Esa actitud individualista tradicional de esos bogotanos y cundinamarqueses, en esencia provincianos, debe dar paso a una de mayor dimensión, propia de una ciudad como la Bogotá de hoy.
Los políticos del país, todos, pero en especial los que resultan electos gracias a los votos de los habitantes en la capital, tienen el deber histórico de contribuir a construir una cultura y una identidad política y social que esté por encima de las pequeñeces individualistas y, más bien, se sustente en la necesidad de construir sobre lo construido, trabajando para hacer más y hablar menos. Que la simple e inerte crítica no sea más la bandera de campaña y de gobierno de muchos.
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El propósito ahora, es sacar adelante la 2 línea del metro, ojalá una tercera también, y no volver atrás. ¡Que no pase lo que ha sucedido con Transmilenio!
Nota del Editor: Ricardo Felipe Herrera Carrillo, abogado, tiene relación en quinto grado de consanguinidad con el actual gerente general de EPM, empresa y municipio con los que no tiene ni ha tenido relación o vinculación laboral o profesional alguna.
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