Opinión: ¿Por qué insistir en el metro de Bogotá subterráneo?
El vendedor de buses sabía perfectamente que el metro subterráneo cambiaría para siempre el paradigma del transporte, por eso lo detuvo al momento mismo de ganar las elecciones. Hacer mal la primera línea es una sentencia de muerte para la red de metros.
Carlos Carrillo
Bogotá es anómala, los metros son inevitables en una gran ciudad, pero increíblemente Bogotá no ha construido un solo kilómetro de metro en su larga historia. No se trata de un capricho o de un punto de honor: una red ferroviaria es la única forma de ofrecer un transporte relativamente digno en una gran ciudad. No es que el metro vaya a ser una solución mágica para los problemas de movilidad, pero sin él, simplemente una metrópolis como Bogotá es inviable.
La discusión del metro ha hastiado a los bogotanos; a tal punto, que no es raro escuchar a la gente decir: “Elevado o subterráneo, no importa, simplemente háganlo” Es más que justificada esa frustración después de medio siglo de discusiones, pero el asunto no es tan simple; hacer mal la primera línea es una sentencia de muerte para la red de metros.
Las elecciones de 2015 fueron un punto determinante, el proyecto del metro en ese momento ya había acumulado el trabajo de dos administraciones y cientos de miles de millones de pesos en estudios, el resultado de todo eso fue un trazado 100% subterráneo, con 25,19 km. y 27 estaciones. ¡Ojo a las cifras!
27 estaciones en 25 kilómetros, con 40 trenes de 139 metros de largo y una capacidad de 2.000 pasajeros por tren. El escenario de pleno desarrollo de ese proyecto era de 66 trenes, para lograr una frecuencia de un tren cada 90 segundos y una capacidad de 80 mil pasajeros por hora por sentido. Si ese proyecto se hubiera contratado en el 2016 estaríamos hoy a punto de inaugurar la primera de muchas líneas de metro, pero la fatalidad hizo que Enrique Peñalosa ganara las elecciones en ese momento.
El vendedor de buses sabía perfectamente que el metro subterráneo cambiaría para siempre el paradigma del transporte, por eso lo detuvo al momento mismo de ganar las elecciones. Al llegar por segunda vez al Liévano, encargó un estudio para desviar los recursos del metro a Transmilenio. Han pasado casi ocho años desde ese aciago día, en que la ciudad le dio la victoria a un alcalde que construyó su prestigio internacional sobre la absurda mentira de que Transmilenio hace lo mismo que un metro y no solo no tenemos operando la primera línea, lo más grave es que muy buena parte de los recursos para el sistema ferroviario ya se desviaron a los buses rojos.
El proyecto de metro elevado no es malo solamente por ser una cicatriz urbana. Sin duda, el viaducto generaría un impacto desastroso en el centro de la ciudad, pero su peor consecuencia va más allá de la infinidad de columnas regadas por la Caracas, su peor consecuencia es que garantizará la tiranía de los buses.
Les doy un ejemplo puntual: Hoy, en la Caracas, entre la calle primera y los Héroes, Transmilenio tiene 17 estaciones. El metro elevado apenas tendrá 6, si algún día llegase a rodar ese metro, una enorme cantidad de pasajeros preferirá tomar el bus, por una razón muy simple: las estaciones están demasiado lejos entre sí. Eso es intencional, quieren construir el peor metro posible, para que los buses no pierdan pasajeros.
Por estos días supimos del nuevo incumplimiento en los diseños definitivos del metro elevado, aún estamos a tiempo para prevenir ese error histórico, si con el compromiso del Gobierno Nacional se logra renegociar el contrato actual, podríamos no solo soterrar el metro, sino también realizar los ajustes técnicos necesarios para evitar que el anhelado metro de Bogotá termine siendo el alimentador de Transmilenio más caro del planeta.
Bogotá es anómala, los metros son inevitables en una gran ciudad, pero increíblemente Bogotá no ha construido un solo kilómetro de metro en su larga historia. No se trata de un capricho o de un punto de honor: una red ferroviaria es la única forma de ofrecer un transporte relativamente digno en una gran ciudad. No es que el metro vaya a ser una solución mágica para los problemas de movilidad, pero sin él, simplemente una metrópolis como Bogotá es inviable.
La discusión del metro ha hastiado a los bogotanos; a tal punto, que no es raro escuchar a la gente decir: “Elevado o subterráneo, no importa, simplemente háganlo” Es más que justificada esa frustración después de medio siglo de discusiones, pero el asunto no es tan simple; hacer mal la primera línea es una sentencia de muerte para la red de metros.
Las elecciones de 2015 fueron un punto determinante, el proyecto del metro en ese momento ya había acumulado el trabajo de dos administraciones y cientos de miles de millones de pesos en estudios, el resultado de todo eso fue un trazado 100% subterráneo, con 25,19 km. y 27 estaciones. ¡Ojo a las cifras!
27 estaciones en 25 kilómetros, con 40 trenes de 139 metros de largo y una capacidad de 2.000 pasajeros por tren. El escenario de pleno desarrollo de ese proyecto era de 66 trenes, para lograr una frecuencia de un tren cada 90 segundos y una capacidad de 80 mil pasajeros por hora por sentido. Si ese proyecto se hubiera contratado en el 2016 estaríamos hoy a punto de inaugurar la primera de muchas líneas de metro, pero la fatalidad hizo que Enrique Peñalosa ganara las elecciones en ese momento.
El vendedor de buses sabía perfectamente que el metro subterráneo cambiaría para siempre el paradigma del transporte, por eso lo detuvo al momento mismo de ganar las elecciones. Al llegar por segunda vez al Liévano, encargó un estudio para desviar los recursos del metro a Transmilenio. Han pasado casi ocho años desde ese aciago día, en que la ciudad le dio la victoria a un alcalde que construyó su prestigio internacional sobre la absurda mentira de que Transmilenio hace lo mismo que un metro y no solo no tenemos operando la primera línea, lo más grave es que muy buena parte de los recursos para el sistema ferroviario ya se desviaron a los buses rojos.
El proyecto de metro elevado no es malo solamente por ser una cicatriz urbana. Sin duda, el viaducto generaría un impacto desastroso en el centro de la ciudad, pero su peor consecuencia va más allá de la infinidad de columnas regadas por la Caracas, su peor consecuencia es que garantizará la tiranía de los buses.
Les doy un ejemplo puntual: Hoy, en la Caracas, entre la calle primera y los Héroes, Transmilenio tiene 17 estaciones. El metro elevado apenas tendrá 6, si algún día llegase a rodar ese metro, una enorme cantidad de pasajeros preferirá tomar el bus, por una razón muy simple: las estaciones están demasiado lejos entre sí. Eso es intencional, quieren construir el peor metro posible, para que los buses no pierdan pasajeros.
Por estos días supimos del nuevo incumplimiento en los diseños definitivos del metro elevado, aún estamos a tiempo para prevenir ese error histórico, si con el compromiso del Gobierno Nacional se logra renegociar el contrato actual, podríamos no solo soterrar el metro, sino también realizar los ajustes técnicos necesarios para evitar que el anhelado metro de Bogotá termine siendo el alimentador de Transmilenio más caro del planeta.