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Opinión: Salud mental en Bogotá

Los trastornos de salud mental son un problema creciente entre los bogotanos, destacándose la depresión, la cual amerita una política pública y una acción integral desde todos los sectores sociales. Desafortunadamente, no son una prioridad de los candidatos a la alcaldía.

Luis Gonzalo Morales Sánchez
18 de octubre de 2023 - 01:00 p. m.
Imagen de referencia.
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Foto: LUIS ANGEL

La salud mental, junto con la física y la social, conforman los tres pilares en que se basa la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud. Esta entidad define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial y puede afrontar las tensiones de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, y aportar algo a su comunidad”.

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Esta definición implica que en el manejo de la salud mental necesariamente hay una interrelación con los otros dos componentes, el físico y el social, que intervienen tanto en la generación de sus problemas como en la construcción de sus soluciones.

En otras palabras, la salud mental no es un concepto que se pueda aislar de los otros dos, que exige en su manejo una acción interdisciplinar e intersectorial, y no solamente del sector salud. No es solo con psicólogos, psiquiatras y hospitales psiquiátricos como todavía creen algunos que debería abordarse este problema.

Los trastornos mentales tienen una estrecha relación con la marginación social y con el empobrecimiento, que facilitan la presencia de fenómenos como la violencia y el maltrato doméstico, el exceso de trabajo y el consecuente estrés que ello produce, especialmente entre las mujeres, a lo que se suma el desempleo y la falta de oportunidades entre los jóvenes, sucesos que hacen que el suicidio sea la segunda causa más frecuente de muerte entre ellos.

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Tomados en conjunto, los trastornos mentales representaron un 13% de la carga mundial de morbilidad en 2014. La sola depresión representa un 4,3% de esa carga, ubicándose entre las principales causas de discapacidad (un 11% del total de años vividos con discapacidad), sobre todo entre las mujeres. Las consecuencias económicas generadas por estos trastornos se estiman en US$ 16,3 billones entre 2011 y 2030.

Bogotá requiere de una política integral de salud mental enfocada en tres aspectos centrales que no excluyen otras situaciones, como son: primero: la enfermedad mental aguda y crónica; segundo: el consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, incluido el tabaco, sobre todo entre los niños, niñas y adolescentes, que es la etapa de la vida cuando su consumo es más nocivo; y tercero: la violencia en especial el maltrato infantil, la de género, el suicidio y el homicidio, entre los principales.

El enfoque en su manejo debería tener un mayor énfasis en la promoción y la prevención con acciones integrales desde diversos sectores. Estas deberían ser canalizadas mediante rutas integrales de atención dirigidas hacia los grupos de mayor vulnerabilidad social, como los niños, niñas y adolescentes; los jóvenes y las mujeres entre los 18 y 24 años; las personas con enfermedades mentales y los adultos mayores.

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Este es sin duda un problema que, por su magnitud y tendencia creciente, ameritaría estar presente o al menos tener una mayor visibilidad en la agenda de los candidatos a la alcaldía de Bogotá, pero que salvo en uno de ellos brilla por su ausencia.

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