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“Fenalco y la Alcaldía Mayor de Bogotá estamos de acuerdo en no militarizar la ciudad y en apoyar a la Policía Metropolitana, pero sí en pedir un refuerzo al Gobierno Nacional y al Ministerio de Defensa”. Así expresó Claudia López su petición de que la Policía Militar realice patrullajes en zonas críticas, así como apoyar en puntos de control para desarme.
Si bien el anuncio fue presentado como una propuesta de la alcaldesa, lo cierto es que la Policía Militar ya realiza labores de patrullaje y presencia en zonas de Bogotá que son complejas, como las localidades Mártires, Antonio Nariño y Ciudad Bolívar, por las dinámicas de inseguridad o microtráfico, entre otras.
Sin embargo, para algunos sectores políticos la “propuesta” de Claudia López corresponde a una militarización de Bogotá —una idea que la mandataria rechazó en mayo pasado cuando esa figura se implementó en algunos departamentos del país, en medio de las dificultades de orden público del paro nacional—, pues la Policía Militar (PM) hace parte del Ejército.
Pero ¿qué es la PM y qué funciones cumple? Se trata de un cuerpo especializado que se encarga de adelantar el control de determinadas actividades militares y del control interno en los batallones; es decir, ser la policía de los militares. El Espectador consultó a un experto y un consultor de seguridad sobre el pedido de López al Gobierno Nacional y, aunque con diferentes posturas, ambos coinciden en que se trata de un llamado que refleja un momento complicado para la seguridad en Bogotá.
¿Es conveniente para la ciudad?
Para John Marulanda, consultor en seguridad y defensa, coronel en retiro y presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales Retirados de las Fuerzas Militares, la presencia de la PM es oportuna, porque “va a actuar de manera disuasiva y va a generar más confianza en la ciudadanía”. Mientras que para César Niño, experto en seguridad nacional y profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de La Salle, la asistencia militar “es un craso error, pues no es lo mismo seguridad y defensa, y porque los militares no tienen capacidad de arresto, sino de combate”.
¿Cómo quedan la Policía y el Distrito?
Marulanda aseguró que la Policía Militar “no está para perseguir delincuentes”, pero que se “está reconociendo que el Ejército tiene muy buena imagen y la gente se siente más segura con los soldados”. Por su parte, Niño expresó que aun cuando la PM pueda ayudar en labores de patrullaje, vigilancia y control, las operaciones seguirán siendo guiadas por la comandancia de la Policía, pero que “el criminal no le teme al número de policías o militares en las calles, le teme a que se le anticipen a su hecho delictivo y a que las investigaciones tengan buen procedimiento y terminen judicializados”.
¿Inseguridad desbordada?
Aunque la decisión final depende del Gobierno y el Ministerio de Defensa, los analistas consultados coinciden en que el hecho de que el Distrito pida un refuerzo de la PM es una forma más de reconocer el sentimiento de percepción de inseguridad que aqueja a los bogotanos.
“Reconoce que la inseguridad está desbordada, que es el lunar más grande de su administración, y que hay un sentimiento que perjudica el funcionamiento de la ciudad, y ahora decide acudir a un cuerpo que siempre ha estado ahí”, manifestó John Marulanda.
Por su parte, César Niño señala que “hay una lectura distorsionada en cuanto a que el Distrito no conoce sus propios límites institucionales y por eso cae en esos errores y decisiones tan poco estratégicas: no se está hablando desde la inteligencia, sino de sacar militares a patrullar”.
¿Es o no una militarización?
De acuerdo con Niño, la solicitud de asistencia es “un grado de militarización un poco delicada” que, para él, resulta compleja, porque “al sacar a los militares a las calles reconoce que la Policía no es competente para responder”; no obstante, Marulanda rebate que el término sea preciso en este caso, dado que solo se trata de presencia de uniformados en las calles. Explicó que solo se puede hablar de militarización “cuando haya sobrevuelos o se saquen a las calles los vehículos militares”.
A fin de cuentas, los comentarios que ambos expertos hicieron a El Espectador remiten a una conclusión sobre la utilidad del método disuasivo que espera el Distrito: un soldado equipado con casco, botas y fusil genera más percepción de seguridad que un policía con cachucha y una pistola 9 mm. Pero aunque esta presencia pueda mejorar la percepción, la estrategia de seguridad pareciera seguir subestimando uno de los factores claves para la reducción del crimen: la judicialización.
Ambos coinciden en que esta tarea depende más del trabajo institucional de la Policía y su seccional de investigación, que del número de uniformados, sean policías o militares, que estén en las calles. “Al ciudadano no le interesa si es policía o militar el que está en la calle, sino que no lo roben”, concluyó Niño.