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Jeimy Toledo y Andrés David Pulgarín hacen parte del bajo porcentaje de personas de la comunidad trans que logran acceder a la educación, bien sea media o superior, en Bogotá. Aunque hoy cumplen sus metas educativas, su camino presentó tropiezos.
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Las cifras lo confirman: según el documento “Diagnóstico y recomendaciones para la inclusión laboral de los sectores sociales LGBTI”, publicado por la Secretaría de Planeación, solo el 32 % de la población trans logra culminar la educación media, porcentaje que disminuye al 4 % si se habla del acceso a la educación superior y al 1 % para posgrados.
Ante el panorama, el Distrito ha ofrecido alternativas para la regularización académica, como el programa “Educación Flexible”, el cual adelanta procesos de enseñanza y aprendizaje, ajustándose a las necesidades de los estudiantes. Adicionalmente, con “Jovenes a la U” se cubre el 100 % de la matrícula de aquellos adolescentes de sectores vulnerables que quieran seguir estudiando.
Además, tal como lo afirmó David Alonzo, director de Diversidad Sexual, en entrevista con la sección Bogotá de El Espectador, la Alcaldía de Bogotá adquirió un compromiso para que el 1 % de estas becas sean para la población trans y no binaria de la capital.
Si bien existen este tipo de iniciativas, en la mayoría de las ocasiones las mujeres y hombres trans no logran ser beneficiarios, por su contexto social y económico. Aspecto que se debe en gran medida a que los entornos escolares son uno de los sitios en donde históricamente han sido más discriminados.
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Alonzo reconoce que es complejo para la comunidad trans llegar a espacios académicos, cuando desde casa o desde el colegio se han puesto todo tipo de barreras: “A la población trans se le ha negado todo. El acceso a la educación básica se le niega desde el momento en el que se establecen unos códigos de vestimenta y comportamiento, que los expulsan de los entornos estudiantiles. Esto no les permiten ser ellos mismos”. Problemática que se ve agudizada con los años: “Por eso, ingresar a la universidad se convierte en una carrera de relevos, en la que se han puesto obstáculos desde la primera infancia”.
En el caso de Jeimy, mujer trans de 49 años, quien labora como niñera, tuvieron que pasar tres décadas para que finalizara su bachillerato. “Yo estaba en décimo cuando mi mamá murió y ella era quien me pagaba la educación. Ahí se truncaron todos mis sueños de estudiar. Toqué puertas, pero me las cerraron, porque con nosotras siempre ha habido un tabú. Me tocó empezar a rebuscarme la vida con la peluquería o haciendo aseo”, cuenta.
Desde niña, dice Jeimy, se reconoció y sintió como mujer. A sus 12 años no soportó más el mostrarse como alguien que no era, por lo que en los siguientes cuatro años se preparó para hacer pública su identidad. “Tengo familia que no me habla desde los 16 años. Cuando le conté a mi mamá cómo me sentía, fue difícil para ella, pero con el tiempo me aceptó. A los cuatro años murió. Fue un tiempo en el que pude compartir con ella mi vida y la manera en que me sentía, pero nunca me vio vestida como mujer. Ese fue el único paso que me faltó dar con ella”.
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Alonzo sostiene que el rechazo a la comunidad trans comienza y se replica con contundencia desde los núcleos familiares, en la mayoría de los casos. Hecho que impacta en su relación con la educación. “Cuando salí del clóset trans, de los que consideraba las personas más cercanas recibí aberración sobre el tema”, manifiesta Andrés David, quien hoy cursa segundo semestre de Ingeniería Industrial en la Universidad Manuela Beltrán, gracias al programa “Jóvenes a la U”.
Sin embargo, el trato que ha recibido de sus profesores y compañeros de carrera ha sido opuesto: “Pasé de no ser aceptado por quienes debían entenderme a estar con completos desconocidos que, sin un solo pero, aceptaron cuando les dije que soy un chico trans”. El cambio también lo sintió del colegio a la universidad: “Pasé de no querer mirar a nadie, a estar completamente atento en mis clases”.
Según una encuesta de Colombia Diversa y la organización Sentiido, el 70 % de los jóvenes diversos en el país se sienten inseguros en sus colegios o entornos escolares. Ahora bien, que la población trans pueda culminar sus estudios implica tener mejores oportunidades a la hora de acceder a la oferta laboral. Sobre este punto, las cifras también son dicientes: “El 49 % de las personas trans no cuentan con algún tipo de formación para el trabajo y el 80 % han sufrido alguna situación de discriminación en los procesos de contratación, menciona el estudio.
Es decir, por donde se le mire, la realidad de la comunidad trans ha sido de dificultades y discriminación, lo que se traduce en una brecha en cuanto a oportunidades. El acceso a la educación es un derecho fundamental y pese a esto hay una deuda histórica. Aunque se está avanzando, gracias a las entidades que luchan por sus derechos y los programas en marcha, falta tiempo para decir que hombres y mujeres trans gozan de igualdad.
Cómo acceder a los programas de educación
Dos iniciativas ha desarrollado el Distrito que tienen por objetivo beneficiar a la población trans, para culminar sus estudios primarios y secundarios o acceder a la educación superior: ‘’Educación Flexible” y “Jóvenes a la U”.
Si desea concluir sus estudios bajo la estrategia “Educación Flexible” de la Secretaría Distrital de Educación, debe acercarse a uno de los siguientes Centros de Atención Integral de Diversidad Sexual y de Género (Caidsg): Teusaquillo: Calle 31 #17-49, Los Mártires: Calle 21 #14-16, Suba: Carrera 94 D # 131 A-15.
Por otro lado, para acceder a una de las becas que otorga “Jóvenes a la U” debe ser menor de 28 años, ser bachiller y haber presentado las pruebas Saber 11 y no haber estado matriculado en un programa de educación superior, por lo menos durante el último año. Además, deberá presentar una declaración juramentada, señalando que se identifica como persona trans. Este proceso deberá realizarlo ante una notaría.
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