Pide justicia contra profesor y líder de supuesta “secta”, al que acusa de abuso sexual
Los hechos, denunciados en 2017, empezaron en 2005 cuando la víctima tenía 14 años y se prolongaron hasta 2015. La Fiscalía inicialmente archivó el caso, pero hace poco lo reabrió, y llamó a testigos y a la víctima para ampliar la denuncia. El señalado niega los hechos y dice que es una venganza.
Entre 2005 y 2015, Valentina* habría sido abusada y accedida carnalmente casi que “una vez por semana”. Así quedó consignado en la denuncia que en 2017 radicó ante la Fiscalía, contra un sujeto que conoció como profesor de uno de los cursos de bienestar universitario que ofrecía la U. Nacional. Cuando todo comenzó, tenía catorce años y cursaba noveno en el Instituto Pedagógico Arturo Ramírez Montúfar.
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Entre 2005 y 2015, Valentina* habría sido abusada y accedida carnalmente casi que “una vez por semana”. Así quedó consignado en la denuncia que en 2017 radicó ante la Fiscalía, contra un sujeto que conoció como profesor de uno de los cursos de bienestar universitario que ofrecía la U. Nacional. Cuando todo comenzó, tenía catorce años y cursaba noveno en el Instituto Pedagógico Arturo Ramírez Montúfar.
Pero ella no sería la única víctima. Por lo menos, dice, hay otras que sufrieron abuso en espacios culturales que, al parecer, fueron el foco de agresiones y a la fecha siguen impunes. La denuncia inicialmente la archivaron, porque “no había evidencias”, pese a que ella dice que las llevó, pero no se las recibieron. No obstante, el proceso revivió hace poco y la Fiscalía llamó a Valentina a ampliar su testimonio. Desde el año pasado vienen citando a testigos y el presunto responsable ya fue notificado.
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En diálogo con El Espectador, el entonces docente aseguró que la Fiscalía archivó el caso por inconsistencias en la denuncia. “Ella [la víctima], queriendo reabrirlo, trató de conseguir testimonios para inculparme. Es una venganza, quiere destruir mi reputación y llevarme a una situación penal”, dijo. Pese a que, en entrevista con este diario, el señalado lo negó todo, este medio conoció el archivo de una conversación que él habría sostenido con Valentina en 2016, un año después de haber terminado los abusos y un año antes de la denuncia formal.
Allí se lee, por ejemplo, que reconocía haber cometido un error, frase que sin contexto puede prestarse para múltiples interpretaciones. Pero en la conversación es evidente el reclamo de la joven por el acceso carnal. Aunque no se lee que él lo hubiera negado o aceptado, sí hay una pregunta insistente: ¿cuál es el castigo que debo pagar? Y agrega: “... vengo revisando cosas de mi vida. He hablado con personas, he pedido perdón, he tratado de mirar qué pude haber hecho mal”.
Manipulación y abuso
La denuncia de Valentina refleja un delito que persiste en la ciudad. Datos de la Secretaría de Seguridad indican que en 2020 se denunciaron en Bogotá 5.101 casos y el año pasado fueron 5.457. A la fecha hay 702 hechos, de los cuales en 524 las víctimas son mujeres. Precisamente ese aumento y el desconocimiento que, dice, ha tenido la Universidad desde que ella denunció, son los principales motivos para insistir en que la investigación dé resultados. En esa esperanza se apoya para revivir lo ocurrido.
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“En el curso de zancos era la única menor de edad. Cierto día asistí a la clase un sábado en la mañana. Nos citaron para reparar una cabeza de dragón, para las comparsas, pero nadie llegó. Bajé con el profesor a los sótanos del auditorio León de Greiff (donde eran las clases) y una vez allí, él aseguró la puerta. Luego me acarició y me fue conduciendo a otro sector más apartado. Estaba confundida y no podía controlar la situación. Con sus manos me empujaban con fuerza hacia abajo para que le practicara sexo oral”.
“Luego él insistió en que habláramos. Me dijo que si había sucedido eso era porque yo estaba haciendo mal las cosas, que analizara mi vida y el caos en el que estaba. Después supe que él les había cancelado esa clase a los demás para estar solo conmigo”.
Una “secta”
Esta fue apenas la primera puntada, dice la joven, de una red de manipulaciones tejida por el presunto responsable, con la cual terminó creando una especie de “secta”, a la que se adhirió más de un joven inocente. Todos terminaron viviendo en un predio de Bogotá, en donde, dice, se dio más de un episodio de abuso sexual.
“Su influencia y los talleres en mi colegio hicieron que me alejara de mi familia. Insistía en que nuestros familiares solo querían hacernos daño y alejarnos del camino correcto. Se creó una red juvenil para difundir el grupo Artesanos (que él manejaba en unos colegios de Bogotá). Para 2007 habíamos participado en varias convivencias con ese grupo. Recuerdo una de las actividades, a medianoche, en la que teníamos una vela apagada que representaba nuestra vida, debíamos argumentar el motivo por el que merecíamos vivir y él decidía si éramos dignos de encender nuestra vela”.
“Incluso controlaba nuestra dieta. No podíamos comer carne, por ser contaminada. El nivel de manipulación era tal que él decidía nuestras relaciones sociales, podía prohibirnos amistad o noviazgos pensando en nuestro bien. Era usual que en su apartamento nos ofreciera ejercicios espirituales y masajes, que resultaban en tocamientos. Si cuestionaba algo, decía que yo tenía una mente sucia y no podía entender la espiritualidad. Era común que me contara intimidades de otras niñas, dizque para pedir consejo para orientarlas. A mí me daba pena mirarlas o hablar con ellas”, agrega Valentina.
El capítulo más aterrador, dice, fue cuando se realizó una convivencia, en la que él la encerró, junto a otra joven, en una habitación, donde habría sostenido relaciones no consensuadas con ambas, dizque para enseñarnos algo espiritual. “Al día siguiente desperté y él estaba teniendo relaciones con la otra chica. Quedé paralizada y cuando pude, salí llorando a otra habitación, en la que se estaban quedando más personas”.
“Él volvió a buscarme, diciendo que ‘debía devolver lo que había tomado de mí, para enseñarle a la otra joven’. Yo le dije que no quería tenerlo cerca y me forzó. Usó una almohada para tapar mi llanto. Luego me dijo que todo había sido por ayudar a la otra chica, que ella lo necesitaba mucho”.
Tras una década de abusos, Valentina decidió retornar a su casa y acabar con ese vínculo que, además, nunca se desarrolló en el marco de una relación sentimental. Presa de sus sentimientos y convencida, como él se lo había hecho creer, de que ella era la culpable de lo que ocurría, solo en 2017 denunció con la esperanza de que el responsable esté tras las rejas.
Ante toda esta historia, el docente denunciado calificó de “irresponsable lo que ha pasado en las últimas semanas, por redes sociales, en donde se ha destruido la imagen de muchas personas, porque simplemente alguien piensa que puede tomarse la justicia por sus manos. Esto tiene un debido proceso. A uno no le pueden inculpar algo hasta que no se demuestre, hasta que la justicia falle en derecho”.
Es reiterativo en decir que la denuncia es una “venganza” y que la promotora estaría usando a las autoridades y a los medios para acabar con él. Por ahora el abogado defensor prepara las pruebas para presentarlas ante la Fiscalía. La víctima, por su parte, asegura tener testigos que declararán ante las autoridades y aportar en su proceso de buscar justicia por haber tenido que soportar casi una década de abuso sexual.
*Se cambia el nombre por petición de la denunciante.