¿Qué es y por qué quieren hacer de Bogotá una “ciudad de 15 minutos”?
Parte de los objetivos es que las largas horas en el transporte sean cosa del pasado. La capital tendría varios centros, con los que se brindaría mejor acceso a lugares de trabajo, estudio y salud, entre otros.
Diego Ojeda
Si algo no se extraña de la “vieja normalidad” son las horas que muchos gastan en ir al trabajo o al estudio. La Encuesta de Movilidad de 2019 muestra que, en promedio y por trayecto, una persona gasta 83 minutos cuando viaja en SITP zonal, 78 en Transmilenio, 56 en un vehículo particular y 50 en moto o en taxi. Sumando este tiempo, en promedio son, al menos, 23 días al año los que una persona dedica para transportarse en Bogotá, lo cual impacta la calidad de vida. Según expertos como Carlos Moreno, urbanista colombo-francés y padre del concepto de las “ciudades de quince minutos”, son tiempos que se dejan de invertir en la familia, los amigos o el esparcimiento personal.
Con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que prepara la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, la idea es que esto sea cosa del pasado, pues la forma en la que se piensa la capital para el futuro encaja en la categoría de ciudad de quince minutos, que básicamente es poner al alcance de la ciudadanía parques, colegios y mercados, entre otros espacios, en ese rango de tiempo y a pie. En entrevista con El Espectador, Moreno, quien además es investigador en la Universidad de la Sorbona y consejero urbanístico de la alcaldesa de París (Anne Hidalgo), define una ciudad de quince minutos como la que hace la vida de sus habitantes más conveniente, sostenible y menos estresante. Para esto, la urbe debe tener en cuenta tres elementos: el cronourbanismo, la cronotopía y la topofilia.
El cronourbanismo, según su descripción, es la disciplina que consiste en amaestrar el tiempo para que el ritmo de la ciudad no haga que sus habitantes sean esclavos de este. “Vivimos en ciudades donde la vida se nos va en el ir a trabajar y regresar. Hemos perdido el contacto familiar y social, lo que hace que las urbes sean angustiosas y deprimentes”, menciona.
La cronotopía es el máximo aprovechamiento de cada metro cuadrado construido. “Muchos espacios sirven para una poca parte del tiempo diario. Su utilización es del 35 %. El resto permanecen vacíos”, comenta. La idea es que los lugares sean polifuncionales; es decir, que un gimnasio sirva para otras cosas, al igual que los colegios e incluso los edificios administrativos, entre otras infraestructuras.
La topofilia, finalmente, es el amor y sentido de pertenencia de una persona por el lugar en el que vive, ya que esto se traduce en un mejor comportamiento cívico, lo cual incide en el compromiso de la ciudadanía por cuidar su entorno y hacerlo mejor. Es en estos tres pilares en los que Bogotá tendría que trabajar para convertirse en una ciudad de quince minutos.
Adriana Córdoba, secretaria de Planeación de Bogotá, le dijo a El Espectador que la capital del país espera avanzar en esa materia mediante su POT, el cual espera ser presentado al Concejo el próximo año para su eventual aprobación. Hay que recordar que la ciudad está por cumplir veinte años sin renovar su Plan de Ordenamiento, por lo que para muchos expertos es urgente que renueve su hoja de ruta de planeación urbanística.
La estrategia descrita por Córdoba es dividir la ciudad en distritos de 19 kilómetros cuadrados, mediante los cuales se planifique una estrategia que le permita a la ciudadanía acceder, a máximo quince minutos caminando, a parques, jardines, mercados y demás lugares a los que se acceda con frecuencia. Este sería un primer anillo de proximidad.
La nueva organización de la ciudad permitirá que las personas accedan a un segundo anillo de proximidad, en el que no se superan los treinta minutos en transporte público o en bicicleta. Aquí se incluyen espacios como sitios de trabajo, hospitales de tercer nivel y universidades. “Eso implica tener múltiples centros en los que las personas pueden vivir, trabajar, acceder a servicios de salud y lugares de ocio”, explicó Córdoba y agregó que “nuestro POT plantea una ciudad delimitada por corredores verdes, donde se privilegia el modo peatonal y los transportes amigables con el medio ambiente”.
Para Moreno, la pandemia ha jugado un punto a favor en el avance de las ciudades de quince minutos, ya que obligó a que muchas empresas, entidades e instituciones hicieran un reinicio y se ajustaran para que las personas pudieran estudiar y trabajar en casa. Esto es algo que, asegura, debe quedarse si se quiere mejorar la calidad de vida de los bogotanos, ya que no solo se traduce en menos horas en el transporte, sino también en menos vehículos contaminando el aire de la ciudad.
Y la cifras lo respaldan, pues la Encuesta de Movilidad refleja que solo en estas dos actividades se concentra el 48 % de los más de 13,3 millones de viajes que, en promedio, se hacen en Bogotá en un escenario sin pandemia. Sin embargo, Moreno plantea al menos un obstáculo a superar para la consolidación de este concepto y es que cada ciudad tiene su dinámica territorial, por lo que no hay fórmulas que se puedan aplicar y surtan el mismo efecto. Aquí es donde la administración de Claudia López debe buscar cómo la Bogotá de los próximos años pueda acoplarse a este modelo de urbanismo, que ya cautiva a los países que hacen parte del C40.
Según proyecciones del DANE, se espera que Bogotá cierre 2020 con 2,7 millones de hogares, cifra que continuará en ascenso en las próximas décadas, llegando a 3,5 millones en 2030, 4,1 millones en 2040 y 4,6 millones en 2050, por lo que el reto de planeación que afronta la actual administración no es nada despreciable.
Si algo no se extraña de la “vieja normalidad” son las horas que muchos gastan en ir al trabajo o al estudio. La Encuesta de Movilidad de 2019 muestra que, en promedio y por trayecto, una persona gasta 83 minutos cuando viaja en SITP zonal, 78 en Transmilenio, 56 en un vehículo particular y 50 en moto o en taxi. Sumando este tiempo, en promedio son, al menos, 23 días al año los que una persona dedica para transportarse en Bogotá, lo cual impacta la calidad de vida. Según expertos como Carlos Moreno, urbanista colombo-francés y padre del concepto de las “ciudades de quince minutos”, son tiempos que se dejan de invertir en la familia, los amigos o el esparcimiento personal.
Con el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que prepara la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, la idea es que esto sea cosa del pasado, pues la forma en la que se piensa la capital para el futuro encaja en la categoría de ciudad de quince minutos, que básicamente es poner al alcance de la ciudadanía parques, colegios y mercados, entre otros espacios, en ese rango de tiempo y a pie. En entrevista con El Espectador, Moreno, quien además es investigador en la Universidad de la Sorbona y consejero urbanístico de la alcaldesa de París (Anne Hidalgo), define una ciudad de quince minutos como la que hace la vida de sus habitantes más conveniente, sostenible y menos estresante. Para esto, la urbe debe tener en cuenta tres elementos: el cronourbanismo, la cronotopía y la topofilia.
El cronourbanismo, según su descripción, es la disciplina que consiste en amaestrar el tiempo para que el ritmo de la ciudad no haga que sus habitantes sean esclavos de este. “Vivimos en ciudades donde la vida se nos va en el ir a trabajar y regresar. Hemos perdido el contacto familiar y social, lo que hace que las urbes sean angustiosas y deprimentes”, menciona.
La cronotopía es el máximo aprovechamiento de cada metro cuadrado construido. “Muchos espacios sirven para una poca parte del tiempo diario. Su utilización es del 35 %. El resto permanecen vacíos”, comenta. La idea es que los lugares sean polifuncionales; es decir, que un gimnasio sirva para otras cosas, al igual que los colegios e incluso los edificios administrativos, entre otras infraestructuras.
La topofilia, finalmente, es el amor y sentido de pertenencia de una persona por el lugar en el que vive, ya que esto se traduce en un mejor comportamiento cívico, lo cual incide en el compromiso de la ciudadanía por cuidar su entorno y hacerlo mejor. Es en estos tres pilares en los que Bogotá tendría que trabajar para convertirse en una ciudad de quince minutos.
Adriana Córdoba, secretaria de Planeación de Bogotá, le dijo a El Espectador que la capital del país espera avanzar en esa materia mediante su POT, el cual espera ser presentado al Concejo el próximo año para su eventual aprobación. Hay que recordar que la ciudad está por cumplir veinte años sin renovar su Plan de Ordenamiento, por lo que para muchos expertos es urgente que renueve su hoja de ruta de planeación urbanística.
La estrategia descrita por Córdoba es dividir la ciudad en distritos de 19 kilómetros cuadrados, mediante los cuales se planifique una estrategia que le permita a la ciudadanía acceder, a máximo quince minutos caminando, a parques, jardines, mercados y demás lugares a los que se acceda con frecuencia. Este sería un primer anillo de proximidad.
La nueva organización de la ciudad permitirá que las personas accedan a un segundo anillo de proximidad, en el que no se superan los treinta minutos en transporte público o en bicicleta. Aquí se incluyen espacios como sitios de trabajo, hospitales de tercer nivel y universidades. “Eso implica tener múltiples centros en los que las personas pueden vivir, trabajar, acceder a servicios de salud y lugares de ocio”, explicó Córdoba y agregó que “nuestro POT plantea una ciudad delimitada por corredores verdes, donde se privilegia el modo peatonal y los transportes amigables con el medio ambiente”.
Para Moreno, la pandemia ha jugado un punto a favor en el avance de las ciudades de quince minutos, ya que obligó a que muchas empresas, entidades e instituciones hicieran un reinicio y se ajustaran para que las personas pudieran estudiar y trabajar en casa. Esto es algo que, asegura, debe quedarse si se quiere mejorar la calidad de vida de los bogotanos, ya que no solo se traduce en menos horas en el transporte, sino también en menos vehículos contaminando el aire de la ciudad.
Y la cifras lo respaldan, pues la Encuesta de Movilidad refleja que solo en estas dos actividades se concentra el 48 % de los más de 13,3 millones de viajes que, en promedio, se hacen en Bogotá en un escenario sin pandemia. Sin embargo, Moreno plantea al menos un obstáculo a superar para la consolidación de este concepto y es que cada ciudad tiene su dinámica territorial, por lo que no hay fórmulas que se puedan aplicar y surtan el mismo efecto. Aquí es donde la administración de Claudia López debe buscar cómo la Bogotá de los próximos años pueda acoplarse a este modelo de urbanismo, que ya cautiva a los países que hacen parte del C40.
Según proyecciones del DANE, se espera que Bogotá cierre 2020 con 2,7 millones de hogares, cifra que continuará en ascenso en las próximas décadas, llegando a 3,5 millones en 2030, 4,1 millones en 2040 y 4,6 millones en 2050, por lo que el reto de planeación que afronta la actual administración no es nada despreciable.