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Se puede decir que la Primera Línea (PL) no es una organización, sino un concepto. En el caso específico de Bogotá, en la mayoría de localidades en las que ha habido enfrentamientos con el Esmad se han conformado estos grupos, que se identifican por los escudos, sus caras tapadas y por portar gafas, cascos y guantes. En esencia, todos se guían bajo la misma base: salen a las calles a hacer resistencia y a defender a quienes se encuentran en medio de las confrontaciones. No obstante, han surgido en medio de procesos diferentes, por lo que sus acciones y peticiones pueden ser varias, y de allí que no se pueda hablar de un grupo en la ciudad.
La Primera Línea no la integran todas las personas que están presentes en los enfrentamientos con el Esmad, pero sí se pueden identificar fácilmente, porque son los que están haciéndoles frente a los uniformados, mientras que detrás puede haber una línea de contraataque, seguida de neutralizadores (encargados de disipar el efecto de los gases lacrimógenos), primeros auxilios, prensa y derechos humanos, según explicó uno de los líderes de este grupo en el Portal de las Américas, en medio de una audiencia pública. Un esquema similar al que utilizan las primeras líneas en otros puntos.
Su origen fueron las protestas en Hong Kong y Chile, donde se comenzaron a agrupar para contrarrestar la represión policial. En la ciudad comenzaron a aparecer en el marco del Paro Nacional en el 2019, como grupos pacíficos (sin provocar ni agredir) de universidades públicas, y ahora, más fortalecidas, en medio de manifestaciones en las que ya no predominan las movilizaciones sino las concentraciones y con bases en colectivos locales, como el barrismo local, la educación popular o los grupos ambientales y artísticos.
Pero aquí es cuando hay que empezar a diferenciarlas, pues no se habla del mismo grupo cuando se menciona a la Primera Línea Portal de la Resistencia, a la de Suba, Ciudad Bolívar o la calle 80, pues cada una ha surgido por su cuenta y, por consiguiente, tienen dinámicas diferentes. “En la mayoría hay procesos de base que se han venido articulando en los barrios y ahora pertenecen a la Primera Línea, como ocurre en Fontibón, donde resisten con labores sociales y apropiación del territorio; en las Américas, por su parte, hay un proceso de resistencia más fuerte, pero más disperso, mientras que en el norte la línea es más dada a incidir en los medios y en generar acciones de protestas diferentes a la movilización. En otros, como en Suba, también se ven fortalezas en temas puntuales como el ambiental”, señala Amok, uno de los integrantes de los escudos azules, que también es parte de las primeras líneas.
Seegún el experto en seguridad Néstor Rosanía, esto es importante para explicar que no se puede homogenizar a estos grupos como tampoco intentarlos incluir en una lógica piramidal jerarquizada, dado que no hay un gran mando que las mueva a todas. “No tienen lo que en términos de conflicto se llama comando, control y comunicación. Lo que se ve es un movimiento social, con una metodología en común y que en Bogotá se han estructurado como grupos y subgrupos, con agendas de negociación diferentes y un propio pliego de peticiones en cada localidad”.
Sobre esto, Carolina Cepeda, experta en movimientos sociales en América Latina de la U. Javeriana, indica que este tipo de organizaciones son novedosas, pero se requiere reconocer su existencia debido a que el diálogo no debe ser igual que cuando hay un líder establecido. “En estos modelos sociales todo parte de tareas donde nadie manda, sino que todos hacen de todo un poquito y eso hace que entiendan la importancia de cada labor en terreno. El problema a mediano plazo es que el gobierno distrital o local no logra encontrar con quién hablar, pero también es cuestión de que las mismas organizaciones demuestren que pueden conformar comités con personas que se pueden ir rotando”.
Pero no es el único problema. Al no tener líderes reconocidos, ni un mecanismo que los diferencie, en los últimos días han tenido que salir a desmarcarse de acciones violentas, como el asesinato del joven motociclista en inmediaciones del Portal de las Américas, con un cable atravesado en la calle, así como de su participación en peajes entre cuadras, expendio de drogas en puntos como el parque Mundo o los supuestos comunicados contra Transmilenio, que dieron pie para que la alcaldesa los denunciara penalmente y asegurara que los radicalizados son los que están detrás de los casos de vandalismo.
Al respecto, uno de los líderes de la PL de Suba resalta que sus integrantes no forman parte de un grupo terrorista. “Lo que hemos visto es que nos están infiltrando y, lastimosamente, es muy difícil controlar a la gente. Controlamos a los compas, a los que están con nosotros, pero seguimos teniendo gente que llega a alborotar el chispero y después sale y se va”.
Ante esto, ayer el Distrito convocó a una mesa con las primeras líneas, pero se levantó luego de que varios de los grupos señalaran que no había garantías. Aunque algunos se refirieron a problemáticas estructurales de la ciudad, que requerían la presencia de la alcaldesa, otros pidieron crear asambleas locales con las comunidades, para establecer sus peticiones, pues al fin de cuentas estos grupos son solo una parte de los que se han conformado en medio del paro, por lo que, si bien el Distrito ha reiterado que está abierto al diálogo, aún tiene un camino por construir. Por ahora la PL se mantiene en que continuará en las calles.