P.E.P.A: prótesis gratuitas para animales discapacitados
Hablamos con los estudiantes de ingeniería biomédica y mecánica de la universidad Ecci que quieren mejorar las condiciones de animales discapacitados, la mayoría, víctimas de accidentes o maltrato severo.
“Pepa era mi perrita, mi amiga. A ella la mataron. Estábamos en un viaje familiar, en una finca de Anolaima (Cundinamarca). Una mañana, cuando íbamos caminando por una carretera, una camioneta la atropelló. El conductor siguió como si nada. Alcanzamos a llevarla a la veterinaria, pero nada se pudo hacer. Murió en mis manos. A partir de ese duelo surgió la idea de iniciar el proyecto, en homenaje a ella”, contó Andrés Arias, de 20 años, a El Espectador.
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“Pepa era mi perrita, mi amiga. A ella la mataron. Estábamos en un viaje familiar, en una finca de Anolaima (Cundinamarca). Una mañana, cuando íbamos caminando por una carretera, una camioneta la atropelló. El conductor siguió como si nada. Alcanzamos a llevarla a la veterinaria, pero nada se pudo hacer. Murió en mis manos. A partir de ese duelo surgió la idea de iniciar el proyecto, en homenaje a ella”, contó Andrés Arias, de 20 años, a El Espectador.
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Tras su partida, Pepa, la perra, dejó un legado indeleble que impulsó a Arias a crear PEPA (Prótesis Especializadas Para Animales), iniciativa en la que participan estudiantes de los primeros semestres de Ingeniería Biomédica y Mecánica, de la Universidad ECCI, para crear y donar prótesis a animales discapacitados, víctimas de accidentes o episodios severos de maltrato. “Empezamos cuatro personas. Hoy, ocho meses después, somos 14. Nuestra idea base es que, valiéndonos de técnicas de impresión 3D y de ensamblajes de materiales biocompatibles, podamos construir elementos de apoyo para animales. Queremos aportar piezas funcionales para mejorar su calidad de vida, facilitando su movilidad y reduciendo riesgos de futuras lesiones”, dijo Laura Garzón, otra de las fundadoras de PEPA.
El inicio
La idea se empezó a materializar a mediados del año pasado, en un semillero de investigación, donde Andrés expuso su idea. Los demás adhirieron y pronto tomó forma. “Nuestro primer caso fue Malambo, un perrito criollo que rescataron de un pueblo en el Atlántico. A él lo atropellaron y lo lanzaron a un río. Una señora, con una fundación de animales, lo adoptó y se lo trajo para Bosa. Fuimos hasta allá, conocimos el caso y fue el primer reto. Reunimos lo necesario y construimos el primer modelo para adaptarle, porque perdió la movilidad en su parte trasera”, evoca Daniel Rodríguez mientras muestra la silla que le hicieron con tubos de PVC; ruedas de un carro de mercado, que consiguieron en una bodega de reciclaje, y un tipo de arnés, que les ayudó a confeccionar una modista. “Empezamos por amor al arte”, dice Andrés.
La finalidad es darles lo mejor a los que más lo necesitan. “Queremos innovar con mejores materiales, para que las prótesis duren y puedan ser ajustables, según el peso y tamaño del animal, para que cuando lo deje de usar pueda servirle a otro. La idea es implementar el aluminio como material principal. También buscamos integrar al programa de Diseño de Modas de la universidad, para lograr la mejor confección y un estándar alto de calidad en el proceso”, indica Laura.
Para este año, hay 14 animales en espera de una prótesis o elementos de apoyo para mejorar su movilidad. Y la lista continúa creciendo. En la mañana del viernes 15 de marzo, los integrantes de PEPA llegaron a una veterinaria, en donde estaba Milagros, una pastora belga a la que le amputaron una pata delantera. Ya le tomaron las medidas para empezar el proceso de fabricación de la prótesis, que le permitirá caminar.
El proceso de Milagros se repite con cada uno de los animales beneficiados. Además de perros, buscan trabajar con gatos y animales de granja, como gallinas, patos o cerdos, cuyos índices de discapacidad atendida son altos. Por ahora, siguen buscando una fuente de financiación para desarrollar su proyecto. “Hemos tocado la puerta de fundaciones, empresas privadas, la Nación y el Distrito. No hemos tenido respuesta, pero seguimos insistiendo y buscando las opciones para desarrollar nuestra idea”, comenta Andrés.
Se han acercado al Instituto de Protección y Bienestar del Distrito, pero se han topado con una muralla de trámites burocráticos y documentación. Lo mismo les pasó con el Grupo Especial para la Lucha contra el Maltrato Animal de la Fiscalía (GELMA) y otro par de entidades. Sin embargo, insistirán “lo que sea necesario para lograr el objetivo de llegar cada vez a más animales que lo necesiten”.
De ese apoyo da fe Ximena Rozo, residente del barrio Patio Bonito y responsable de Simón, un french poodle de 17 años que hace tres años perdió la movilidad en las patas traseras. “Yo me contacté con los chicos del proyecto por medio de una fundación. Ellos vinieron a mi casa, le tomaron las medidas a Simón y regresaron con la silla de ruedas. No me cobraron un peso y todo el proceso fue por iniciativa de ellos. Apenas se la instalaron, la alegría de Simón fue evidente. Y sin lugar a duda su calidad de vida mejoró”, comenta.
Lo que viene
Otra arista importante que se vislumbra es el uso de materiales reciclables como materia prima. “Queremos que los materiales sean producidos por nosotros mismos y para eso vamos a aprovechar un taller de plásticos que tiene la universidad. La idea es aprovechar, por ejemplo, botellas pet, tapas y demás plásticos de un solo uso para elaborar un material resistente y de calidad, que sea avalado por las autoridades correspondientes”, señala Andrés.
Con el tiempo, una vez se consolide el proyecto, la idea es que este pase a ser una fundación en donde se atiendan, además, animales de cualquier tamaño, con enfoque en la discapacidad y el asistencialismo. “No hay mejor paga que ver la manera en que los animales reaccionan cuando les podemos ayudar. Esa fue la motivación inicial y es la misma que continúa, guiando la ruta del proyecto”, agrega Andrés.
“Empezamos como un homenaje a ella, a Pepa, y hoy somos una plataforma que busca ayudar a todos los que han tenido que pasar por situaciones similares a las que le tocó vivir a ella. Porque sentimos lo mismo y somos parte de lo mismo”, concluye Andrés mientras muestra una foto de Pepa, la schnauzer miniatura que lo acompañó durante años y lo impulsó a encontrar su vocación de ayuda y respeto por cualquier forma de vida.
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