¿Por qué Bogotá depende de Chingaza para abastecerse de agua?
El Parque Nacional Natural Chingaza está lleno de riquezas y entre esas, su páramo. Desde allí, su agua, tan pura y cristalina, viaja hasta la planta Wiesner, donde requiere el mínimo tratamiento. Pero como todo recurso natural, ha sido impactado por el cambio climático. Entonces, ¿cómo nos estamos enfrentando al futuro con un sistema que abastece del 70 % de agua a Bogotá?
María Angélica García Puerto
No hay nada como respirar aire puro y ser testigo de un agua cristalina, que refleja los musgos y plantas a su al rededor. O tener la oportunidad de presenciar como las aves vuelan en una danza o, incluso, ver los pasos de venados de cola blanca u osos andinos, que se pasean en busca de alimento. Así se ve y escucha el Parque Nacional Natural Chingaza, a tan solo dos horas de la capital.
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No hay nada como respirar aire puro y ser testigo de un agua cristalina, que refleja los musgos y plantas a su al rededor. O tener la oportunidad de presenciar como las aves vuelan en una danza o, incluso, ver los pasos de venados de cola blanca u osos andinos, que se pasean en busca de alimento. Así se ve y escucha el Parque Nacional Natural Chingaza, a tan solo dos horas de la capital.
Con acceso por los municipios de La Calera, Guasca o Fomequé, en este ecosistema de más de 76 mil hectáreas de reserva, que toca 11 municipios de Cundinamarca y 4 del Meta, es donde nace la magia para que un acto cotidiano tan simple, como abrir la llave, pueda ser una realidad.
A 4.020 metros sobre el nivel del mar está ubicado el páramo de Chingaza, donde en 1930 inició su exploración para crear una nueva red de acueducto para Bogotá y sus alrededores, a causa del crecimiento de la población. 42 años después, en 1972, empezó la construcción de la represa y los túneles, que transportan el agua, luego de la compra de 24 mil hectáreas de terreno, por parte del Acueducto.
Pero tuvieron que pasar otros 13 años para que finalmente el sistema Chingaza entrara en operación con una capacidad de 14 m³/seg, y así abastecer en su momento a casi 4 millones y medio de habitantes en Bogotá. Sin embargo, en 1992 se presentó un severo racionamiento por fallas en los túneles; situación que se repitió cinco años después, por derrumbes en este mismo lugar, que terminó en otro racionamiento por 9 meses.
Así llega el agua a su hogar
El sistema Chingaza, que abastece en un 70 % a la ciudad, puede almacenar 327 millones de metros cúbicos de agua, suficientes para casi un año de suministro, en caso de sequía prolongada. Está compuesto por los embalses San Rafael, ubicado en La Calera y con capacidad para 75 millones de m3, y el embalse de Chuza, con capacidad para 252 millones de m3 y 38 kilómetros de canales, túneles y conducciones.
Este último vertedero, que guarda agua para todo un año, es el encargado de conducir el líquido hasta la Planta de Tratamiento, Francisco Wiesner, la cual trata aproximadamente 12 mil litros de agua cruda por segundo. Con un sistema de filtros, el Acueducto remueve partículas en suspensión y sus agentes patógenos. Luego, el agua pasa por un resalto hidráulico, donde se adiciona insumos químicos necesarios para retirar las impurezas. Una vez hecho este proceso, el agua potabilizada fluye por un sistema de túneles y tuberías de gran diámetro que direcciona su salida, para que finalmente le llegue a más de 10 millones de habitantes en Bogotá y 11 municipios vecinos de Cundinamarca.
Por su parte, el embalse San Rafael, funciona como un sistema alterno de abastecimiento de agua, que se activa por emergencia, contingencia o mantenimiento de los túneles, suministrando el líquido a la capital y el centro del país por más de 90 días. Para ello, el agua es bombeada también hasta la Planta de Tratamiento, Francisco Wiesner.
Su pureza, ¿nos hace ‘Chingazadependientes’?
La Planta de Tratamiento, Francisco Wiesner, es una planta de filtración directa, es decir, permite que las aguas que llegan desde las fuentes del páramo Chingaza, no requieran de tratamientos fuertes, pues su pureza es cercana al 95 %. Así lo reafirma Jaime Guillermo Plazas, profesor asistente del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes. “Es una de las fuentes de agua de mayor calidad que tenemos en las ciudades capitales del mundo. Es un agua de páramo con muy bajos contaminantes y que nos provee una gran cantidad para la población”, afirma.
Pero, ¿por qué casi 40 años después, aún seguimos dependiendo de este sistema? Plazas, explica que esa ‘chingazadependencia’ -si se permite usar el término-, tiene origen en los cambios que ha tenido el Río Bogotá. A tal punto, que, hoy en día, sea más barato tratar 1 m³ de agua en Wiesner, que en Tibitoc. Una planta de tratamiento que funciona desde 1959, potabilizando el agua del Río Bogotá y suministrando el servicio al 30 % de la capital y cinco municipios de Cundinamarca: Sopó, Tocancipá, Gachancipá, Chía y Cajicá.
“Generalmente, cuando uno quiere tratar el agua y suministrarla a los pobladores, uno como ingeniero trata de buscar las condiciones de energía más favorables y eso es no tener que bombear el agua, sino que esta simplemente, por gravedad, vaya desde el Páramo hasta Bogotá. Como en Chingaza. Pero en Tibitoc pasa lo contrario. Se gasta muchísima energía en ese bombeo, y eso es demasiado costoso, como también, lo es hacer un tratamiento con químicos al agua que viene del Río Bogotá”, argumenta Plazas.
Así coincide Luis Alejandro Camacho Botero, profesor del área de recursos hídricos e hidráulicos y de modelación ambiental de la Universidad de los Andes y quien ha estudiado la calidad del agua de ríos de montaña y ríos aluviales, así como de ciénagas y embalses en Colombia.
“En nuestros páramos el agua que se precipita y que es interceptada por la vegetación, hace que el agua sea muy limpia. En cambio, en Tibitoc, el agua llega de un río contaminado. Pero hay alternativas como traer el agua de los embalses del Sisga, Tominé y Neusa, que pase directamente por tuberías, como Chingaza, y así el agua sería más limpia”, manifestó Camacho.
Ante este planteamiento, la gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, señaló que la Empresa sí lo tiene considerado para lograr mejorar la calidad del agua y por ende, reducir los costos del tratamiento. “Hay que tener la concesión del caudal, que lo otorga la Corporación Autónoma Regional. Pero lo que no podemos pensar es que vamos a depender solamente de Tibitoc porque la ciudad no se puede abastecer toda con esta planta. En la parte alta no le llega agua del río Bogotá, sino de Chingaza”, sentenció Avendaño.
El cambio climático y su relación con Chingaza
Chingaza está ubicado en la cordillera oriental de los Andes. Una zona privilegiada, donde llueve hasta 5 milímetros al año. Una medida similar a las precipitaciones de la Región del Pacífico. “Para recuperar los embalses, es importante que llueva en la Orinoquía y Amazonía, y no en Bogotá, porque lo que sale de Chingaza y todo lo que está al oriente de la Cordillera Oriental, drena a través del río Orinoco y más hacia al sur a la cuenca del Amazonas”, explica Juan Guillermo Saldarriaga, doctor en Ingeniería Hidráulica y del medio ambiente y director del centro de Investigaciones en Acueductos y Alcantarillados-CIACUA de la Universidad de los Andes.
Pero el cambio climático y su impacto en la disminución del bosque amazónico, afecta directamente las precipitaciones en el Sistema Chingaza, y por ende, que se presenten consecuencias en su operación, para el abastecimiento de agua. Antes este panorama, desde el Área de Hidrología Aplicada de la Empresa de Acueducto, adelantan una investigación técnico-científica, asociada al riesgo, amenaza y vulnerabilidad del suministro del líquido en el futuro.
Para esto, la Empresa explicó que el proyecto contempla la integración de varios modelos que permitan hacer los análisis globales del balance hídrico atmosférico; el balance del modelo de generación de trayectorias de vientos; de coberturas vegetales del territorio amazónico; del hidrológico en tierra de las macrocuencas del Amazonas y de las cuencas aferentes al sistema de abastecimiento Chingaza.
“Este estudio que se adelantó junto con la Escuela Colombiana de Ingeniería y el Instituto del Agua Delft de los Países Bajos, permitió concluir que los orígenes de la humedad que llega al sistema Chingaza provienen en un 22 % de la humedad en la Amazonía; 35 % del territorio Andino; 25 % de la Orinoquía; y los Océanos Pacífico y Atlántico, con el 18 % de humedad”, aseguró el Acueducto.
¿Dependemos de un sistema frágil?
Para Luis Alejandro Camacho Botero, profesor del área de recursos hídricos e hidráulicos y de modelación ambiental de la Universidad de los Andes, Chingaza sí es un sistema frágil. “Tenemos una gran incertidumbre de lo que pueda pasar en 20 años, porque si seguimos deforestando la Amazonía y con los efectos del cambio climático, esa humedad está dejando de llegar, por ende, no hay precipitaciones y tenemos menos agua”.
Pero este no es solo el problema. Como mencionamos al inicio, históricamente han fallado los túneles e incluso, se registraron derrumbes en 1997. Para el docente Jaime Guillermo Plazas, profesor asistente del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes, esta es otra vulnerabilidad que tiene el sistema.
“Es un sistema que trae muchísima agua del páramo y se presuriza dentro de estos túneles, que, aunque los hemos podido recubrir de concreto, las condiciones cambiantes de traer el agua, va haciendo que las tuberías deban tener mantenimiento todo el tiempo. Tenemos que comenzar a pensar a futuro. Ocho millones de personas no podemos estar dependiendo de un sistema vulnerable”, sentenció Plazas.
Respecto a los últimos trabajos de revestimiento en concreto, estos terminaron en febrero de 2021, luego de 10 meses de trabajo. Y desde el Acueducto, indicaron que, para el primer o segundo semestre de 2025, van a realizar inspecciones a los túneles para determinar si se necesita algún tipo de mantenimiento.
“Tenemos que esperar que se normalice un poco más la situación del sistema, porque eso implica cerrar la salida del agua de Chusa a San Rafael y pues debemos tener San Rafael lleno, para no afectar a la ciudad (...) Hay que tener en cuenta esas vulnerabilidades y prepararnos para no volver a tener una medida de racionamiento”, sentenció la gerente, Natasha Avendaño.
Pensar desde ahora para el futuro
La gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, aseguró que el sistema de Chingaza nunca va a dejar de funcionar, “la diferencia es si la capacidad va a ser suficiente”. Ante esto, explica que, durante el empalme con la anterior administración, “nos hicieron un análisis. Si la ciudad sigue creciendo como lo proyecta el Dane, sin tener nuevas áreas de prestación y solo crece la tasa vegetativa, tenemos capacidad de abastecimiento de agua hasta el 2040″, advirtió.
Frente a este preocupante aviso, dijo que desde la Empresa están en un ejercicio de evaluación de alternativas, como lo es utilizar el embalse La Playa, de Chingaza. “No es una idea nueva. La discusión está en cómo podemos determinar su viabilidad no solamente técnica (porque estaba concebido en el diseño original), sino ambiental, para la construcción de esa segunda etapa y no del mal llamado Chingaza II”.
Si bien, desde el Acueducto señalaron estar realizando estudios de la mano con el Banco Mundial, la advertencia de quedarnos sin abastecimiento de agua está a tan solo 16 años. Y es necesario no solo evaluar la viabilidad de esos trabajos, sino tomar decisiones desde ahora.
“Con una población tan grande como Bogotá, la ciudad falló en no tener una planificación a largo plazo y no quedarnos cortos de agua. Pero ahora, a futuro, podemos tener una mayor capacidad en Tibitoc para no depender de Chingaza y después hacer bien los estudios de Chingaza II: cuánto podría dar de agua, saber cuál es el verdadero impacto y cuánta agua adicional se podría tener de ese sistema”, recomendó el docente, Luis Alejandro Camacho Botero, profesor del área de recursos hídricos e hidráulicos y de modelación ambiental de la Universidad de los Andes.
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